Con la temporada de lluvias, en amplia zona comprendida entre Kinchil y Celestún el agua de los cenotes a flor de tierra rebasó los últimos días su nivel y dejó numerosos caminos, milpas, apiarios y centros productivos con zonas de encharcamiento de líquido oscuro, pestilente, contaminada con las heces fecales generadas en las granjas industriales de cerdos.
El punto crítico de la contaminación se ubica a la altura de la carretera al kilómetro 63.5, con destino a Celestún, a unos 20 kilómetros de Kinchil; es una zona de difícil acceso debido al nivel del agua. Los más afectados hasta ahora, en el aspecto económico, son los apicultores, cuyas cosechas de miel perdieron las estrictas condiciones sanitarias de exportación tras su contacto con el aire contaminado por los lixiviados. Con esa agua se riegan cultivos de cítricos, pitahaya, pepino y otros cultivos familiares.
El Consejo Maya del Poniente Chik’in-ja (agua del Poniente) es una comunidad de pequeños productores de Kinchil, agrupada para la defensa ambiental. Una de sus representantes, Matilde Dzib Dzul, informó que los apicultores y citricultores ubicados entre esa cabecera municipal y Celestún reportan encharcamientos con malos olores, moscas, tufo de las excretas de los cerdos en las brechas y en las zonas más cercanas a los cenotes a ras de tierra.
Según explican los productores, el problema se inicia en la zona comprenda entre Kinchil, Samahil y Maxcanú, donde las lluvias llevan a los ojos de agua cercanos a las granjas industriales de cerdos los lixiviados, excretas y otros desechos que se filtran en el manto freático y rebosan en las zonas más bajas de nivel del mar, es decir, cerca de los límites con Celestún.
Es un problema anual. Los productores afectados recordaron que con la asistencia técnica del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), grupos internacionales analizaron hace dos años 200 muestras extraídas de 23 cuerpos de agua, la mayoría cenotes y pozos artesanales, durante un lapso de ocho meses.
“Como resultado de ese estudio, la totalidad de las muestras dio positivo en presencia de coliformes fecales. La totalidad del líquido analizado mostró contaminación con bacterias como la Escherichia coli”, explica el apicultor Manuel Armando Casanova Solís.
La presencia y el volumen de los coliformes en la mayoría de las muestras obtenidas indican contaminación fecal en los cenotes, ojos de agua y pozos de la zona de estudio. Estos resultados son consistentes con los boletines epidemiológicos del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica para el estado de Yucatán, en los que se muestra un aumento en los casos de enfermedades infecciosas intestinales.
El Consejo Maya del Poniente Chik’in-já y el colectivo de atención comunitaria U Yutzil Kaaj, coinciden en que el 35 por ciento de las muestras evidenció la contaminación más severa según los parámetros determinados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Además de la preocupación por el agua que estamos consumiendo, también está la afectación que sufre la agricultura, nuestros animales. Todo esto por lo que viene ocurriendo con el agua. A los pueblos no nos vinieron a preguntar si queríamos que se instalen estas granjas. Nos impusieron reglas mientras nos quitan nuestra forma de vida”, enfatizó Matilde, del Consejo Maya Chik’in-já.
Los colectivos de Kinchil aseguran que la contaminación que se registra en la zona desde hace unos días confirma fallas en los métodos de saneamiento del agua de los que presume Kekén.
En las inmediaciones de Kinchil, la extinción de la actividad apícola ya comenzó a hacerse visible. Casanova Solís documentó con vídeos cómo ahora sus colmenas están prácticamente vacías. Las poblaciones de abejas han descendido manera drástica
“Los certificadores ahora sólo aceptan el dulce que se produce en apiarios que estén a más de seis kilómetros de las granjas. Si uno está más cerca, deja de ser orgánico. Hoy tenemos este problema gravísimo en toda la zona. Si esta situación continúa, también van a dejar de comprarnos miel convencional”, añadió.
La situación que padecen los campesinos, apicultores y pequeños ganaderos de la zona confirman que el modelo industrial de las granjas de cerdos es nocivo para los proyectos de desarrollo comunitarios.
JY