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Yucatán

El Rosario

Dra. Teresa Ochoa Godoy, R.J.M.

Contemplando el EvangelioI

Sin negar el carácter mariano del rosario, conviene acentuar que en su sencillez y profundidad se trata de una oración centrada en la cristología; los misterios del rosario constituyen como un compendio del mensaje evangélico.II

Los Papas le han dado mucha importancia a esta oración y la han recomendado sobre todo como instrumento espiritual eficaz ante los males de la sociedad.III

Hoy en día, aquí y ahora, inmersos en el materialismo, frente a la infinidad de rostros de la violencia, se busca vanamente la paz; sólo miramos fuera de la propia conciencia; responsabilizamos de la angustiosa situación de nuestra patria a funcionarios públicos, malas estrategias bélicas, etc. Pero no pasamos a sus últimas causas, que son los males o carencias del espíritu. Y aquí, ¿quién tira la primera piedra? Somos solidarios para el bien y para el mal. ¿Cómo vamos a vivir en paz, cuando se tambalean sus cuatro cimientos de verdad, justicia, amor y libertad; cuando reinan, por el contrario, la mentira, los antivalores, el relativismo, la injusticia social, el individualismo, la falta de amor fraterno y la opresión? Nuestro mundo gravemente enfermo pide el eficiente antídoto de una sana ética animada por los valores del Evangelio.

En la contemplación de los misterios del Rosario podemos considerar estos valores en plena sintonía con el ritmo de nuestra vida humana: podemos alentar nuestra vida personal y social a partir de nuestra familia, nuestro México, el mundo entero…

San Juan Pablo II en su Carta Apostólica Sobre el Rosario, insiste en el carácter contemplativo de los misterios del rosario –como lo fue la vida de María en el Evangelio. Y retoma la incisiva afirmación de Paulo VI: “Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús. ‘Cuando oréis no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad’ (Mt. 6,7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor…” IV

La contemplación de los misterios centrales de la vida de Jesús tiene como trasfondo la repetición del Avemaría. Ahora bien, si Jesús es el único mediador, ¿cuál es el papel de María? A partir de la singular cooperación de María a la acción del Espíritu Santo, ella nos muestra el Camino. Desde muy antiguo, las Iglesias han desarrollado la oración mariana centrada en la persona de Cristo y sus misterios evangélicos y en su poderosa intercesión ante Jesús. Ésta se manifiesta bien en las bodas de Caná: “No tienen vino”. (Juan 2,3)

El enunciado del pasaje bíblico escuchado y meditado correspondiente a cada misterio tiene la fuerza de la Palabra de Dios. Para ello recomienda San Juan Pablo II unos momentos de silencio antes de iniciar la oración vocal.V Ya que, como dice él, “No, no se trata de recordar una información, sino de dejar ‘hablar’ a Dios.”VI Aunque en alguna ocasión solemne podría hacerse un breve comentario.

El Padrenuestro, cierra la contemplación de cada misterio. Jesús nos lleva a la intimidad del Padre, a decir con Él “¡Abbá, Padre!” (Rm 8,15; Ga 4,6) En la oración del Padrenuestro tomamos conciencia de nuestra fraternidad universal: antídoto del individualismo que permea nuestros corazones y sociedades.

Ojalá que quien se sienta llamado por el Espíritu a retomar la vivencia de esta sencilla, profunda y eficaz forma de orar responda a ÉL con fidelidad y experimente algo de sus frutos.

I Estos comentarios quieren extraer algo del tesoro del pensamiento de San Juan Pablo II en su Carta Apostólica Rosariuim Virginis mariae, Sobre el Santo Rosario.

II Pablo VI, Exhort. Ap. Marialis cultus. (2 feb. 1974).

III León XIII en la Encíclica Supremis apostolatus officio, 1 de septiembre de 1883; en estos momentos tempestuosos, y concretamente en el mes de octubre, el Papa Francisco nos insta a echar mano de este instrumento para repeler los ataques del demonio.

IV Exhort. Ap. Marialis cultus, 47.

V Carta apost. Rosarium Virginis Mariae, 31.

VI Ibid., 30.

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