En la actualidad, de cada 100 granjas porcinas que hay en el país, 14 están en la Península de Yucatán, donde la producción local de carne de cerdo va en aumento, pues esta industria crece 4.5 por ciento anual, porcentaje que es, incluso, mayor que el de Sonora y Jalisco (2.6 y 1.7 por ciento, respectivamente), estados reconocidos como los principales productores de carne de cerdo en México.
Del 14.2 por ciento de granjas porcícolas en la Península, Yucatán es donde más crece esta industria, pues provee nueve por ciento de la producción nacional, por lo que organizaciones civiles advierten del daño que está ocasionando el crecimiento de esta industria, en la que no hay regulación para que operen, pues contaminan el subsuelo y el agua de la selva de esta región de la república mexicana.
El informe “Contaminación del Acuífero Maya: Responsabilidad gubernamental y empresarial”, elaborado por la Fundación para el Debido Proceso y la organización civil Indignación, advierte que el aumento de la industria porcícola en la Península pone en riesgo el suelo, el agua y la atmósfera, porque las granjas operan sin respetar las leyes y normas que les han establecido y, a largo plazo, dañará más las áreas naturales protegidas de Campeche, Yucatán y Quintana Roo.
El informe señala que la producción porcina anual, vista a partir del número de animales sacrificados en la Península de Yucatán, equivale a casi 2 millones de cerdos, lo cual es igual a llenar 21 veces el Estadio Azteca, si cada cerdo se sentara en una butaca.
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“De esta producción, 93 por ciento corresponde a Yucatán, seguida de cuatro por ciento de Campeche y sólo tres por ciento de Quintana Roo”, lo cual demuestra que Yucatán se convirtió en el tercer Estado con mayor producción de carne de cerdo en todo el país, después de Sonora y Jalisco.
Este incremento, para los empresarios de la industria porcícola, representa un progreso en su actividad, pero lo que no están considerando es que elevaron la producción de carne de cerdo a costa del daño ambiental en la región, porque no respetan los niveles de contaminantes que tienen los desechos de los animales, no hay una compensación ambiental por las afectaciones que están causando y no hay cuidado en el manejo del agua que usan en estas granjas para alimentar y criar a los puercos.
El informe recopiló datos en los que expone que, de 2006 a 2018, es decir, en 12 años, “la producción porcina de la Península aumentó 36 por ciento y el mayor dinamismo lo tuvo Yucatán, cuyo crecimiento fue de 39 por ciento, frente a 10 y nueve por ciento, respectivamente, de Campeche y Quintana Roo”.
El informe apunta que el aumento de la producción de carne de cerdo en Yucatán ocasionó que las granjas metan más puercos de los que deben, por lo que hay maltrato animal, pero sumado a este mayor número de cerdos, dejaron de tener regulación por parte de las secretarías del Gobierno Federal, pues tienen “un nulo reporte de emisiones y transferencias de contaminantes ante el Registro de Emisiones y Transferencias de Contaminantes (RETC) de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
Aunado a esta anomalía que esta secretaría ha desatendido, hay “inconsistencia” en el debido trámite y gestión de los permisos de aprovechamiento de agua y descarga, lo que “significa que muchas de ellas operan fuera de la ley, circunstancia que el Gobierno ha sido omiso en combatir”.
De acuerdo con la investigación del informe, Grupo Porcícola Mexicano, mejor conocido como Kekén, es la empresa con mayor producción y comercialización de cerdo en la Península y cuenta con 12.1 por ciento de la producción en México y ocupa el lugar 20 a nivel mundial.
“Este crecimiento acelerado de la industria porcícola en la Península de Yucatán tiene muchas implicaciones negativas que impactan en el medio ambiente y en el derecho de las comunidades indígenas en cuyos territorios se instalan”, alerta el informe.
Entre los daños ambientales resalta que una tercera parte de la superficie actual de la Península, ocupada por la actividad porcícola, ha sido deforestada, es decir, que 10 mil 997 hectáreas de selva fueron deforestadas para instalar estas granjas que contaminan la selva, pero además ocasionaron que especies como el mono araña, el jaguar y el loro yucateco sufran las consecuencias, porque sus hábitats fueron devastados.
Tan sólo en 2018, según el Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero, las emisiones de bióxido de carbono de las granjas porcícolas en la Península de Yucatán fueron equivalentes a las emisiones de 3 millones 662 mil 130 vehículos en México en un año.
Esta contaminación del acuífero maya, a decir del informe, tiene que frenarse, de lo contrario, el abastecimiento de agua que recibe Yucatán disminuirá o llegará con altos niveles de contaminantes que la harán inservible.
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JG