En una casa improvisada, con el piso lleno de piedras y sin acceso a electricidad y agua potable, Esmeralda y su esposo se las han ingeniado para que este lunes una de sus hijas pueda seguir la transmisión de las clases de primaria que forman parte del programa Aprende en Casa II.
En el asentamiento irregular cercano a Roble San Marcos, en el sur de Mérida, la pandemia además de ser un reto sanitario, es ahora un desafío para garantizar la educación de los menores que habitan en él.
Esmeralda se queda a cargo de sus dos hijas, una de 14 y otra de 6 años, quien debe seguir las clases por TV abierta.
Con una batería de vehículo, el esposo de Esmeralda aseguró que su familia pueda contar con electricidad para encender la tele y cargar el teléfono con el que la mujer realiza las videollamadas con la profesora de Daniela.
El cuarto donde habitan funciona como salón de clases, recámara y hasta como centro de lavado.
La tutora se encarga de verificar que su hija siga sus clases, mientras lava la ropa a mano y con una sola cubeta de agua.
Esas son las condiciones en las que viven cerca de 147 mil 100 personas en Yucatán, quienes de acuerdo con el Informe de pobreza y evaluación 2020 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) forman parte de la población que se encuentra en situación de pobreza extrema.
Aprende español ibérico
Las clases de segundo de primaria que toma Daniela suenan extrañas para ella.
A pesar de ser el español que conocer y está aprendiendo a escribir correctamente, la pronunciación no es la misma que escucha en casa o en otros programas.
El curso virtual que recibe la menor está hablado en español ibérico (castellano de España) y la articulación del sonido no es familiar para la pequeña de 6 años; sin embargo, bajo la presión de su madre, trata de mantenerse concentrada para aprovechar la oportunidad que ella tiene y otros vecinos de su edad no.
En el asentamiento no todos los niños en edad escolar se inscribieron al ciclo 2020-2021. Hubo padres de familia que optaron porque sus hijos desertaran al no contar con las herramientas para seguir el curso digital.
Madre inquebrantable
Además de procurar la educación de Daniela, de realizar las labores domésticas en las condiciones precarias en las que vive, Esmeralda también se ocupa de que su hija mayor se sienta incluida en las actividades escolares.
La adolescente de 14 años padece cáncer de cerebro y requiere atención especial.
“A los 8 le detectaron cáncer en el cerebro, recibió tratamiento y la quimioterapia la dejó sorda y con epilepsia. Si yo la mando a la escuela, le puede dar un ataque de epilepsia o le puede pasar algo”, explica la mamá.
La niña tiene retraso de la pubertad y su nivel intelectual es similar al de una menor de 9 años; sin embargo, no tiene la retención para aprender nuevas cosas.
A pesar de las condiciones, ella también escucha las clases y se le exige la misma atención que a su hermana.
Prácticamente las tres siguen la transmisión y podrán hacerlo en tanto la batería que alimenta sus aparatos siga funcionando.
Por Astrid Sánchez