La jarana, un baile tradicional que se encontraba en riesgo de perderse, está siendo revitalizada gracias a las clases del grupo jaranero Kiin Ha (agua caliente). Desde hace ocho años, este conjunto prendió la llama de la tradición en niños y jóvenes de la cabecera municipal, quienes se sienten atraídos por el legado cultural de su región.
La jarana no es sólo una lección de baile cualquiera; es un medio para conectarse con las tradiciones. Cada zapateado forma parte de la historia y la cultura de Kantunilkín, creando un vínculo intangible con las nuevas generaciones que muestran interés por conocer sus raíces y ser parte de ellas en la feria tradicional que comenzará este 30 de noviembre. Así lo explicaron los maestros del grupo durante la clausura de los talleres, iniciados en septiembre pasado.
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Clases gratuitas
Desde su creación, hace ocho años, el grupo jaranero ha impartido clases gratuitas, enfrentando en sus inicios una gran falta de interés por parte de los jóvenes. Generalmente, eran niños y jovencitas quienes se inscribían, aunque este año notaron una mayor participación de menores de distintas edades, quienes disfrutan aprendiendo los pasos básicos y el ritmo de esta música.
Las clases se llevan a cabo en lugares como el Club Social y el DIF municipal. Actualmente, tienen como sede el parque de la colonia Miguel Borge Martín.
En esta ocasión, las clases no fueron gratuitas, ya que se hizo un cobro simbólico para recaudar fondos destinados al aniversario del grupo, que se celebrará en julio próximo.
Carlos Cocom y Noemí Cauich, maestros de jarana del grupo, afirmaron sentirse emocionados al notar el interés creciente en la jarana. Destacan, además, la disposición de los padres para apoyar a sus hijos, comprándoles el vestuario necesario para las vaquerías en las que participarán a partir de ahora, especialmente con la feria tradicional próxima a iniciar el 30 de noviembre, cuando se celebrará la Noche de Alborada.
Durante la clausura de los cursos, los maestros resaltaron que la jarana apasiona a los niños y jóvenes, alejándolos de situaciones de riesgo. Además, fomenta el respeto por la cultura local y brinda a los participantes una forma de expresar sus emociones y energía, mientras adquieren un compromiso con la tradición.
El pasado miércoles por la noche, alrededor de 25 a 30 alumnos, entre niños, jóvenes, adultos y abuelitos, concluyeron sus lecciones, aprendiendo los pasos básicos: desde los lentos y rápidos hasta el movimiento valseado y el baile en pareja.
Despiertan interés
Lo más importante de esta clausura es que se ha despertado el interés en los niños por aprender la jarana. La mayoría de los grupos suelen estar conformados por adultos, con muy pocos jóvenes dispuestos a preservar esta tradición. Esta situación, en riesgo desde hace más de una década debido al desinterés de las nuevas generaciones, está cambiando. Ahora, hay una oportunidad real de que las familias continúen transmitiendo este legado cultural, evitando que se pierda en favor de influencias externas.