Síguenos

Última hora

¡Adiós lluvias! Este es el clima de Cancún, Quintana Roo este 22 de noviembre

Cultura

Unicornio Por Esto: Las configuraciones de las mujeres novohispanas

Las configuraciones del género femenino en la Nueva España ¿siguen vigentes en el Siglo XXI?, es lo que expone la nueva entrega semanal de la sección Unicornio de Por Esto!
Una de las técnicas que se empleó para la promoción de la construcción social ideal, fue la evangelización, promovida por la Iglesia Católica, replicando el discurso de la moralidad
Una de las técnicas que se empleó para la promoción de la construcción social ideal, fue la evangelización, promovida por la Iglesia Católica, replicando el discurso de la moralidad / Especial

Los roles de género a  lo largo de la historia están representados por  configuraciones en las personas, estos podemos encontrarlos en los textos, como crónicas, cartas o registros, en el cotidiano registrado y documentado podemos identificar las características que estas configuraciones de género presentan en las diferentes etapas de la historia, en el siguiente texto se presentarán segmentadas estas característica de la sociedad novohispana, centrando el tema en las configuraciones de las mujeres novohispanas con la finalidad de ver sus similitudes entre dichas configuraciones, el contexto social y sus diferencias entre segmentaciones similares, posteriormente analizaremos si estas siguen vigentes en las configuraciones del siglo XXI, si se encuentran presentes tal cual o si presentan modificaciones.

La sociedad novohispana, se caracterizó por ser diversa, los individuos que la conformaron tenían diferentes orígenes, desde los que provenían de España, hasta los que se encontraban ya en los lugares, provenientes de los pueblos originarios, el choque de creencias en el mismo lugar dio lugar a la reconstrucción de las normas sociales que se debían de seguir, influenciadas por las ideas europeas, una de las técnicas que se empleó para la promoción de la construcción social ideal, fue la evangelización, promovida por la Iglesia Católica, replicando el discurso de la moralidad, proyectando cuál era la conducta que debían de seguir las personas; la construcción de clases sociales.

Escritoras yucatecas en un contexto intercultural (Segunda parte)

Noticia destacada

Escritoras yucatecas en un contexto intercultural (Segunda parte)

Escritoras yucatecas contemporáneas (Primera parte)

Noticia destacada

Escritoras yucatecas contemporáneas (Primera parte)

Definir quiénes eran las mujeres de la Nueva España, no puede separarse de los ideales que se esperaban de ellas, comenzando con la exigencia hacia el género femenino sobre labores exclusivas de ellas, este podría ser un motivo por el cual no aparecía textualmente la vida cotidiana de muchas mujeres, encontramos la documentación de las mujeres que no cumplían con el ideal que se promovió, señalando que estas mujeres que presentan los textos no cumplieron con su funcionalidad en la sociedad, por el contrario, definir cómo era el cotidiano se vuelve un tema de intertextualidad, análisis de los hechos y sus contextos. Pero ninguna deja de ser mujer por estar o ausentarse en los textos, la mujer existe, esto debe quedar claro, porque sin ella la sociedad misma no existiría, el hecho de que su rol en la sociedad permita denigrar a su persona no representa la ausencia de la misma, es por ello que presentaremos configuraciones generales que presenta la sociedad novohispana, no con la finalidad de juzgarlas, sino de hacer presente su persona, denotar su importancia en la sociedad, las carencias que pudieron pasar y las desigualdades que se presentaron solo por el hecho de ser mujer.

La Mujer Novohispana

    Entendemos por Mujer Novohispánica aquellas que vivieron y se desarrollaron en la Nueva España independiente de su clase social u origen. El término mujer en esta época estaba ligado a una labor específica, cuando se refieren a ella es acompañada, como la mujer de, la esposa, la prostituta, la religiosa, la alcahueta, la abandonada, la huérfana; como si requiriera de esta labor para tener un valor como ser humano, esto entendiendo que ella no es un elemento considerado en la sociedad que pueda tomar decisiones autónomas o independientes, aparece su importancia porque figura como un personaje secundario en la vida de los hombres, entonces la mujer no contiene un valor moral dentro de la sociedad novohispana por sí sola, según Escobedo Martínez: “En otras palabras, las relaciones de género son desiguales, desequilibradas, cambiantes y, fundamentalmente, se establecen en un sistema de relaciones de poder”.

         El poder que tenía la sociedad y los hombres sobre las mujeres eran parte de la cotidianidad, este poder como sociedad era sobre su conducta y actuaban como jueces, el de los hombres está ligado directamente con su estilo de vida, ellos tenían el poder de elegir con quién se casaría, cuál sería su futuro, las actividades que debían ejercer, dependía de la moralidad y el sustento económico de las mujeres, lo único que cambia a lo largo del desarrollo de su vida era la persona con el poder sobre ella, al inicio era su padre, sus hermanos y al contraer matrimonio su esposo. El hombre en la vida de la mujer como símbolo de vida, ya que su dependencia a él era vital para sobrevivir, le proveía protección, sustento económico y la oportunidad de desempeñar algunas actividades sociales, sin ser criticada de forma extraordinaria.

         Cuando describimos el estilo de vida de la mujer novohispana vinculamos el dote, este podría ser considerado un órgano exterior de la mujer, requería de él para tener oportunidades en la vida, para ser considerada como una opción dentro de la sociedad en el ámbito del matrimonio, este dote igual era administrado por una persona exterior a ella, específicamente un hombre. Ella de esa dote no gozaba beneficio alguno más que el de la promesa de una vida aceptable, que le proveyera protección moral y económica. Como todo órgano este puede sufrir daños, puede estar expuesto y dañarse, la mujer cuidaba de este dote para tener la oportunidad, como el dote estaba compuesto de dinero en efectivo, terrenos, joyas valiosas o riqueza, fácilmente era una oportunidad para mejorar su estilo de vida o mantenerla, siempre y cuando su padre cuidara del dote de forma efectiva y pudiera negociar su futuro al mejor prospecto de marido, el ideal era uno que cuidara del mismo dote, para que su compañera de vida, tuviera la oportunidad de una vida estable.

El trabajo en la casa

El comportamiento de la mujer en sus hogares era marcado por los ideales sociales y religiosos promovidos, por una lado la mujer desde pequeña debía de aprender a desarrollarse en sus obligaciones, debía aprender de esta configuración y prepararse para cumplirla, “La educación de la mujer se programaba en casa, se aplicaba en casa y su finalidad lo constituía el hogar”. (Alma Rinda Reza pág 69).

Las mujeres en casa que eran las figuras maternas continúan el ciclo de enseñanza así como un día ellas fueron las alumnas de su madre y sus abuelas, ellas debían enseñar a sus hijas cuál era su lugar en la sociedad, debían de presentarle el ideal que se esperaba de ellas, complacer al hombre y cómo debían de comportarse ante la sociedad; dependiendo de la clase social que ocupaban variaban las labores domésticas. Las mujeres de clase alta se ocupaban de la enseñanza de sus hijos, de complacer al marido, seguir las prácticas religiosas como acudir a misa, rezar y mantener la figura del hogar deseable. En las clases inferiores sus responsabilidades en la casa aumentaban ya que muchas veces ellas tenían que obtener el sustento económico; los ideales eran que la mujer estuviera ocupada en las labores de la casa y las religiosas, pero encontramos que las mujeres de clase media o inferiores además  tenían actividades como el comercio o el servicio doméstico. (Linda Reza, pág-73-75)

         Una de las labores más relevantes de las mujeres en el hogar era la de cuidar del dote de sus hijas, incluso el de ellas mismas, conociendo la importancia de este, procurando su permanencia y asegurando un estilo igual o mejor para sus hijas era fundamental. Considerada una labor de empatía, seguramente era un lenguaje que solo las mujeres comprendían y hacían comprender a las futuras generaciones de mujeres que la dote era la base de su vida, alrededor de él giraban muchos intereses, era un tema que talvez no se comentaba abiertamente porque no era algo donde ellas tuvieran injerencia directa, pero comprendiendo su importancia seguramente desarrollaron técnicas que aplicaron para asegurarlo.

         Cuando el hombre estaba presente en la casa la labor de las mujeres era atender lo que él requería, desde la alimentación, hasta sus deseos o caprichos sexuales. Como hijas debían complacer y atender a su padre, cumpliendo con las tareas asignadas y desarrollando el papel de mujer aceptando las decisiones que había tomado para su futuro.

No sólo la esposa o las hijas debían complacer al hombre, igualmente las hermanas del mismo, incluso su madres, enseñando así la configuración y el papel del hombre.

La mujer como esposa

El matrimonio novohispano englobaba varios elementos cuya huella era palpable en aspectos como la religión y la cultura popular.

El matrimonio se presentaba como el modelo ideal para la formación de familias, y aunque éste no era obligatorio, en el contexto para más mujeres de la Nueva España era más que necesario, obligándolas a contraerlo puesto que la oportunidad de ser esposa implicaba la posibilidad de mantener o mejorar su clase social mediante acuerdos como el dote entre las familias contrayentes.

Por esta razón las mujeres de clase media o inferior enfrentaba mayores dificultades para contraer matrimonio debido a la falta de dote o sustento familiar que les permitiera una movilidad social.

Las mujeres contraían matrimonio, según estudios realizados por Claude Morin y Patricia Seed Giraud, principalmente de acuerdo a la clase social a la que pertenecían; en contraste, aspectos como la edad variaban dependiendo de las posibilidades económicas, siendo las mujeres de clases sociales bajas las que contraían nupcias a edades más tempranas (entre los 15 y los 18 años), en tanto que para las mujeres de clase alta el rango de edad era más elevado (entre los 18 y 20 años).

Una vez casadas, se consideraba que las mujeres estaban listas para cumplir con sus roles como esposas y madres, y si estas no cumplían con lo esperado podían ser acusadas e incluso abandonadas por sus esposos.

Mucha de la responsabilidad para el funcionamiento del matrimonio recaía en la mujer, de quien se esperaba fuera fiel a su marido, cumpliera sus exigencias, le brindara hijos y cuidara de ellos, a su vez que debía asumir las obligaciones morales que la sociedad le exigía; el incumplimiento de estas exigencias implicaba a menudo ser acreedoras de señalamientos, del repudio público, e incluso de castigos.

Las mujeres tenían dos alternativas: 1) seguir los parámetros legales y morales y aceptar sin chistar la agresión o 2) reaccionar contra la violencia protestando o resistiéndose. Esto quiere decir que había mujeres que optaban por elegir actitudes que ponían en entredicho la supremacía masculina. Aquellas que se resistieron o protestaron ante una agresión, fueron las que cuestionaron la autoridad patriarcal, lo cual, en ocasiones, las llevó a pagar un precio muy caro, incluso con la vida, por su transgresión (Esdobedo Martinez. pág. 5)

Aunque no todos los matrimonios eran violentos y posiblemente existían matrimonios exentos de malos tratos, en dichas excepciones la disparidad de poder en la relación seguía desfavoreciendo la vida de las mujeres, incluso en aquellas que podían desenvolverse en hogares privilegiados, libres de las cargas adicionales asignadas a su rol de género.

El honor de la mujer

El honor de la mujer era un tema de discusión pública, desde la Iglesia, que promovía y vigilaba que las mujeres siguieran los mandamientos de la institución, en particular los asociados a la sexualidad. Es así que quienes faltaran a las ideas de castidad y “virginidad” eran señaladas y juzgadas por la sociedad.

Esta idiosincrasia limitaba los vínculos que una mujer podía tener, pues dirigirle la palabra a una persona “incorrecta” podía significarle la pérdida de su dignidad y reputación. En este sentido, el hombre igual era un elemento clave para el honor de la mujer, ya que, con la entrega del dote, los maridos debían cumplir la obligación de ser buenos esposos y proveer el bienestar de su familia, pero las faltas a estos acuerdos no les significaban un juicio tan severo.

Por ejemplo, los hombres podían cometer infidelidad, pero a menudo no eran señalados como responsables, por el contrario, se le responsabilizaba a la mujer por no proveer y complacer a su marido; en el caso de las mujeres infieles, eran ellas las condenadas y su honor destrozado por la sociedad: “las salidas descontroladas de las damas o la infidelidad de la esposa se consideraban como dos de los más graves pecados femeninos ya que comprometían la sucesión del linaje familia” (Baena 2011: 98).

         Para que una mujer tuviera el honor intacto, debía seguir los ideales sociales y religiosos, ser buena esposa, buena madre, no faltar a los oficios religiosos, pero las mujeres que se salían de los estándares eran sujetas que su honor fuera puesto en duda. En este sentido, Ana Atondo presenta lo que posiblemente sería la clasificación del honor para las mujeres “Según los criterios morales vigentes en la época existían, entre otras posibles categorías morales, dos tipos de mujeres: la digna compañera del hombre y la mujer de mala vida” (pág 65).

La prostitución

Se les denominó prostitutas a las mujeres que no cumplían con el ideal esperado, lo cual significaba una pérdida total del honor; en otras palabras, se denominó como prostitutas a las mujeres que carecían de dote, de protección, y que buscaban una forma de sobrevivir en la sociedad novohispana, la cual no les brindó oportunidades de desarrollarse económicamente de forma independiente.

Las mujeres señaladas como prostitutas eran aquellas que encontraron una forma de proveer su sustento mediante la sexualización de su cuerpo, cuyos principales consumidores eran los hombres, pero estos no solían ser ni señalados y mucho menos perseguidos por adquirir los servicios de las mujeres que se dedicaban a este oficio.

“Estos dos casos permiten observar la facilidad con la cual ciertos hombres proponían la prostitución como una alternativa para la sobrevivencia de mujeres pobres. Ellos no parecen considerar esta práctica como un atentado contra las costumbres, sino como un medio lícito de las mujeres miserables para obtener su sustento”, explica Ana Atondo.

         Vemos a la mujer en la prostitución como la persona que rompe los esquemas del matrimonio y los ideales femeninos, pero esto no le quita valor a la mujer como persona, y en el contexto novohispano denotaba su rebeldía y resistencia ante una sociedad que limitaba las opciones para vivir de forma digna fuera de la estructura patriarcal.

Las configuraciones novohispanas vigentes en el siglo XXI        

Las mujeres del siglo XXI, pertenecen a la sociedad como miembros activos y no requieren estar ligadas a una labor por ser mujeres para ser parte de la misma; aunque esto es una realidad se presentan algunos aspectos que comparten con la configuración novohispana, como es el caso de la mujer como esposa, si es cierto que existe mayor libertad para elegir esposo y no requieren de él para desarrollarse, o de un dote para contraer matrimonio, aún se mantiene la configuración de ser buena madre y buena esposa, que ella se dedique a las labores domésticas y la educación de los hijos, liberando al hombre de la responsabilidad paterna que contrae al tener hijos. En algunos casos las mujeres aún son sometidas por los hombres, como si ellas no pudieran trabajar porque no les es permitido, porque deben atender a las labores mencionadas o solo por el simple hecho de ser mujer.

         La violencia en los matrimonios por no seguir las ideas que hoy llaman patriarcales, que son muy similares a la idealización novohispana de las esposas. Estos actos violentos siguen vigentes, pero ahora pueden presentarse quejas y las autoridades civiles protegen a las mujeres que sufren violencia doméstica.

         El honor de la mujer, si bien puede ser comentado por otro miembro de la sociedad, este no debe ni tiene la facultad sobre el mismo, el honor de la mujer le pertenece a ella, a comparación de la mujer novohispana, no hay acto o acción que la mujer pueda hacer que le quite o disminuya su honor, este honor es íntegro y lo posee por el simple hecho de existir.

         La infidelidad sigue siendo una causal de separación entre matrimonios, aunque en algunas ocasiones la sociedad critica más a las mujeres, este acto es considera discriminatorio y desaprobado por la sociedad, a comparación de la sociedad novohispana que promovió el castigo a las mujeres, el fin del matrimonio ahora ya no es complacer al hombre, desde diferentes perspectivas el matrimonio del siglo XXI puede ser para la procreación, para compartir la vida con otra persona o por el simple cumplimiento de una tradición.

         La prostitución y las mujeres del siglo XXI, aparentemente son muy diferentes, pero el origen y la configuración de la mujer novohispana sigue presente y vigente, aunque no toda la sociedad las orille a este estilo de vida, las siguen encajonando en que ellas son las responsables de algunas infidelidades, ellas son las que provocan los encuentros, deslindando a los hombres de responsabilidad, lo que hoy podría llamarse industria, donde el cuerpo de la mujer  es sexualizado y vendido al mercado, entonces como existe una demanda siguen contribuyendo al ciclo. Las mujeres que tienen la oportunidad de salir de este estilo de vida, son señaladas por sus acciones del pasado y muchas veces discriminadas.

Conclusiones

Las mujeres y las diferentes configuraciones que se presentaron en la Nueva España, son producto de ideas para la construcción de una mejor sociedad, aunque muchas veces los aspectos del bienestar colectivo no fueron tomados en cuenta y encontramos grupos opresores y privilegiados, sobre otros que son marginados, señalados y denigrados. La distancia de temporalidad entre la mujer novohispana y la del Siglo XXI es significativa, a pesar de los avances vemos cómo las configuraciones del pasado que fueron promovidas con mucha insistencia y aceptadas por la sociedad, dieron como resultado la resistencia a algunos cambios sociales, como el hecho de que la mujer ya tiene su respectivo lugar en la sociedad pero algunos individuos de la misma, por las mismas creencias que han resistido en la configuración social, creen que tienen la facultad de omitir a la mujer y quitarle su lugar.

         Debemos de aprender de los fallos en nuestros sistemas sociales, las configuraciones son el reflejo de lo que estamos haciendo como sociedad y hacia dónde vamos, es por ello que debemos de evaluar nuestro comportamiento e impacto social como individuos, generando lugares seguros, para el desarrollo integral de todos los individuos, generando oportunidades sin discriminar y abriendo paso a las futuras generaciones.

Las configuraciones han demostrado que pueden ser perjudiciales o benéficas dependiendo la dirección que les demos, si damos solo privilegios y poder a un sector el equilibrio social deja de existir, esto afecta no solo a la moral social, igual al ámbito económico y educativo, entre otros.

Sabemos que la Nueva España y sus ideales siguen presentes, pero leyendo y documentándose de los orígenes de estos, podremos elegir seguirlos o tomarlos como experiencias y construcción del pasado, para no repetir acciones que no beneficien el crecimiento social.

Valeria Valentina Puc Chan.- Estudiante de la Licenciatura en Literatura Latinoamericana por la UADY. Poeta y escritora. Creó el Proyecto Cultural Maquech. Fundó el espacio para publicar obras El rincón del Arte.

Miembro del Comité Organizador del Congreso Interuniversitario de Estudios Literarios y Lingüísticos (CIELL 2022).

Síguenos en Google News y recibe la mejor información

JG

Siguiente noticia

Rapiñan refrescos de tráiler volcado en carretera Sabancuy-Champotón