Por Cristóbal León Campos
Traer a la memoria los sucesos del pasado, evocar el sentimiento de una época, permitirnos mirar a través de objetos, documentos, obras de arte y demás manifestaciones tangibles e intangibles de la cultura, es lo que nos permiten los espacios dedicados a la conservación del patrimonio. Los museos, archivos históricos y bibliotecas realizan una labor fundamental para la conservación de nuestra identidad, tienen en sus acervos los cimientos del espíritu que constituye las idiosincrasias sociales.
La historia, como ciencia, estudia los procesos de formación del presente, explica los pasos andados por la sociedad para que comprendamos el porqué de nuestra situación actual; la economía, la política y la cultura junto a las estructuras sociales son puestas en juicio y recreadas a través de diferentes fuentes. La información contenida en todo tipo de documento es lo que permite a los historiadores e investigadores sociales y culturales contribuir al entendimiento de los hechos y sucesos que dan cimiento a nuestro pasado. La historia como conocimiento es la socialización de las interpretaciones que de ella se hacen, ya sea a través de las investigaciones o de los supuestos sociales, los enfoques responden a quienes las hacen, no hay conocimiento sin la subjetividad de quien lo produce y de quien lo reproduce, al fin de cuentas, esa subjetividad responde de igual forma a la diversidad y la enriquece. La posición social es uno de los factores que influye en la producción de conocimientos, es claro que quien genera algún tipo de información manifiesta sus intereses y a los de la clase o grupo al que pertenece. La historia se ha escrito siempre desde dos visiones: la historia de los vencedores o la historia de los vencidos. En ambos casos es reflejo de la cultura que la produce.
La memoria se expresa en nuestro presente a través de las concepciones que tenemos de la realidad los seres humanos miembros de una determinada cultura, cosmogonía y cosmovisión dan sentido a nuestra presencia en el mundo y en el universo, las explicaciones van variando cuando se expresan en el marco de las ideologías y las diferentes realidades que en el seno de una misma cultura se viven. La diversidad es un elemento característico de la existencia, comprenderla en su dimensión histórica requiere también el estudio y resguardo de sus manifestaciones materiales e inmateriales.
El patrimonio nos acerca a esas realidades diversas, con sus matices míticos, materiales, artísticos y socio-culturales, caminar por una ciudad es recorrer parte de ese patrimonio, su historia y cultura. Edificios, sitios populares, mercados, escuelas, talleres, cafés, bares y comercios reflejan historia, son la congregación de la memoria intangible que puede en ciertas maneras palparse, en el habla, en las creencias o en los espacios físicos donde los hechos y sucesos tuvieron su acontecer. Sitios, objetos, usos y costumbres son la riqueza patrimonial de los pueblos, su valoración como una parte indispensable de las identidades generará conciencia sobre su cuidado y preservación, la modernidad ha puesto desde hace mucho en riesgo la memoria, el patrimonio y a la historia, la lógica de desarrollo se ha contrapuesto a la existencia humana y su evolución. En el tiempo trasciende el ser humano dejando sus huellas, unirlas para comprendernos requiere de la existencia de los museos, los archivos históricos y las bibliotecas como centros de preservación de la humanidad.
Conservar las fuentes de información, es una labor imprescindible para el avance de los estudios históricos, sociales y culturales, contar con los lugares adecuados y las condiciones necesarias para esa preservación es una urgencia permanente, el interés social por su cultura e identidad divulgado mediante exposiciones, publicaciones y actividades culturales, exige una constante relación entre autoridades y responsables de dichas instituciones que no siempre se cumple, por el lamentable desinterés y la falta de inversión adecuada de los gobiernos a favor de la cultura, los constantes recortes presupuestales han hecho todavía mayor el riesgo de deterioro o pérdida de importantes acervos históricos y culturales. Una nueva política cultural debe tomar como uno de sus ejes centrales la conservación y preservación de la memoria histórica y el patrimonio de la nación con sus particularidades en cada entidad. La regeneración del país también pasa por la revaloración de su memoria como un elemento vivo y útil para el presente.
*Integrante del Colectivo Disyuntivas