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Día Mundial de la Diversidad Cultural: El arte nómada regresa a su hogar

Dulce María López González crea imágenes donde representa la identidad, la migración y el feminismo
La migración es uno de los temas recurrentes de la artista Dulce López
La migración es uno de los temas recurrentes de la artista Dulce López / Especial

Arte. Activismo. La unión de ambos puede ser muy poderosa. En la antesala al Día Mundial de la Diversidad Cultural, celebrado el 21 de mayo, POR ESTO! conversó con Dulce María López González, creadora de imágenes cuyo núcleo temático atiende problemáticas como la experiencia migrante y las causas de la movilización a otros países.

Nacida en Tolimán, Jalisco, Dulce emigraría a los Estados Unidos. “Ser migrante, para mí, representa una constante nostalgia, y quizá un enojo a la situación que me hizo migrar. Ya estando en Estados Unidos, solemos encapsularnos en la idea de querer hacer comunidad y hogar allá, pero también hay los que queremos regresar, que nunca nos quisimos ir”, comenta la artista.

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“En el momento en que volteaba más al Sur, del otro lado de la frontera”, complementa, “me pregunté por qué estábamos migrando, cuál fue la situación que me hizo salir de México. Comencé a colaborar con gente de otros países, en especial con personas de Centroamérica al ver que estábamos viviendo una situación muy similar. De ahí nace la obra "Mi acento suena a inmigración”. Profundiza: “entré a estudiar en la Universidad de Berkeley, la institución pública número uno del mundo. Como migrante, especialmente como una que viene de una zona rural, no conocí a mucha gente como yo. Verme entre gente de dinero (…) Si yo no hubiera ido a los Estados Unidos, nunca habría podido relacionarme con ese tipo de gente en México. Siento que aquí hay una división de clases muy fuerte. Siempre que regreso, me enfrento con ella”.

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Añade que, en Estados Unidos, la orillaron a renunciar a un empleo “porque yo tenía acento, y eso no es visto como algo profesional”. Sin embargo, “en lugar de sentirme enojada por mi acento o algo así, comencé a verlo como algo sumamente importante dentro de mi historia de inmigración”.

Desde el arte, Dulce María denuncia el machismo, presente a menudo en personas de distintos movimientos y géneros. “Desafortunadamente, (el machismo) está en casi todo. Es un tema que muy pocas personas están dispuestas a asentar. He visto colisiones colectivas destruirse por el propio machismo que hay dentro de las agrupaciones, y que, a veces, no se quiere reconocer. Como dicen por ahí: si uno como luchador de la justicia social no sana a sí mismo y se critica a sí mismo, termina replicando los mismos sistemas de opresión, incluso dentro de su organización”, señala.

Por esta razón, Dulce comenzó a trabajar mayormente junto a otras mujeres con distintos proyectos. “Nos damos cuenta de esa sexualización, ese machismo que cosifica no sólo a las mujeres de color. Se tiene la narrativa de mujeres poderosas, pero esa imagen se suele usar por hombres heterosexuales para dar más crédito a lo machos que son, como si fuera una medalla. De ahí nace la pintura “Humanx”, de no querer servir como un trofeo para otra persona y, en lugar de eso, ser una misma, sin la idealización ni el exotismo de ciertas expectativas”.

“El tema de la igualdad de género no lo exploré tanto hasta que crecí; no porque no lo viviera, sino que los primeros que pinté primero son los que yo quería decir”. Dulce rememora un pasado no muy lejano: “empecé por el tema de la desaparición de las personas. Comencé a entender cómo las identidades de las personas terminaban en catástrofes, como desapariciones masivas, como los normalistas de Ayotzinapa o las Hijas de Juárez. Conforme fue pasando todo eso, comencé a comprender más que, como mujer, estaba tomando un gran papel en lo que podría y no podía hacer, en temas de política y de justicia social. De por sí es peligroso ser mujer, pero estar hablando de esas problemáticas puede ser muy complicado. Esas áreas no son dominadas por las mujeres. Son muy pocas las chavas que están en esos temas; no nos toman en serio, pues. Es bastante pesado, porque debes aprender a hacerte escuchar y tomar la iniciativa”.

“Muchas de nosotras no sólo somos mujeres”, añade la también activista. “Somos, además, personas de color, migrantes y rurales. Tenemos que sacar todos estos temas para estar al tanto de ellos, para no tener problemas en otras áreas”. Paralelamente, hace notar que “las que se deben educar son las personas blancas en la lucha racial. De la misma manera, los hombres heterosexuales, principalmente, son quienes deberían acercarse a estos temas de igualdad, porque son en quienes existen más los comportamientos de opresión, incluso a decisión suya. Los necesitamos en la lucha, educándose y apoyando, o, aunque sea, donando esos dólares o pesos que ganan más que nosotras”, ríe.

El arte nómada, después de hacer visible su historia más allá de la frontera Norte, regresó a Tolimán para crear un mural. “En mi pueblo hay mucha migración por la falta de oportunidades”, dice Dulce. “Yo soy una de esas migrantes”.

“Desde que soy pequeña”, cuenta la artista, “nos hemos platicado nuestras historias en mi pueblo. La gente de Tolimán puede dar seña de ancestros de ocho generaciones. Pero, con la migración, se están yendo historias y conocimientos. Está quedando la población mayor de edad. Se van las historias con la modernización, venida de ideas americanas que nos hacen querer sentir mal de nuestros orígenes”, advierte. “Me preocupa muchísimo la memoria colectiva, que se está perdiendo. Quería hacer algo con esas historias, esos saberes, para devolverle al pueblo que me ha inspirado la pasión por la justicia, por el arte”.

 El nuevo mural, llamado "Semillas del Petacal", muestra la vida cotidiana en el municipio de Tolimán, en específico de aquella que mira al cerro y lo encuentra suyo. “Lo más importante del mural”, señala Dulce, “es el cerro de El Petacal. Quien haya leído el ‘Llano en Llamas’, de Juan Rulfo, lo podrá entender. Mires donde mires, el llano estará plano, y te verás envuelto en cerros. Pero el que más destaca es el de El Petacal, uno de los más altos. Desde años antes de la colonización, era un centro de ceremonias. Ahí se enterraba a personas que fallecían. Se creía que era mágico. Hay muchas historias en torno a él. Definitivamente es la parte más importante del mural. A la gente es lo que más le gusta también”.

En el mural, la artista quiso retratar “la cotidianidad de la ranchería de El Petacal: mujeres bordando, señores limpiando frijol u ordeñando las vacas, niños tocando la guitarra (…) También quise dibujar una mujer con el universo pintado en su cabello y con manos en las semillas, con la idea de verla como una diosa, la madre tierra, y también viéndonos como un ser de cambio”. Reflexiona: “no tenemos que esperar a alguien más que venga a hacer nuestras cosas por nosotros. Las semillas aparecen como la agricultura, esa forma de tener una vida más independiente. En Estados Unidos se paga renta por todo. El día que me corran de allá, por cualquier razón, quiero saber que en mi rancho tengo mi terrenito y que me podré poner un sembradío, un techo y no tener que pedirle nada a nadie. La tierra es una extensión de nosotros y eso que nos permite tener sobrevivencia. Desgraciadamente, hay quienes nos han hecho sentir mal por ser campesinos. Hoy en día, ¿cuánta pelea por terreno no hemos visto de parte de los gobiernos y agroindustrias? En lugar de ser nosotros los propietarios de nuestra propia tierra, ahora somos los trabajadores esclavos modernos de estas grandes industrias”.

El tiempo pasa y trae cambios consigo, a veces grises. “Últimamente se ha deforestado ese lugar, víctima de los químicos de las empresas. Desgraciadamente, aquí se han instalado muchas agroindustrias. Estamos viviendo una época de mucha contaminación. La sequía parece no acabar. El cerro no está verde como yo recuerdo que era de pequeña o como lo cuentan los abuelos”.

“Es crucial tener orgullo por nuestra identidad y sentirnos unidos en ella como pueblo”, piensa Dulce María. “Desde ahí, empezamos a tenerle más amor a nuestra comunidad y es que empezamos a hacer algo por ella. Si entendemos quiénes somos y de dónde venimos, cómo es la tierra que pisamos, la gente empieza a sentir que es posible el cambio, y que debe ser de forma colectiva”.

El arte de Dulce María sigue su camino. Para acompañarlo, el público puede visitar su perfil en Instagram (@CandyDeXocolatl) y su página: dulcemarialopez.com.

El arte original es de Dulce María López González. La fotografía del mural pertenece a Beatriz Cadenas León (@beatrizcfilms)

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