Roger Aguilar Cachón
La noticia nos llegó por medio de las redes sociales y a la mañana siguiente, en los salones de clases, como en los corredores y en el encuentro momentáneo con los demás compañeros de la escuela donde trabajo, comentábamos lo que había pasado en una escuela secundaria de una ciudad del norte del país, para ser más exactos en Torreón, Coahuila. Pareciera que somos ajenos a ese tipo de actos de violencia, pero no es así.
La manera en que el niño se enfrentó a sus compañeros y maestros, en la que uno de ellos resultó herido y la maestra no tuvo tanta suerte y falleció de un disparo de arma de fuego. Que si el abuelo es cómplice, que los video juegos fueron el detonante del acto, que la ausencia de los padres fue lo que hizo que tuviera determinada conducta, que si esto, que si lo otro, ¡¡pamplinas!!
El de la letra comentaba con sus pares, que si bien es cierto, algo debió de pasar en la mente de ese niño, de apenas 11 años, para atreverse a cometer ese delito: homicidio-suicidio. También les decía que en nuestra escuela, como en muchas de las de nuestra ciudad y del país, los maestros estamos en manos de los alumnos y en cualquier momento, seremos víctimas de algún atropello o de algo que pudiera resultar en lamentables consecuencias.
La plática continuaba y había maestras que decían que no era tanta la inseguridad que teníamos los maestros; en ese momento quedé pensativo y en el transcurso de los días, sabía que habría la oportunidad de mencionar, a mis caros y caras lectoras, que los maestros de la ciudad y del campo, pero de manera especial, en la escuela del de la tinta, la zozobra y el peligro que corren los docentes son muchas. Trataré de explicarles en los siguientes puntos.
1.- Los alumnos de la escuela donde laboro, cuyo nombre conocen los lectores, se encuentra ubicada en una zona donde los alumnos pertenecen a una clase social de baja a media baja, aunque hay algunas excepciones, pero que en la mayoría de los casos, los padres y representantes son empleados, obreros y uno que otro profesionista. Esto posibilita que, en algunos casos, los estudiantes tengan que presenciar, en determinado momento de su vida, pleitos, malos ejemplos y violencia familiar, lo que de manera directa repercutirá en su conducta y al no poder “desquitarse” en sus hogares, lo harán en el momento adecuado en las aulas de clases y aun ante sus profesores.
2.- La citada escuela está en el programa de inclusión, en que se da cabida a todos los niños y adolescentes. Es conveniente mencionar que ninguno de los docentes que está frente a un grupo de alumnos, cuenta con la preparación adecuada para ocuparse de personas con capacidades diferentes. Muchos ignoran, entre los cuales me incluyo, la manera de hacerlos aprobar y para evitarse problemas, los demás maestros los aprueban sin contar con lo mínimo de conocimiento, pero donde la paternidad y la empatía pueden más que la adquisición de conocimientos. Hay niños que tienen conducta de carácter irascible y en cualquier momento se vuelven agresivos, acción que en un momento determinado pone en peligro al maestro cuando al querer acercarse, éste puede agredirlo, ya que ellos no miden consecuencias.
3.- Muchos alumnos provienen de familias desintegradas, aunque el de la tinta siempre se ha manifestado que esto no es motivo para que los alumnos sean groseros o se porten mal. En algunos casos y para que el director de la misma quede bien ante los padres de familia, acepta a alumnos repetidores y con más de 15 años, promoviendo que éstos puedan ser mala influencia para los demás niños de edad escolar(12 a 14 años). Muchos de ellos ya traen una historia consigo y tratan de imponer su voluntad, enfrentándose a los maestros, plantándose y diciéndoles groserías. Pero qué pasa, así como ocurre en la escuela donde laboro, es seguro que en otras haya subdirectoras que no tienen la capacidad de solucionar ese tipo de problemas y en lugar de solucionarlo sólo se les da “permiso para continuar”, ya que con el “no lo vuelvas a hacer” no se resuelve nada.
4.-El peligro de los maestros al enfrentarse a pandillas que vienen a ver a sus compañeros que asisten a esta escuela, hace que el proceso de enseñanza-aprendizaje se realice con mayor dificultad. Muchos de estos alumnos, que en el mayor de los casos son repetidores o mayores de edad (me refiero a tener 15 años o más), son aceptados por la administración de la escuela para mantener el número de población escolar ante el temor, según palabras del director, de que “se cierren algunos salones o, peor aún, la escuela sea cerrada y los maestros acomodarlos en otros centros escolares.
5.- La violencia se torna muy objetiva y siempre ha puesto en peligro corporal a los maestros, cuando se permite a los padres de familia (a algunos) enfrentarse a los maestros, haciendo que éstos tengan que aguantar los gritos, ademanes y violencia verbal de algunos pater familias que creen que siempre tienen la razón sus hijos. Esto da un mal ejemplo de su actuar, no de manera personal sino delante de los hijos, quienes en algún momento querrán imitar a sus representantes.
6.- Es conveniente crear o hacer volver el programa aquel en que se tenía la aprobación de los padres para realizar la Operación Mochila, muy útil para detectar si llevan algún tipo de medicamento prohibido o algún tipo de bebida etílica que se use para consumo de los alumnos. Lo anterior no es una suposición, ya que en la escuela del de la letra, en este ciclo escolar se han detectado a alumnos que llevan entre sus útiles, alguna bebida embriagante que, de manera subrepticia, sacan y la toman entre sus compañeros. Esto es un denominador para que los alumnos que ingieran esta bebida, puedan envalentonarse, les caiga mal y puedan agredir a sus compañeros o a los propios docentes. En otra ocasión, se detectó que alumnos tenían en sus mochilas un frasco de alguna pastilla de tipo clonazepan que fue tomada por algunos alumnos y alumnas, y cuando fue detectado, éstas presentaban una conducta errática, ya que el fármaco había hecho efecto. No se sabe de qué manera puede afectar la conducta de los alumnos, así como también hay la posibilidad de que se conviertan en personas agresivas y violentas. En el mayor de los casos, los alumnos continúan en la escuela, ya saben caros lectores, que según la administración escolar, hay que procurar mantener la matrícula. Como siempre la cantaleta “no lo vuelvan a hacer”.
Estos son algunos de los casos en que la violencia se presenta en las aulas de manera cotidiana, no es necesario tener un arma para matar o alguna navaja u otro objeto punzo-cortante. La violencia está a flor de piel, hay que crear redes de orientación y vigilancia dentro de la escuela y hacer que los padres de familia tomen conciencia de lo preocupante que es la situación actual de los jóvenes y no caer en la idea que los programas de carácter violento son los culpables de la conducta; en caso específico, hay que crear una cultura de prevención y apoyar a los hijos y alumnos cuando éstos presenten una conducta anormal en ellos.