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Yucatán

Marchar separadas, avanzar juntas De los feminismos y sus contradicciones

Georgina Rosado Rosado

“Marchar separadas, golpear juntas”, es un refrán de los años sesentas cuando el feminismo adquirió renovada fuerza y miles de mujeres tomaron las calles para exigir plena igualdad en todos los ámbitos sociales, culturales, económicos y políticos. Desde entonces al movimiento lo unió una intención: acabar con toda forma de opresión o dominio sobre la mujer. Desde los inicios del feminismo se generaron diferentes explicaciones acerca del origen de la opresión patriarcal y por tanto también surgieron posturas distintas sobre cuáles debían ser las estrategias para nuestra liberación. Y no, no fue a manera de olas que se suceden unas a otras históricamente. Las liberales, las socialistas y las radicales son corrientes, no olas, que han compartido tiempos y espacios, algunas consignas, avances e inclusos retrocesos; pero también, como todo movimiento que no es homogéneo ni tiene porque serlo, compartieron diferentes posturas sobre los por qué y los cómo.

Antes de explicar nuevamente cuáles han sido y son esas diferencias es importante mencionar que el feminismo de los sesentas estuvo fuertemente asociado a la llamada “revolución sexual”, misma que llevó a la quema de brasieres en las plazas públicas como manifestación de nuestra firme oposición al mandato social que nos niega el derecho al placer y a decidir sobre nuestros propios cuerpos.

Un concilio católico, formado por un grupo de hombres, decidió que María, la madre de Dios, fue virgen y célibe e impusieron la creencia de que la pureza de nosotras las mujeres se basa en la negación de nuestra sexualidad. Y hoy esto se expresa en la postura grosera que se hizo viral en las redes que dice: “el aborto es para niñas violadas no para putas calentonas”. Es decir que más allá de la creencia religiosa de si un óvulo o un embrión tiene alma, lo que se pretende castigar en las mujeres con la penalización del aborto es más bien el pecado de haber gozado su sexualidad, lo que las hace seres despreciables, sobre todo si el acto placentero no fue dentro de la “santidad” del matrimonio. Esta es una postura moralina que no se aplica a los hombres que sí pueden gozar libremente su sexualidad sin que nadie los acuse de “calentones” y los desprecie por ello.

Siguiendo la lógica religiosa, que no comparto, si de verdad un óvulo recién fecundado tiene o no alma, eso no depende del contexto en el cual fue concebido, por lo tanto si es válido y legal interrumpir un embarazo en unos casos, debería serlo en todos. Digo esto convencida de que la legislación debe ser laica y no basada en creencias religiosas y siendo conocedora de que un embrión antes de las doce semanas no tiene conciencia ni capacidad de sentir dolor, y consciente de que miles de mujeres, la mayoría en condición de pobreza, mueren todos los días por abortos clandestinos.

Pero ¿cómo luchar por este y otros derechos? ¿Cómo generar mayor comprensión y empatía social sobre la problemática que sufrimos las mujeres en el sistema patriarcal? Digo esto temiendo ser repetitiva dado que ya escribí sobre las corrientes feministas en diversas ocasiones, en libros, revistas y en el periódico de la ¡Identidad, Dignidad y Soberanía!, medio preferido para expresar mis reflexiones y al que agradezco por este y otros espacios.

Estoy convencida, dada la polémica mediática por la última manifestación feminista en Mérida, de que es necesario retomar de nuevo la temática de las diferentes corrientes feministas. Así, podemos decir que el llamado feminismo radical, al cual le debemos las mujeres muchos logros y avances en nuestros derechos, plantea que los hombres como grupo son los principales beneficiarios de la subordinación femenina y de las distintas formas de opresión que se da en la sociedad. Lo anterior es verdad dado que en un sistema patriarcal los hombres indiscutiblemente tienen privilegios sobre nosotras las mujeres. Sin embargo, su carácter esencialista las lleva a concebir al “hombre” como el enemigo a combatir. No reconocen que el patriarcado es reproducido también por mujeres que no sólo comparten la ideología patriarcal sino también prácticas machistas. Tampoco parecen aceptar que las posturas feministas pueden ser compartidas por ambos géneros y que por tanto podemos marchar junt@s en unidad e igualdad de condiciones. Lo pretendan o no, la sociedad identifica sus discursos y traduce sus estrategias como guerra de sexos.

El feminismo reformista o liberal plantea que se puede lograr la igualdad de las mujeres en las sociedades capitalistas y buscan por lo tanto reformas sin una transformación de fondo del sistema. La crítica más importante a esta corriente es la de no cuestionar el orden social existente e ignorar los vínculos entre el patriarcado, el capitalismo y el colonialismo. Se olvidan que el poder neoliberal patriarcal es racista, clasista y caen nuevamente en el error de ver a las mujeres como un bloque homogéneo y monolítico. Cuando consideran las diferencias culturales se conciben como el grupo avanzado (feminismo colonial) que lleva la concientización a las otras mujeres, es decir la luz a la oscuridad. Como resultado de lo anterior sus marchas también son segmentadas y separatistas, no sólo no hay hombres, o éstos marchan al final, sino en su mayoría, salvo honrosas excepciones, como la de hace unos días en Chetumal, se componen por mujeres urbanas, están ausentes las indígenas, así como sus formas de manifestación; lenguaje, vestimenta, cosmovisión y demandas.

Al feminismo socialista, en el cual me inscribo, le debemos el uso de conceptos como el de patriarcado y de explicaciones que vinculan los problemas de las mujeres con las necesidades del sistema capitalista. Una de ellas, es el control de la sexualidad de las mujeres para garantizar, a través de la herencia, la transmisión de la propiedad privada por línea paterna, lo que impide la redistribución de la riqueza y perpetúa las diferencias sociales. Siendo así la liberación de nuestros cuerpos y de nuestro placer es fundamental para derrocar al capitalismo y como dicen las jóvenes, la revolución será también feminista o no será.

Quiero aclarar en este punto que ninguna corriente feminista está contra la maternidad, el cual es un derecho de las mujeres y para algunas representa un enorme gozo y forma de realización. Más bien, se está contra la maternidad impuesta, es decir cuando se nos obliga a ejercerla y se pondera como la única forma legítima de realización femenina. De hecho ese es el origen del muy preciado monumento a la madre grafiteado en la última manifestación feminista, se erigió para frenar al movimiento feminista que pretendía romper con los estereotipos que mandatan que el único y legítimo papel de las mujeres en la sociedad es la maternidad. Sin embargo, lo sucedido (las pintas al monumento) no llevó a la comprensión ni empatía al movimiento por parte de grandes sectores de la sociedad, por lo tanto si bien y por supuesto las mujeres de carne y hueso somos más importantes que cualquier monumento, estaría bien dialogar sobre cuáles son las estrategias adecuadas para ganar los consensos que se requieren para lograr los cambios sociales y cuáles nos alejan de nuestro objetivo.

Las feministas de izquierda consideramos la lucha de las mujeres como parte esencial de los cambios que se requieren en la búsqueda de una sociedad más equitativa. Admitimos que los modelos de familia impuestos, el negar derechos reproductivos a las mujeres, la violencia de género, entre otros, son estrategias del sistema capitalista patriarcal para mantener los privilegios de los grupos que están en el poder. Por tanto la lucha de las mujeres no es ajena a la lucha de la clase trabajadora, de los pueblos indígenas o por la defensa de la naturaleza, mismas que deben estar articuladas y avanzar al unísono.

Todo lo anterior implica que podemos y debemos defender el derecho de algunas expresiones feministas que optan por organizar marchas separatistas sin que eso niegue el nuestro de realizar eventos donde lancemos un mensaje claro a la sociedad. Nuestra lucha feminista no es guerra de sexos, sino más bien contra el patriarcado capitalista. Bienvenidas por tanto todas las personas dispuestas a luchar por un mundo donde las mujeres podamos vivir sin violencia, discriminación y en plena libertad.

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