Los cenotes que se esconden bajo la tierra por todo lo largo y ancho de la Península de Yucatán, son dolinas subterráneas que pueden o no estar conectadas y su nombre viene del vocablo maya ts'onot que quiere decir "cosa honda", "abismo" o" profundidad".
Para el antiguo pueblo maya, los cenotes eran escenarios de gran importancia, ya que se consideraban portales o entradas al inframundo o como ellos lo conocían "Xibalbá", al que llegaba después de recorrer un largo camino después de morir. En este lugar vivían los dioses, los ancestros y otras criaturas sobrenaturales, como la Tsukaan, una enorme serpiente con crines de caballo.
Los mayas tenían la creencia que los habitantes del inframundo vivían de cabeza y que al ponerse al sol la tierra giraba para formar el cielo nocturno y que el origen de las aguas de los cenotes manaban de las mandíbulas de las serpientes.
“De las mandíbulas de la serpiente manan las aguas puras y vivificantes de la tierra y por debajo fluyen las oscuras y fecundas aguas del inframundo”
Al inframundo maya, o mundo de los muertos, ubicado en las cuevas subterráneas, se relacionaban diversos seres mitológicos y animales fantásticos, tales como el ave Moan, que es manifestación del dios de la muerte, combinación de ave y perro.
En el Popol Vuh está escrita la mitología fantástica del inframundo y su relación con las cuevas y los cenotes, así como la relación entre el perro y el hombre, que según las creencias, este animal podía sacrificarse dando su vida por la de los humanos.
Las cuevas y los cenotes eran considerados por el antiguo pueblo maya como lugares en donde nacía la vida, así como una fuente de agua virgen o suhuy ha', origen de algunos grupos o linajes, y espacios idóneos para llevar a cabo sus ritos y ceremonias.
Síguenos en Google News y recibe la mejor información
AA