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Lorenzo Salas González

Las opiniones que hay con respecto al Presidente electo Andrés Manuel López Obrador están divididas, pero sigue contando con una mayoría de simpatizantes y, mejor, de seguidores que procuran hacer lo que él diga en sus discursos, en los que trata problemas cercanos, de un día o de unas horas. El caso es que tiene respuestas airosas al veneno con el que quieren hacerle daño.

La ahora muy disminuida Televisa sigue usando su asquerosa campaña mediática puesta en práctica por sus conductores, varios de los cuales han perdido la vergüenza, pues son tan burdas sus manipulaciones que no sólo no convencen, sino que hacen preguntarse cuál será el nivel intelectual de quien intenta manipular. Muchos morenistas mejor optaron por ya no ver el canal en el que se incurren en estas prácticas.

De los adversarios de AMLO ha surgido el rumor de que ya está muy viejo –¿a los 64 años? ¡No manchen, que el mantel es blanco!–, pero no se fijan de sus actividades, de que sigue levantándose muy temprano, sigue jugando al béisbol, sigue haciendo sus prolongadas y fatigosas giras, continúa atendiendo a la gente con una sonrisa o un abrazo afectuoso, etcétera.

Los escándalos que le han armado hace unos días reflejan la pobreza intelectual de sus autores, a quienes han seguido hombres y mujeres con responsabilidad ante miles de telespectadores, muchos de los cuales, sobre todo si son morenistas, optan por cambiar de canal o apagar el televisor e irse a otro lado donde se puedan entretener.

Un ejemplo es el de la crítica que se le hizo por haber asistido a la boda de un amigo tan leal como lo es César Yáñez. En verdad, entre sus adversarios abundan los estúpidos.

Por el lado de sus simpatizantes y seguidores también hay sus salidas de tono, motivadas por el entusiasmo –que aún no se apaga–, de ahí que hayan dicho que es un superhombre. Es verdad que en su actividad es incansable, que está pendiente de todo lo que concierne a su condición política, que es mucho lo que hace, pero de ahí a llamarlo superhombre sólo es admisible si se piensa en el entusiasmo que sigue despertando en sus millones de admiradores.

Si uno prefiere ver a Andrés Manuel como un ser humano, hay que calificarlo de extraordinario, sensible, atento al dolor ajeno, trabajador y cumplido como pocos. Lo que sí deseamos y creemos que se nos cumplirá, es que lo tendremos entre nosotros muchos años, que las grandes masas lo necesitan, que en México hace tiempo que hacía falta un líder como él y ahora que lo tenemos, debemos de apoyarlo para descargarle un tanto el trabajo y así llegar todos juntos, como el 1 de julio, a la meta prevista, la que anhelábamos millones de mexicanos hartos de tanta corrupción, impunidad, pobreza, injusticia y cientos de defectos más que se están yendo junto con el viejo régimen.

La lucha ahora es para que no vuelva. ¡Ya no más!

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