Mateo Kiab Moo se desempeña desde hace 40 años en la profesión de sobador de huesos, labor que realiza en su hogar en donde ha ayudado a deportistas que se lesionan al practicar alguna disciplina pues son comunes las torceduras, golpes por caídas e incluso hasta cuando alguno de los competidores sufre la dislocación de una extremidad, por lo que el “huesero”, como se le conoce coloquialmente, se encarga de dar alivio a estos males con conocimientos que ha adquirido a través del tiempo y por herencia de sus familiares.
Mateo Kiab comentó que siempre ha trabajado en la ciudad, donde diariamente recibe a clientes que lo buscan en su casa para buscar alivio al dolor por afecciones musculares y complicaciones en articulaciones, por lo que dijo que para él esta profesión es una forma de ayudar.
Explicó que “sobar” es un arte y a la vez es un “don” que le heredaron sus ancestros y que lo instruyeron desde joven en la técnica de sobar pies y manos, de lo cual aseguró que entre los conocimientos hay manera de saber que existen zonas que al ser estimuladas ayudan a mejorar las funciones de los órganos para recuperar el equilibrio perdido.
“Se trata del arte de los masajes, técnica que ahora practican personas que estudian para ser quiroprácticos, quienes también dan masajes en cadera, espalda y con las manos tocan los llamados ‘puntos principales’ del cuerpo hasta mejorar el órgano dañado”, relató.
En ese sentido, abundó que dentro de su técnica hay dos tipos de “sobadas”, la primera es para quitar migrañas, empachos, y que el segundo es para “acomodar” huesos, músculos y tendones lisiados, como el caso de jugadores después de los partidos que en ocasiones sufren lesiones.
Comentó que su domicilio se ubica a un costado del Colegio de Bachilleres plantel 01 de Hecelchakán, y acepta que se desempeña como si fuera un quiropráctico, pero sin estudios formales, aunque sí dijo que con su labor ayuda a aliviar dolores; sin embargo, en el caso de fracturas o fisura los turna con médicos especialistas pues se trata de lesiones que no se alivian con una “tallada”.
Abundó que para sobar siempre usa ungüentos y bálsamos, pero ha habido casos en las cuales los pacientes llegan con dolores que no soportan, o que al ser intervenidos les resulta doloroso al grado de gritar, por lo que en esos casos les proporciona un trapo para morder y entonces comienza con la técnica aprendida de sus ancestros: jalar la torcedura, la cual puede ser en un brazo, pies o espalda.
“A veces damos servicio a domicilio o viajamos a otras comunidades, pero siempre atendemos al cliente. Además, el 60 por ciento del pueblo cree en los masajes y la curación por este medio, pero el restante prefiere acudir con doctores que les receten férulas o aplicación de yeso”, comentó.
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CC