En la última década, se han establecido comunidades de apicultores en las zonas de manglar, como la denominada Ta’ ab Che’ Kaab, cuyas actividades ayudan a la preservación de estos ecosistemas, ya que, al colocar las colmenas, las abejas se alimentan del néctar y polinizan la vegetación costera, lo que ayuda a la economía de los productores y a la conservación del medio ambiente.
En el Litoral Oriente, la miel de mangle es una opción ante los temporales y tiempos de veda en los puertos, pues los pescadores bajan sus cordeles y aprovechan para combinar o alternar el oficio de apicultura, aplicando prácticas amigables para preservar la flora que les da sustento.
Para obtener la miel del manglar los apicultores trasladan sus colmenas hasta áreas de vegetación costera, donde la melaza es cosechada, filtrada y envasada sin ningún proceso térmico que altere sus características y propiedades. Este dulce es de color amarillo claro, con textura rasposa, y su sabor puede ser entre salado y dulce con aroma frutal.

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Además, es antioxidante, antibacteriano y antiséptico, ayudando a cicatrizar heridas y a disminuir el riesgo de enfermedades crónicas.
El ecosistema de los manglares se encuentra en constante reducción debido al asolvamiento de los esteros, donde los ríos desembocan al mar. Este proceso, sumado a la intervención humana, pone en riesgo una de las zonas más productivas y vitales del entorno natural.
Muchos apicultores han señalado que la interacción de la vegetación costera y de las abejas es beneficiosa, ya que del manglar se obtiene miel, mientras que las abejas son cruciales para asegurar la reproducción de los árboles.

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Para quienes no conocen este ecosistema, el término puede evocar la imagen de un espacio húmedo, lleno de zancudos, rodeado de lodo y con árboles colgantes. No obstante, lo cierto es que es fundamental para la vida, pues bajo sus aguas se desarrollan múltiples funciones que benefician al ser humano, y además, cientos de especies de animales (peces, cangrejos y moluscos) encuentran su hogar en este lugar.
Desafortunadamente, estos bosques salados, que juegan un papel clave en la mitigación de los efectos del cambio climático, sufren las consecuencias de las acciones humanas insostenibles, lo que repercute directamente en la economía de las comunidades cercanas.