Quintana Roo

Albergues indígenas en declive en José María Morelos: Cierre afecta a comunidades rurales

La mayoría de los albergues indígenas en el municipio han cerrado debido a la falta de estudiantes, dejando solo dos centros activos que siguen siendo esenciales para niños de comunidades alejadas.
Los albergues indígenas, también conocidos como casas escolares indígenas, operaron en el estado desde los años 70

Los albergues indígenas, también conocidos como casas escolares indígenas, comenzaron a operar en la década de 1970 en el estado, aunque su origen se remonta a los antiguos internados rurales. Estos formaban parte de los 28 centros educativos abiertos durante el Gobierno de Lázaro Cárdenas (1926-1940). En el municipio existían seis albergues, y según el profesor jubilado Arsenio Náhuat Morales, se abrieron entre 1975 y 1978, periodo en el que él dirigió uno durante años.

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El propósito de estos centros era brindar hospedaje y alimentación a niños de comunidades rurales donde no había escuelas o las existentes eran de organización incompleta. Hoy en día, la mayoría de estos mesones están clausurados bajo el argumento de que disminuyó la asistencia de menores, ya que en sus comunidades se establecieron escuelas de organización completa.

En el municipio se habilitaron albergues en localidades como Gavilanes, La Candelaria, Sabán, La Presumida, La Esperanza y la villa de Dziuché. En esta última, el centro se destinó a jóvenes que estudiaban en la secundaria “Manuel Crescencio Rejón”. Los dos albergues, ahora denominados Casas Escolares de la Niñez Indígena, por el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), llegaron a albergar hasta 90 estudiantes de la región.

Según Alberto Hoil Chan, exalumno y padre de familia, los edificios eran rústicos, construidos con madera y huano. Con el tiempo, se edificaron instalaciones más modernas, con baños, comedores amplios y áreas deportivas.

La mayoría de los albergues cerraron por la disminución en la asistencia de menores

Funcionamiento

Originalmente, los albergues operaban bajo la supervisión de un director, apoyado por dos o tres ecónomas o cocineras, encargadas de preparar los alimentos. Luisa Puga, excocinera del albergue de Sabán, recordó que, en sus inicios, los niños recolectaban leña para cocinar en fogones, ya que no se usaba gas LP. En algunos lugares tampoco había energía eléctrica, por lo que los estudiantes hacían sus tareas con velas. Con el tiempo, las condiciones mejoraron, con cocinas equipadas y mayores apoyos.

En Sabán, los menores provenían de comunidades como Sacalaca, San Felipe Oriente, X Querol, X Cabil, San Juan Oriente y Tabasquito. Además, recibían alimentación, artículos de higiene personal, útiles escolares y bicicletas para facilitar su traslado.

Los albergues de Gavilanes, La Esperanza, La Presumida y Dziuché fueron clausurados entre los años 2000 y 2021 debido a conflictos

El Declive

El primer albergue cerrado fue el de la secundaria “Manuel Crescencio Rejón”, en Dziuché, que dejó de operar en el año 2000. Los padres de familia intentaron que reabriera, pero no hubo respuesta. Otros albergues cerraron, como La Presumida en 2006 y La Esperanza en 2012, debido a la falta de estudiantes. En este último, el edificio ahora alberga una carpintería.

El albergue de Gavilanes, abierto en 1978, cerró en 2021 por conflictos entre jóvenes locales y estudiantes. Ahora, los alumnos de comunidades como Pedro A. Moreno, Piedras Negras y San Isidro Poniente deben trasladarse diariamente en motocicleta para asistir a clases.

Activos

Actualmente, solo dos albergues indígenas permanecen activos en Sabán y La Candelaria

Actualmente, los únicos albergues indígenas en funcionamiento están en Sabán y La Candelaria, donde se atiende a 143 estudiantes de secundaria y bachillerato. Según Abel Escoffie Moguel, del INPI, en la cabecera municipal también opera una casa escolar comunitaria para estudiantes de la Universidad Intercultural Maya, aunque no es gestionada directamente por el instituto.

Hoy, las becas gubernamentales y el acceso a motocicletas han reducido la necesidad de los albergues, aunque siguen siendo vitales para estudiantes de comunidades lejanas, quienes regresan a sus hogares los viernes y vuelven los lunes.

JY