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Durante epidemias, como la del Covid-19

El principio de justicia social que rige la salud pública, que se basa en el hecho de que todas las personas tienen el mismo valor, es el de debe prevalecer durante una emergencia de salud pública, como la de Covid-19, de acuerdo con la Guía Bioética de Asignación de Recursos de Medicina Crítica.

Según dicho documento, durante una emergencia de salud pública, como la de Covid-19, la mayor parte de la práctica médica cotidiana se somete a la de la salud pública, debido a que la práctica médica cotidiana se ve sobrepasada en términos de respuesta al problema de salud, y es la salud pública la que tiene las herramientas necesarias para reorganizar todo el ámbito de la salud y hacer frente al problema.

Señala que una de las consecuencias de esta reorganización de los sistemas de salud es que el principio de justicia social, que rige a la salud pública, pasa a orientar toda provisión de salud por el tiempo que la emergencia dure.

El documento basa el principio de la justicia social en el que dice que todas las personas tienen el mismo valor. Cita al filósofo inglés Jeremy Bentham: “cada uno cuenta por uno, nadie más que uno”.

Normalmente, en una situación de normalidad, un médico considera que cierta vacuna sería benéfica para determinado paciente, pero la salud pública considera que dicho paciente al no ser prioritario para recibir dicha vacuna no la debería de recibir.

Características como edad, sexo, afiliación política, discapacidad y riqueza no excluyen a ningún paciente de ser candidato para recibir atención médica. Ahora, si la salud pública tiene el objetivo de mejorar la salud de la población y cada persona dentro de ella cuenta por una, esto nos lleva a concluir, en un primer momento, que el objetivo de la salud pública durante una emergencia de salud pública es doble: tratar el mayor número de pacientes y salvar la mayor cantidad de vidas, dice el documento.

Y salvar la mayor cantidad de vidas requiere evaluar la posibilidad de que un paciente mejore y sobreviva, el tiempo que dicho paciente utilizará los recursos que se puedan reutilizar. Por ejemplo, si dos pacientes requieren de ventilación mecánica y uno de ellos, dada una comorbilidad, se tardaría el doble de tiempo en recuperarse (dos semanas en lugar de una), entonces el ventilador se le debe de asignar a aquél que no tiene la comorbilidad y se tardaría la mitad del tiempo. Ello es así porque el recurso es escaso.

Dos dilemas

Asignar recursos escasos de medicina crítica para salvar el mayor número de vidas durante una emergencia de salud pública genera, al menos, dos dilemas. Primero, cómo asignar recursos escasos cuando dos (o más) pacientes son similares en características (por ejemplo, edad, comorbilidades, gravedad de la enfermedad) y pronóstico médico. La manera aceptada de asignar recursos escasos cuando hay situaciones similares, entonces se recurre al azar.

Para quienes no somos expertos en la materia ni médicos podría parecernos cruel este tipo de situaciones, pero seleccionar al azar evita que consideraciones impertinentes entren en juego. Segundo, cómo asignar recursos escasos cuando la prognosis es similar, pero la diferencia de edad entre los pacientes es significativa. Por ejemplo, cuando sólo tenemos un ventilador y hay dos pacientes: un paciente A de 80 años y un paciente B de 20 años. Supongamos que si paciente A recibe el ventilador ella vivirá 7 años más y si paciente B recibe el ventilador ella vivirá 65 años más. Para solucionar este problema se tiene que introducir un principio adicional: salvar la mayor cantidad de vidas por completarse.

Y de entre las vidas por completarse hay que elegir aquellas que están en etapas más tempranas. Ahora, en lugar de realizar distinciones de edad de veta fina (por meses o días, por ejemplo) lo que se propone son las siguientes categorías clasificatorias: 0-12, 12- 40, 41-60, 61-75, y +75, es decir, rangos de edades.

El documento dice que utilizar el principio de vidas por completarse podría parecer injustamente discriminatorio hacia los adultos mayores, pero esto no es así.

Además, indica a los médicos tener en cuenta situaciones que pueden ser parecidas pero no, por ejemplo, hay dos pacientes con los mismos síntomas, solo que uno vive a cinco cuadras del hospital y tardaría unos cinco a siete minutos en llegar a él, pero hay otro que vive en otra localidad y tomaría una hora en llegar a los servicios de emergencia.

“Es obvio que en las circunstancias actuales es injusto que la proximidad geográfica al Centro de Salud determine quién recibe atención de medicina crítica. Una razón adicional para rechazar el principio de orden de llegada es que favorece a personas con mayor riqueza económica y que tienen redes sociales más extensas”.

El documento también señala que un sistema de asignación de recursos escasos que favorece salvar la mayor cantidad vidas por completarse es un sistema que prioriza a aquellos que por lo general perderían más si murieran.

(Rafael Gómez Chi)

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