La Habana 500
Texto y fotos de Enriquito NúñezEspecial para POR ESTO!
Dejamos la Plaza Vieja con todos sus encantos arquitectónicos, su interesante historia y la pujante modernidad que exhibe, para encaminarnos por la calle Mercaderes hacia la Plaza de la Catedral. Esta calle, pletórica de vida y tradición, es un excelente ejemplo del trabajo de restauración que se ha llevado a cabo durante tres décadas en el centro histórico de La Habana. Decenas de nuevos negocios gastronómicos, galerías y talleres de arte, el Museo del Chocolate, el de la Cerámica, la perfumería 1791, donde te confeccionan un perfume personalizado o te brindan una sesión de aromaterapia, el Mercado de Oriente, la Maqueta de La Habana Vieja, el hotel Conde de Villanueva, el restaurante La Imprenta… Vale la pena caminar con calma por la calle Mercaderes. Y al fin cruzamos Obispo –a la que regresaremos otro día– pasando junto al hotel Ambos Mundos, donde vivió por mucho tiempo el escritor norteamericano Ernest Hemingway, y luego frente al Colegio Universitario de San Gerónimo, una de las primeras altas casas de estudio en el Nuevo Mundo, y que hoy acoge las carreras universitarias relacionadas con la restauración y conservación del patrimonio histórico y cultural de la ciudad vieja. En la esquina de O’Reilly doblamos a la derecha, para entrar en la Plaza de la Catedral por la calle San Ignacio, a su esquina sur, donde nace el Callejón del Chorro. Tenemos, pues, ante nosotros la espléndida plaza, sin lugar a dudas la más bella de la ciudad, de un inmenso valor arquitectónico y monumental. En medio del armonioso conjunto de palacios que enmarcan la plaza, es sin lugar a dudas La Santísima y Metropolitana Iglesia Catedral de La Habana, consagrada a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, la edificación más imponente entre todas las que fueron erigidas no solo en ese lugar, sino en toda la ciudad durante el período colonial.
Originalmente era un terreno cenagoso, por lo que el sitio era al principio conocido como Plaza de la Ciénaga, porque a ella llegaban las aguas que corrían a lo largo de la villa para desembocar al mar y se anegaba con las mareas. En los primeros años de existencia de la Villa, el terreno era sumamente anegadizo, pero con el tiempo se fueron desecando las tierras para construir casas, y ya en 1625 se prohibieron las mercedes de solares en algunos lugares centrales de ella. En el segundo tercio del siglo XVII era un lugar muy poco estimado por los habitantes de San Cristóbal. Durante el siglo XVII y hasta inicios del XVIII la plaza se utilizó para abastecer de agua a las embarcaciones, y para otras actividades relacionadas con la pesca y la marinería, como fabricar velas, tejer jarcias, reparar la artillería o fabricar obras de carpintería de gran tamaño. En la zona aledaña se encontraba el primer astillero de la ciudad. Hacia 1748, y después de varios intentos, la Orden de los Jesuitas construyó en el lugar el oratorio San Ignacio de Loyola. Cuando se produce la expulsión de los jesuitas de España, ya se había concluido el colegio, mas no la iglesia, y es en 1778 cuando se comienza la transformación del antiguo oratorio en una Catedral dedicada a La Purísima Concepción.
La catedral es de estilo barroco, considerada de la corriente toscana por sus dos torres campanarios laterales. Su interior forma un rectángulo, con tres naves y ocho capillas laterales, divididas por gruesos pilares. El piso es de mármol blanco y negro. Las esculturas y los trabajos de orfebrería de los altares así como del altar mayor se deben al italiano Bianchini, y las mismas fueron creadas en Roma en 1820, bajo la dirección del escultor español Antonio Solá. Entre las varias capillas que alberga el templo está la de Nuestra Señora de Loreto, consagrada en 1755 por el obispo Morell de Santa Cruz, antes de la transformación en catedral de la antigua parroquia jesuita. La misma tiene una entrada independiente, y su cúpula, que queda en un nivel inferior de las torres laterales, se puede apreciar desde los edificios aledaños. La catedral posee varias reliquias y sagrarios. En su interior se encuentra varias tumbas de personajes ilustres de la ciudad y de Cuba. La nave central estuvo ocupada hasta la independencia de la isla por un monumento funerario dedicado a Cristóbal Colón, cuando las cenizas del Gran Almirante fueron trasladadas a Santo Domingo y luego a la Catedral de Sevilla.
La Plaza de La Catedral fue la última en construirse entre las plazas coloniales, por lo que es la más nueva de las cuatro plazas principales de la ciudad. A fines del siglo XVIII su aspecto se había transformado completamente y ya nadie recordaba su antiguo nombre “de la ciénaga”. Su fisonomía cambió después que el antiguo templo de la Compañía de Jesús fue elevado al rango de Catedral, la soberbia iglesia barroca que se alza hoy en el extremo norte de la plaza. Para entonces ya existía allí alguna que otra casona de buen estilo, levantadas por los primeros vecinos que se habían interesado por construir en torno de ella. Pero más tarde la riqueza se impuso y todas fueron ya mansiones señoriales. Al recorrerla con la vista podemos disfrutar de estos palacios elegantes, otrora residencias de la alta nobleza habanera, todos ellos con títulos nobiliarios de la corona española. Entre ellos se destacan el Palacio de los Marqueses de Aguas Claras que es hoy el restaurante El Patio, el Palacio del Marqués de Arcos, la Casa de los condes de Casa Bayona, actualmente Museo de Arte Colonial.
La Plaza de la Catedral fue siempre uno de los sitios más elegantes de La Habana, lugar de celebración de importantes fiestas y ceremonias religiosas, sitio de reunión de importantes hombres de negocios, que venían a compartir sus éxitos. Era considerada uno de los más atractivos puntos de reunión entre los artesanos, comerciantes y artistas. El primer proyecto de rehabilitación de la Plaza de la Catedral se llevó a cabo entre 1934 y 1935, con motivo de su declaración como Monumento Nacional, encomendándola al arquitecto y urbanista cubano Luis Bay Sevilla, quien restituyó al lugar la prestancia de su aristocrática historia. Se hicieron los trabajos tomando en cuenta el proyecto del urbanista francés Forestier, a quien se debe el rosetón en el pavimento. Su entorno es igualmente atractivo: en la calle Empedrado, a unos metros de la entrada de la Catedral, se encuentra el célebre restaurante criollo La Bodeguita del Medio, cuna del famoso Mojito cubano. Al fondo del Callejón del Chorro se halla el Taller Experimental de Gráfica, donde trabajan muchos de los más destacados artistas del grabado, y el muy famoso restaurante Doña Eutimia. La Plaza de la Catedral de La Habana es, sin lugar a dudas, el epicentro de esta maravillosa ciudad. Es común la celebración en ella de importantes eventos de todo tipo, no solo en el espacio exterior, sino dentro de la catedral, donde regularmente se ofrecen magníficos conciertos. El Centro Wifredo Lam, en la esquina de las calles Cuba y Empedrado, donde se organiza y se proyecta la Bienal de La Habana, importante cónclave internacional de las artes visuales. Destino insoslayable de cuanto visitante llega a la capital de Cuba, es y será la más joven de las plazas de La Habana. En su Catedral tendrá lugar una misa especial la noche del 16 de noviembre de este año, como parte de las celebraciones por el quinto centenario.