Pilar Faller Menéndez
Escritor, musicólogo y periodista, Alejo Carpentier le dio a los marginados una voz, y como pocos, comprendió las contradicciones y problemáticas que se encontraban arraigadas profundamente en Latinoamérica, y a pesar de esto, nunca dejó de amarla y admirarla.
Desde temprana edad, sus padres lo introdujeron a la literatura clásica y a la música ya que manifestó en su infancia una inteligencia prodigiosa, y desde los siete años ya tocaba en el piano obras de Chopin. A pesar de que muchos creen que nació en La Habana, su nacimiento fue el 26 de diciembre de 1904 en Lausana, Suiza.
Alejo tuvo una formación multicultural, hijo de un arquitecto francés que además era un prodigioso chelista y una madre profesora de idiomas y pianista que en 1908 se establecieron en La Habana, y en sus viajes por Europa llevaron siempre a Alejo, quien tuvo la oportunidad de conocer otras culturas.
Obligado a seguir la profesión de su padre, comenzó a estudiar arquitectura en 1922, a pesar de su evidente inclinación por la literatura, que se manifestaba en sus numerosos cuentos y escritos que en su tiempo libre creaba. No tardó en darse cuenta de que la arquitectura no era su vocación, por lo que abandonó la escuela para poder dedicarse al periodismo. Fue en el periodismo cultural donde encontró un modo de canalizar su pasión tanto por la música como por la literatura.
Todavía no cumplía los 18 años, cuando comenzaba a publicar en la prensa cubana, por lo que sus primeros textos aparecieron con el nombre de su madre. Durante el resto de su vida continuaría su labor como crítico, escribiendo más de cuatro mil artículos en distintos periódicos, y el último lo escribió la mañana del día de su muerte.
Debido a su sensibilidad como escritor, no pudo quedarse al margen y participar activamente en la política social de Cuba, integrándose a los grupos que protestaban en contra de la corrupción gubernamental, así como la injerencia estadounidense en la política de la isla. Fue en esa época cuando se relacionó con los intelectuales latinoamericanos, trabando amistad principalmente con Diego Rivera y José Clemente Orozco.
Debido a su actividad política, Carpentier sufrió la persecución de los anticomunistas del gobierno cubano, lo que no lo detuvo a firmar junto con otros intelectuales en 1927 un acta de protesta en contra de la dictadura de Gerardo Machado, por lo cual es encarcelado bajo sospecha de ser comunista y deportado, pero Carpentier se resiste legalmente a la expulsión al declararse “cubano de nacimiento”.
Escribió su primera novela, “¡Écue-Yamba-Ó!” en 1933, la cual se publicó en Madrid, aunque puede afirmarse que la novela que marca su madurez literaria es “El reino de este mundo”.
Es en España cuando entra en contacto la Generación del 27 y entabla amistad con los poetas Pedro Salinas, Rafael Alberti y Federico García Lorca. En 1937 participa en el II Congreso por la Defensa de la Cultura y tras dos años en Europa regresa a Cuba. Continúa su labor periodística en la radio y en revistas como Tiempo Nuevo y Orígenes. Entre 1945 y 1959 vive en Venezuela, para volver a instalarse en Cuba tras la victoria de Fidel Castro. Con quien retomó su carrera política y desempeñó importantes cargos como Subdirector de Cultura del Gobierno Revolucionario, así como Director Ejecutivo de la Editorial Nacional de Cuba.
Fue el primer latinoamericano recipiendario del premio Miguel de Cervantes Saavedra en 1977 en reconocimiento a su obra escrita, la cual alternó con sus funciones como diplomático en Francia, donde participó en varios documentales, así como conferencias en universidades. El 24 de abril de 1980, fallece en París, dejando un legado de obras que marcaron la identidad latinoamericana, así como el interés de este escritor por su tierra adoptiva.