Antes de la pandemia, Federico Villa sólo tenía que pararse con sus globos en un parque, afuera de una iglesia o en un tianguis y esperar a que los niños y niñas llegaran a él para comprar alguna de sus coloridas esferas o figuras, pero ahora decidió salir a la calle a vender porque es la única forma de trabajar y no morirse de hambre.
Con un ritmo ágil, jalando un carrito con sus globos, a sus 70 años Federico camina por las colonias, desde el centro de Mérida hasta el poniente, hasta Juan Pablo II, o al sur, hasta por la barda del Aeropuerto, a donde sea necesario para sacar algo que dé para comer.
Pero además sabe que con sus globos lleva también algo de alegría a los niños y niñas que hoy, por la contingencia sanitaria, se encuentran encerrados e incluso con temor por la enfermedad que está matando tanta gente.
“Mire, yo ando vendiendo aquí en las calles porque yo ya soy una persona grande que no me dan trabajo y pues ahorita con esta enfermedad que hay pues antes vendíamos en los parques, en las iglesias, cuando salían de misa los niños y nos compraban, en los tianguis, vendíamos bien, no era necesidad de andarnos matando en las calles porque todo era muy fácil”.
“Porque nada más me acercaba a un parque y ahí vendía bien, porque había muchos niños, me acercaba a una iglesia y ahí vendía mucho porque simplemente los domingos salen a misa y los niños me compraban, pero ahorita ni tianguis ni iglesias, ni parques y dizque, según, yo acepto que debemos estar encerrados, pero es que, pues entonces me voy a morir de hambre de estar encerrado o qué voy a comer”: expuso.
Así, en la contingencia por COVID-19, decidió salir a la calle a vender sus globos, aunque sabe que debe tener las precauciones necesarias y dijo al reportero que por ello trae con el su gel antibacterial, el cual muestra envasado en una botella de agua purificada un tanto aplastada. Expuso que, de hecho, tiene problemas con uno de sus hijos que no quiere que salga a vender porque se puede contagiar, pero para él no hay otra opción que trabajar para poder comer.
“Entonces, yo necesito salir y pues la he agarrado que mejor ando vendiendo en las calles y mucha gente muy amable sí me compra y sale para comer y pues así pienso pasármela mientras Dios me dé licencia y mientras se normalice esto”, señaló.
“Estoy de acuerdo que salga uno a la calle a vender, pero hay que tomar precauciones y cuidarse porque uno tiene que ser obediente con las autoridades, no abusar y hay que cuidarse uno y pues por eso uno tiene que andar con su gel; yo aquí lo traigo, para cuando ya después que me pagan con esto me pongo y me desinfecto la mano y sigo trabajando”: agregó.
Reiteró que en plena pandemia así continuará trabajando, eso sí, “mientras Dios me dé licencia”.
Los precios varían, hay globos de 15 pesos, de 20 o un poco más caros los de figuras inflables, pero señaló que hoy su tirada no es tanto hacer negocio, sino que salga para la comida.
“Hay de varios precios y ahora como está la cosa tan difícil no le tiro a ganarme mucho, siquiera, aunque saque tantito para comer”, dijo.
Pero para lograr su objetivo debe caminar y caminar y aunque avanza con paso firme señaló que a sus 70 años sí se cansa, pero hay que repetir la rutina diario.
“Camino mucho. Yo salgo a las 4 de la tarde, hasta las 9 de la noche y me canso mucho porque camino muchísimo, porque solamente así se puede y donde vendo más es en los fraccionamientos, porque aquí en todas las casas muy céntricas no se vende nada”, comentó.
“Yo vivo en la calle 56, allá como a 4 calles del San Benito y he llegado caminando hasta Juan Pablo, hasta por allá me voy y me voy por allá cerca del Aeropuerto y ando en toda la ciudad porque donde más se vende es en las orillas, en el centro no”, expuso.
Con información de David Rico
Por redacción Digital Por Esto!
JG