Ariel Juárez García
El consumo de alcohol presenta dos caras: una de felicidad y otra de desdicha. Cuando es moderado, alegra el corazón, pero… los excesos, resultan nocivos e incluso mortíferos.
“Mi padre era alcohólico, y yo seguí sus pasos. A los 12 años ya era un bebedor y, para cuando me casé, no pasaba ni un solo día sin emborracharme. Me volví tan violento que la policía tuvo que acudir muchas veces a proteger a mi familia. Además, la bebida iba dañando poco a poco mi salud. Me provocó una hemorragia gástrica que casi me cuesta la vida, y al poco tiempo me perjudicaron la cirrosis y la anemia. Intentando romper con el vicio, acudí a varios grupos de autoayuda, pero de nada sirvió. Me sentía atrapado en una red de la que no conseguía liberarme”, relató Juan, de la ciudad de Mérida.
Este no es más que uno de tantos relatos de quienes han caído en el lazo del alcohol. Al igual que Juan, se sienten atrapados y no encuentran la salida. Hay que reconocer, el sector de la población donde el alcohol se cobra más víctimas es la juventud.
Los niveles de ingesta de alcohol por parte de adolescentes y jóvenes se confirma con los datos que aporta el Centro de Ayuda al Alcohólico y sus Familiares (CAAF), unidad especializada del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, de la Secretaría de Salud, que afirma, basada en un estudio aplicado a 933 personas, que 37.1% de la población consumidora tiene entre 15 y 19 años de edad; 24.7% tiene 30 años o más; 17.4% tiene entre 20 y 24 años; 12.2% entre 25 y 29 años, y 8.5% entre 12 y 14 años de edad.
Lo anterior revela que 63% de la población que en el estudio se identificó como consumidora de alcohol, son adolescentes y jóvenes de entre 12 y 24 años de edad.
Según la OMS, 3.3 millones de personas mueren cada año a consecuencia del abuso en el consumo del alcohol. Pese a ello, entre 2003 y 2010 la ingesta de alcohol entre la población mexicana se incrementó de 5.1 a 5.5 litros de líquido puro por persona, al año.
Un informe publicado en 2001 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que en Europa es la principal causa de muerte entre los varones de 15 a 29 años. Y se prevé que en algunos países de Europa del Este terminará a corto plazo con la vida de 1 de cada 3 hombres jóvenes.
Otros estudios indican que en Francia abusan del alcohol unos cinco millones de personas, de las cuales dos o tres millones manifiestan dependencia. Es, en este país, después del cáncer y las enfermedades coronarias, la tercera causa de muerte. Todos los años mata directa o indirectamente a unas cincuenta mil personas, lo que –según un informe comisionado por el Ministerio de Salud francés– representa una catástrofe equivalente a “dos o tres accidentes de aviones jumbo por semana”.
Según el periódico Daily Champion, de Lagos, Nigeria, en el país hay “más de quince millones de alcohólicos”, lo que constituye cerca del 12% de la población.
Portugal presenta uno de los índices de consumo de alcohol puro por habitante más alto del mundo. El 10% de la población tiene “graves incapacidades ligadas al alcohol”, indica el diario lisboeta Público.
“A unos catorce millones de estadounidenses –el 7.4% de la población–, se les puede diagnosticar abuso del alcohol o alcoholismo” –señaló el 10th Special Report to the U.S. Congress on Alcohol and Health–.
Lamentablemente, hay que tener presente que, el alcohol fomenta las conductas violentas. Puede quitar la inhibición, liberar de las convenciones sociales y distorsionar la interpretación que uno hace de las acciones ajenas, facilitando así las reacciones violentas.
También contribuye significativamente a la violencia doméstica y las agresiones sexuales. Un estudio realizado con reclusos franceses indicó que la bebida estuvo implicada en dos tercios de las violaciones y los atentados contra el pudor, que ellos provocaron, antes de caer en prisión.
Otras investigaciones señalan que el 75% de las mujeres polacas con maridos alcohólicos han sufrido agresiones en el hogar, de acuerdo con la revista Polityka.
Los autores de otro trabajo calcularon que “sin importar su edad, quienes consumen alcohol corren casi el doble de riesgo de ser víctimas de homicidio, y hasta quienes conviven con ellos, aunque no beban, también corren más peligro de ser asesinados” (Comité de Asuntos Científicos de la Asociación Médica Americana).
Por otra parte, el consumo indebido de alcohol presenta muchas facetas, entre las que figuran el consumo peligroso, el consumo nocivo y la dependencia.
Según la Organización Mundial de la Salud, el consumo peligroso es “el que encierra riesgos o consecuencias dañinas” de orden físico, mental o social, e implica sobrepasar los límites recomendados por las autoridades sanitarias o establecidos por la ley.
El consumo nocivo, o abuso, es el que, si bien ya está provocando daños físicos o mentales, no ha conducido todavía a la dependencia.
Por último, la dependencia es la pérdida del autocontrol que permitía a la persona abstenerse, de modo que las grandes ansias de beber la llevan a hacerlo aunque sufra por ello graves problemas; además, cada vez que intenta romper con el hábito, experimenta el síndrome de abstinencia.
Prescindiendo de la edad, sexo o nacionalidad, nadie está libre de los riesgos del consumo peligroso de alcohol.
Además de alterar la química cerebral, el abuso del alcohol puede ocasionar atrofia y destrucción de las células, atentando así contra la propia estructura del cerebro. Aunque con la abstinencia absoluta es posible la recuperación parcial de algunos daños, otros son al parecer irreversibles, por lo que resultan aún más afectadas la memoria y otras funciones cognitivas.
El etanol, compuesto presente en la mayoría de las bebidas alcohólicas, es una neurotoxina o, lo que es lo mismo, una sustancia capaz de deteriorar o destruir el sistema nervioso. De hecho, la borrachera es un tipo de intoxicación. Cuando se consume en grandes cantidades, el etanol puede dejar al bebedor en coma o incluso matarlo.
Los estudios indican que el cerebro sufre daños aun cuando los períodos en que se abusó del alcohol no hayan sido prolongados, sino relativamente breves. En el año 2004, la revista Nature señaló que “hasta con pequeñas dosis de alcohol se incrementan las probabilidades de resultar lastimado y de padecer unas sesenta enfermedades”.
Entonces, ¿qué cantidad resulta segura?
Millones de personas de todo el mundo toman sólo una bebida de vez en cuando, lo cual no representa riesgos. La clave para la salud es la moderación. Ahora bien, ¿qué es la moderación?
Diversas fuentes sitúan el consumo moderado en dos bebidas estándar (20 gramos [0.70 onzas] de alcohol puro) por día, en el caso del varón y, una (10 gramos [0.35 onzas]) en el de la mujer. Es decir, si se divide un litro de alcohol en 50 partes, beber sólo una de estas pequeñas partes sería el consumo moderado en varones. Si se divide el litro en cien partes, una de ellas sería equivalente al consumo moderado en mujeres.
“Santé!”, “Salute!”, “Za vashe zdorovye!”, “Chuc suc khoe!”. Sea en Francia, Italia, Rusia, Vietnam o en el mundo hispano, muchos amigos se desean lo mismo cuando van a beber: “¡Salud!”. Contrario a este deseo, los excesos con la bebida llevan a millones de seres a la tumba.