Con el paso de unos 50 años el bullicio de la vaquería en la comisaría de Kininché se fue perdiendo y hoy sólo se escucha el ladrar de los perros. El municipio de Suma de Hidalgo es el cuarto menos poblado de la Entidad y poco a poco sus habitantes siguen migrando y las localidades se están convirtiendo en pueblos fantasma, como Kininché que alcanzó su mayor esplendor a mediados del siglo pasado y al comenzar el XXI ya estaba totalmente desolado.
En ediciones anteriores POR ESTO! presentó un reportaje sobre la comisaría de San Nicolás, de este mismo municipio, la cual se resiste a morir; de hecho, por sus calles es más común ver ganado pastoreando que personas caminando, pues, de acuerdo al censo del Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (Inegi) de 2020, sólo tiene nueve habitantes.
La causa fue la crisis henequenera, la misma que ha despoblado a la comisaría de Kininché, que de acuerdo al mismo censo sólo tienes dos habitantes.
La comisaría ubicada a tres kilómetros al Sur de la cabecera municipal se ve desolada, pues sus pobladores emigraron a Suma de Hidalgo y otros municipios en busca de mejores oportunidades.
En su estructura existe una capilla con el nombre de Santiago Apóstol, el patrono de la capilla y de la exhacienda. Existe también una desfibradora de hojas del henequén, que ya no funciona por la falta de la fibra. Era una zona muy transitada por los campesinos que trabajaban el Oro Verde, pero por la crisis y con el paso del tiempo se fue despoblando hasta quedar como hacienda fantasma.
Aún quedan en pie algunas casas que conservan su estructura, en camino al centro de la cabecera municipal. Es más, se habla de gente que venía a trabajar en esta hacienda, porque existe una de esas casas destinadas para hospedar gente foránea, así mismo, se puede ver la estructura de una escuela primaria, de 1956.
Sus habitantes fueron migrando en busca de mejores oportunidades de vida y otros fallecieron, por lo que se quedaron las casas y los pozos sin dueños. El último fue el señor Oswaldo Noh, quien ya falleció, vivía con su hijo José Zenón Noh, el cual emigró en busca de trabajo.
Las autoridades ejidales también se fueron a otro sitio y la exhacienda pasó a manos de un cubano, quien construyó una casona. De vez en cuando se le ve por el rumbo, mientras la máquina raspadora dejó de funcionar por la falta de fibra y con el paso del tiempo se vendió y quedó en el olvido.
Las dos campanas de la pequeña capilla fueron sustraídas por los amantes de lo ajeno, lo que le dio el toque de despedida a la exhacienda Kininché.
Hoy en día solamente se escuchan los ladridos de los perros a lo lejos, así como el ruido de camiones que cruzan por el pueblo cercano de Tekantó; incluso algunas mulas que deambulan por el rumbo, que son cuidadas por un encargado contratado para el hacendado foráneo.
David Trujeque, exhabitante de Kininché y que ahora radica en la cabecera municipal, comentó que hace 50 años había 100 pobladores cuando estaba en su apogeo la zona henequenera. La máquina raspadora recibía camiones con agave de los pueblos de Suma, Tekantó, Kimbilá, Citilcum, entre otras poblaciones aledañas.
En aquella época, la máquina raspaba más de un millón de hojas del henequén a la semana. Esta fuente de empleo sostenía a cientos campesinos de la zona que vivían del Oro Verde. En esas épocas, las imágenes de Santiago Apóstol, San Isidro y San Luis eran festejadas con su vaquería en julio, cuando asistía gran número de personas en bicicleta, truc u otro medio de transporte para acompañar a la gente del pueblo, todo esto pasó a la historia. Las imágenes son veneradas actualmente en la cabecera municipal.
“La plaza principal del centro también luce lóbrega”, comentó el exhabitante de Kininché.
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LV