La imposición de ceniza es un acto que es signo del inicio de un tiempo de penitencia. Es un acto simbólico y lo que realmente cuenta es la intención interior del arrepentimiento, la intención interior del cambio de vida, la intención interior de crecer en el amor a Dios y el amor al prójimo.
Eso dijo ayer en la Santa Iglesia Catedral, durante la misa del Miércoles de Ceniza, el Arzobispo Gustavo Rodríguez Vega a todo el pueblo de Dios que acudió a recibir la cruz de ceniza que nos recuerda que “polvo somos y en polvo nos convertiremos”. Y agregó:
-Esto es lo que realmente cuenta. Ayuno, oración, limosna, son prácticas de toda vida cristiana, pero que en este tiempo la Iglesia invita para que las incrementemos, para que tengamos una vida comunitaria, para que todos hagamos este ayuno que nos ayude en nuestro propósito de conversión. La oración siempre es necesaria y, en este tiempo, debemos de incrementarla. Y también la limosna, el saber dar a los demás, pero sobre todo darnos a nosotros mismos, pero que se debe ver principalmente en este tiempo de Cuaresma como signo de nuestro arrepentimiento, y todo esto como un camino de preparación para celebrar nuestra gran fiesta, la Pascua de Cristo, dentro de 40 días.
No podemos condenar a nadie
Dijo también el Arzobispo:
-Hace unos minutos, entre los reporteros que me hicieron una entrevista, una reportera preguntaba si la gente que no ayuna se considera pecadora. Y yo le contesté: Nosotros no podemos condenar a nadie ni juzgar a nadie de ser pecadora. Simplemente nosotros respondemos a un llamado, a una indicación, como pueblo de Dios, para participar de este ayuno, de esta abstinencia del Miércoles de Ceniza, todos los miércoles de Cuaresma, también abstinencia, y el Viernes Santo también es de abstinencia. Nosotros participamos de la Palabra de Dios, que nos dice cómo el pueblo de Israel era llamado a practicar el ayuno, pero también el mayor ejemplo lo tenemos en Cristo Nuestro Señor, en sus 40 días de ayuno antes de iniciar su misión de traer la buena nueva. Y la Iglesia, durante 2 mil años, ha practicado el ayuno.
Si no ayunan, arréglense con Dios
Si alguien decide no ayunar, si alguien decide no abstenerse, debe arreglarse con Dios en su conciencia. Dios nos va a juzgar a todos de acuerdo a nuestra conciencia. Pero hay que preguntarnos: Qué razones poderosas puedo tener yo para oponerme a todo lo que fue tradición de todo el pueblo de Israel, a todo lo que es una tradición de todo el pueblo católico, y al ejemplo del mismo San Ramón. Tal vez para encontrar razones de oposición, tendría que crecer y crecer y crecer mi soberbia para creerme superior a todo lo que es la Iglesia, a todo lo que el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento ha practicado, y a lo que el mismo Cristo nos ha enseñado.
La finalidad del ayuno
El ayuno en sí mismo no vale, la finalidad no es causar hambre, la finalidad es crecer en el amor de Dios y crecer en el amor al prójimo. La finalidad de este amor es perfeccionar nuestro espíritu para responder mejor a las exigencias de la vida cristiana.
Si alguien hace un ayuno perfecto, una abstinencia perfecta, pero no se esfuerza para crecer en el amor a Dios y en el amor al prójimo, entonces se está haciendo un ayuno inútil. Ojalá que todos hagamos un ayuno y una abstinencia que verdaderamente nos conduzcan a la conversión, que verdaderamente nos conduzcan al conocimiento en el amor a Dios y al prójimo, y las otras prácticas, como la oración, la podamos incrementar, y también la ayuda que en el Evangelio se expresa simplemente como limosna, pero que en realidad hay muchas formas de darle la mano a nuestros hermanos necesitados.
Finalmente el prelado señaló:
-Que crezcamos pues también en esta expresión concreta del amor al prójimo, que va a demostrar la autenticidad de nuestra conversión. Que así sea.
(Roberto López Méndez)