Ayer, la iglesia de San Cristóbal, sede del santuario guadalupano en Mérida, fue nuevamente punto de llegada para peregrinos y antorchistas que, con fe inquebrantable, se acercaron a rendir homenaje a la Virgen de Guadalupe. Entre ellos un grupo de 21 jóvenes provenientes de Hunukú, Temozón, quienes destacaron por su notable cansancio que se reflejaba en ojos y cuerpos, tras una travesía de más de 20 días que pone a prueba, no sólo su resistencia física, sino también su espíritu.
Cristian Ismael Koyoc Kauil, líder del grupo, relató que la travesía comenzó como parte de una manda que realizaron para pedir la protección y guía de la Virgen en el próximo año. “Salimos de Hunukú hacia Jalisco en siete vehículos, sin descanso, con el firme objetivo de llegar a la Basílica en la Ciudad de México. Ahí estuvimos unos días, trotando descalzos en jornadas de 20 minutos para honrar nuestra promesa”, contó.
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Cada integrante del grupo tuvo que reunir aproximadamente 12 mil pesos para cubrir los costos de la travesía, que incluyó transporte, comida y alojamiento improvisado. Los vehículos que los acompañaron también sirvieron como guardia ante posibles peligros en el camino y como refugio para descansar en los momentos de agotamiento extremo.
El recorrido estuvo lleno de desafíos. Las inclemencias del tiempo y el desgaste físico fueron constantes, pero la devoción hacia la Virgen Morena los impulsó a continuar. “A pesar de todo, nada nos ha quitado las ganas de seguir corriendo. Sabemos que la Virgen nos acompaña en cada paso, y eso nos llena de fuerza”, expresó Cristian.
El grupo planea regresar a Hunukú un día antes del 12 de diciembre, fecha en la que se celebran los principales festejos guadalupanos en todo el país. Durante su recorrido, los jóvenes encontraron un perrito callejero que comenzó a seguirlos. Conmovidos por su lealtad, decidieron adoptarlo como parte de su grupo. “Es como si también él estuviera haciendo su manda. Nos ha acompañado en todo el camino, y ahora es nuestro fiel amigo”, compartieron con emoción.
En San Cristóbal, los peregrinos recibieron el calor y las oraciones de los fieles locales. El santuario guadalupano se convierte cada diciembre en un espacio de unión, donde la fe, las promesas y las historias de esfuerzo se entrelazan.
La llegada de grupos como el de Hunukú es un recordatorio del profundo arraigo que tiene la Virgen de Guadalupe en el corazón del pueblo yucateco. Entre rezos, velas encendidas y lágrimas de emoción, los peregrinos reafirman su fe en la Morenita del Tepeyac, que sigue siendo un faro de esperanza para miles de personas.