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Yucatán

Jorge A. Franco Cáceres

Todavía no desaparece, pero cada vez es menor la diferenciación paisajística entre las ciudades y los pueblos yucatecos con una multitud de comunidades agrarias y ejidos campesinos.

A decir verdad, entre los dos últimos crece el número de los que están disgregándose en enclaves exclusivos y baldíos privados que, de manera arbitraria desde los intereses mercantiles y de modo imprevisto desde los controles estatales, interponen más separaciones sociales que diferenciales paisajísticos entre los segmentos urbanizados.

Las comunidades y los ejidos están perdiendo sus caracteres paisajísticos como unidades organizadas para las producciones agrícolas, pecuarias o forestales. Y están convirtiéndose en baldíos permanentes o en sitios maltratados como depósitos de desechos urbanos, cuya única vocación es esperar que les lleguen los turnos inmobiliarios para convertirse en nuevos segmentos de las ciudades y los pueblos.

Son víctimas de esa tendencia global que impone vivir en pequeños segmentos residenciales, aislados unos de otros con bardas electrificadas y vigilancias electrónicas, y todos habitados por gente de reconocidas categorías económicas y sociales. Preténdese desde la publicidad electrónica, que nada puede ser más prodigioso en Yucatán que la vida en estos segmentos repaisajizados.

Se trata de las zonas residenciales de esas personas que van a trabajar a los sitios especializados localizados entre los pueblos o a los edificios multifuncionales de las ciudades, que compran en hipermercados o megacomerciales donde, además, pueden acudir a los multicinemas, a bailar o cantar a los súper bares o a cenar en restaurantes de categoría VIP.

Las ciudades y los pueblos yucatecos están destruyendo los paisajes de las comunidades y los ejidos, ocupando más áreas agrestes y dejando menos espacios libres entre los enclaves urbanizados y los baldíos permanentes. Particularmente avasallante son los casos de las comisarías del Norte de Mérida y de los municipios conurbados con nuestra capital.

El sistémico despedazamiento de lo que fueron los paisajes del campo yucateco en retazos exclusivos de las ciudades y los pueblos, descarta espacios-territorios continuos de solidaridad familiar o vecinal, como eran las comunidades y los ejidos en cuestión, porque en cada enclave se impone la separación clasista y elitista.

Se advierte en muchos de ellos una segmentación mucho más imperativa e impermeable que la conocida, con la población en pequeñas islas de territorio defendidas por cuerpos de seguridad que son propios, compartiendo un desconocimiento del entorno social e, incluso, desplegando desprecio hacia todo problema citadino o conflicto urbano que no le afecte directamente.

La vida en las comunidades y los ejidos sigue cambiando de forma avasallante. Muchas labores las realizan ahora las empresas privadas que contratan los propios interesados en negocios productivos y comerciales. No compiten con ellos los campesinos a menos que se conviertan en empresarios con derechos a conseguir apoyos públicos, gestionar créditos, contratar personal, etc.

El transporte privado y la comunicación digital han cambiado radicalmente las inquietudes y las posibilidades de sus habitantes. Ya no les agrada comprar en pequeños puestos o tiendas populares y les apetece menos ir de cacería con los amigos, recrearse con los compadres, bañarse en los cenotes, pasear por las calles y los caminos, visitar a los familiares mayores, ir a cuidar al ganado, dormir las siestas vespertinas o jugar lotería por las noches.

Sucede eso porque, casi siempre, a menos de diez kilómetros, hay hipermercados y megacomerciales con multicinemas, policafeterías, restaurantes versátiles y otras amenidades. Así, los conceptos tradicionales de comunidad o de ejido se van dejando atrás y los asentamientos se van disponiendo a parecerse más en sus paisajes comunes a los enclaves urbanos en que se están convirtiendo las ciudades y los pueblos.

La conclusión es que la indiferenciación paísajística de las ciudades, los pueblos, las comunidades y los ejidos, es resultado de una nueva forma de vida social y empresarial que no es la urbana tradicional debido a que ésta dependía del campo que continúa desapareciendo.

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