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Campeche

Don Roberto, 39 años de dar mantenimiento a los aviones en Ciudad del Carmen

Roberto de Atocha Rojas Cruz es de la ciudad de Mérida, pero desde hace varios años de mantenimiento a los aviones en Ciudad del Carmen.
Foto: Juan García
Foto: Juan García

Por herencia de su padre, Roberto de Atocha Rojas Cruz aprendió el oficio de mecánico de aviación el cual ha desempeñado desde hace 39 años de manera ininterrumpida y hoy es el único activo en el Aeropuerto Internacional de Ciudad del Carmen.   

Originario de la ciudad de Mérida, Yucatán, desde los 22 años comenzó a trabajar con su papá en el aeropuerto de la capital yucateca, a partir de ahí, comenzó su carrera que no necesitó de escuelas sino de la experiencia y el compromiso por cuidar el mecanismo de los aviones para la seguridad de los pasajeros.

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Mencionó que anteriormente los motores aeronáuticos eran muy similares a los de un automóvil, pero a pesar de los avances tecnológicos, Roberto supo capacitarse y ahora es capaz de reparar turbinas, lo que a cualquier otro mecánico actual le llevaría aprender al menos durante tres a cinco años en una universidad.

A lo largo de estas casi cuatro décadas, el yucateco, pero ahora radicado en la Isla, ha trabajado para tres aerolíneas: Aerocaribe donde permaneció por 17 años, Aeroméxico para la que laboró durante 11 años y actualmente TAR, en la cual lleva tres años, el resto del tiempo, lo dedicó a trabajar para dependencias de gobierno como la Procuraduría General de la República (PGR).

Por si fuera poco, el experto también sabe de mantenimiento a helicópteros.

El experto narró que cada día recibe dos vuelos de TAR en la terminal aérea de Ciudad del Carmen, y solo dispone de 30 minutos para realizar el chequeo de cada nave antes de que vuelva a despegar de regreso a su lugar de origen.

Esta revisión inicia con observa que la nariz y el resto de fuselaje de la nave no haya recibido golpes o abolladuras que puedan alterar la aerodinámica de la unidad, seguido de una supervisión a todo el avión para ver que no falte algún tornillo, después procede a revisar las llantas verificar que no existan tallones, además de verificar que los frenos no estén sobrecalentados.

Aseguró que su trabajo imprevisto más complicado le llevó cinco horas de reparar y se trataba de una falla en el motor.

Su mayor satisfacción, es que durante toda esta trayectoria no ha tenido accidentes y al contario, los ha prevenido, lo que le ha permitido ganarse el respeto incluso aplausos de sus jefes, pilotos y de los pasajeros.

 

 

JG

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