Marta Núñez Sarmiento*
XXXI
No obstante los progresos que las cubanas han alcanzado en cuanto a disfrutar de igualdad y equidad con respecto a los hombres, e incluso superarlos en muchas de las esferas de la sociedad, y pese a las evidentes transformaciones que ello ha producido en las relaciones de género, la ideología patriarcal todavía impera en Cuba. Este es el tercer contra las personas LGBTI que explica por qué la homofobia se mantiene como una tendencia generalizada en la población. Las miles de variantes del machismo están entronizadas consciente o inconscientemente en los modos de pensar y actuar de todas y de todos. Prevalece en que el fardo de las tareas del hogar recaiga sobre ellas, en la violencia contra la mujer, en las manifestaciones sexistas que están presentes en los medios de comunicación y en prácticamente todos los aspectos del imaginario popular. Entre estos últimos se encuentran los signos homofóbicos.
Estos se evidencian en los chistes con los que se burlan de las personas LGBTI, en el léxico popular que emplea como improperio la palabra con la que se identifica a los gays y en los sucesos ocurridos en centros nocturnos, donde se prohíbe que las personas que no se adscriben estrictamente a la heterosexualidad expresen sus caricias. Tal pareciera que los homofóbicos cubanos no leyeron la nueva Constitución de la República. Expliqué en artículos previos que una cuarta parte de quienes intervinieron en los debates del proyecto de la Carta Magna se manifestaron en contra de aceptar su Artículo 68 que legalizaba el matrimonio entre personas del mismo sexo. ¿Por qué?
Hay quienes argumentan que estas opiniones se debieron a que ciertas denominaciones de las religiones protestantes promovieron entre sus creyentes anular este artículo. En las paredes exteriores de los templos de estas religiones aparecieron mantas enormes con lemas que instaban a la ciudadanía a oponerse a esta propuesta constitucional. Divulgaron también estas consignas en las redes sociales. Sin embargo, la mayoría de las iglesias protestantes cubanas se enfrentaron a estas “órdenes” con pensamientos inteligentes apegados a la idiosincrasia cubana. Yo no comparto este sentir, porque los cubanos son mayoritariamente creyentes en “lo Divino”, multirreligiosos y en las formas de expresar su religiosidad muestran un gran arraigo en las religiones afrocubanas. Entre estas últimas, la yoruba o santería, al parecer, es la preponderante y muchas de sus deidades son andróginas. He conversado con especialistas en estas religiones para indagar si ellos consideran que ellas son las causantes de la homofobia en Cuba. Me responden que no, que la religión que más influyó en estas actitudes fue la católica, no en el presente –porque solo 3 % de los cubanos la practica con toda seriedad–, sino en su actuar constante a lo largo de la etapa colonial cubana.
Lo que sucedió históricamente fue que, al ser el catolicismo el credo oficial que la Corona española impuso en su colonia cubana entre 1492 y 1898, muchos de sus prejuicios se entronizaron en las ideas y conductas de los cubanos, entre ellas, el concepto que quien no procree tiene que ser rechazado. He ahí, según estos académicos, donde radican las raíces de la homofobia creadas por la religiosidad, porque quien practique una sexualidad “contra natura”, tiene que ser excluido. Este es un claro ejemplo de cómo las actitudes de cualquier tipo se construyen en la sociedad a lo largo de la historia, en este caso, por el ejercicio de poder del catolicismo en la política con la que España gobernó a su “Fidelísima Habana” y al resto del país por cuatro siglos.
Pero perduran otras razones para que subsista la homofobia.
Las cubanas Rita Pereira y Natividad Guerrero explican en su libro Conflictos humanos. Una aproximación desde la ciencia y la vida a la orientación sexual (2015) que, “A partir de la familia, la niña y el niño están compulsados a mimetizar una conducta sexual a imagen y semejanza de las expectativas programadas desde que, al momento del parto, se hacen evidentes los genitales externos. La persona, desde el nacimiento, está sujeta a la percepción y asimilación progresiva de símbolos y significados en este entorno cultural primario. Como ambiente cognitivo singular, en el marco de la familia se inicia y desencadena un proceso de enseñanza y educación, que por evolucionar desde edades tempranas va configurando la identidad personal, genérica y sexual.
“Este proceso de creación, continuo y singular, expone a hijas e hijos a una narrativa asumida e inherente a un legado histórico relacionado con la sexualidad, que habla sobre el cuerpo, su lenguaje y la gestualidad. Habla de lo que es correcto y no, en las relaciones interpersonales, en las relaciones que los propios niños y niñas “deben” tener con su cuerpo y con las otras personas. La familia produce, reproduce y legitima estos significados. Pauta los límites de lo que se identifica y establece como ‘normal’ y ‘desviado’, a partir del ideario cultural de cada grupo social y territorio, y su inherente ideología sexual”.
Las autoras definen la ideología heterosexista como “un sistema de creencias que no solo explica las relaciones y diferencias entre heterosexuales, homosexuales y bisexuales, sino que toma una de las orientaciones sexuales –la heterosexual– como parámetro de lo humano, que quiere decir lo normal”.
La buena nueva reside en que el poder del patriarcado va decreciendo porque la Revolución lo enfrentó y aún lo enfrenta. Primero se evidenció en los progresos contundentes e inacabados de las cubanas y, desde 2011, cuando convirtió la lucha contra la homofobia en un tema de la más alta política. Se comporta así porque practica un proyecto socialista que no admite discriminación alguna. Pero, parafraseando a Galileo, “el machismo aún se mueve” o, más bien, agita comportamientos homofóbicos, que es el tema de este trabajo.
Existe en Cuba desde mediados de los años setenta del siglo pasado una institución que ha contribuido a construir en las actitudes de la población una sexualidad sana y consciente. Primero se llamó Grupo Nacional de Trabajo para la Educación Sexual (GeNTES) y, a partir de 1989, adoptó el nombre de Centro Nacional para la Educación Sexual (Cenesex). En ambos casos participan en ellas el Ministerio de Salud pública (Minsap) y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Entre sus tareas ha estado promover conocimientos sobre la sexualidad en tanto se le considera como uno de los derechos que tiene la población en todas sus expresiones de la orientación sexual y de la identidad de género. Para ello publicaron textos, formaron a especialistas para multiplicar sus orientaciones, orientaron a los medios de comunicación –aunque en los primeros años con poca efectividad–, crearon un programa para la educación sexual dirigido a los estudiantes desde el cuarto grado hasta el doceavo, que solo funcionó con carácter obligatorio desde 2011.
De todas las funciones que ha cumplido esta institución desde su fundación, me referiré a aquellas que luchan contra la transfobia, que es la discriminación que sufren los seres humanos transgéneros, quienes son los más dolorosamente excluidos. Son las personas que sufren por sentirse inconformes con la sexualidad que les han impuesto, siguiendo los patrones culturales que les imputa la sociedad de acuerdo a sus genitales al nacer. Experimentan que están atrapados en un cuerpo equivocado, porque este no se relaciona con su identidad de género. El Cenesex ha ido creando sobre bases científicas programas para integrar a las personas trans a la sociedad cubana de manera que disfruten los derechos de todos los ciudadanos.
Mariela Castro Espín, directora de este Centro, explicó el origen de esta denominación genérica en su artículo “La integración social de las personas transexuales en Cuba” (revista Temas, No. 80, 2014). Reveló que:
[…] es la reflexión biomédica la primera en generar un análisis específico y la de mayor impacto social sobre el tema que hoy llamamos Transexualidad. En la literatura médica (occidental), las primeras referencias sobre personas que rompían con las normativas médico-jurídicas del género, se atribuyen al alemán Richard Freiherr von Krafft-Ebing, en su obra Psycopathia sexuales (1886). Desde entonces, los principales aportes al tema provienen de la medicina, y no es hasta mediados del siglo xx que aparecen contribuciones desde una perspectiva psicoanalítica y etnometodológica. Posteriormente, fueron apareciendo otros aportes significativos desde la psicología social, la sociología y la antropología.
El impacto de la visión médico-patológica sobre las ciencias sociales, en el análisis de la pluralidad de identidades no normativas, ha contribuido a fortalecer los estereotipos que conducen a su rechazo, discriminación y exclusión social. En este contexto nace la noción de transexualidad como enfermedad y queda emplazada bajo el control social de la psiquiatría. En consecuencia, las conductas transexuales se reconocen negativamente como anormales, perversas, trastornadas y desviadas.
A partir de su niñez, las personas transexuales padecen durante sus vidas esta contradicción entre sus cuerpos biológicos con relación a su identidad de género y a su orientación sexual. Estos conflictos los sufren en sus ámbitos privados, los más íntimos, al igual que cuando manifiestan públicamente sus preferencias genéricas.
En Cuba el Cenesex practica tres vías para contribuir a solucionar estas contradicciones.
La primera es la que se decide en las consultas médicas especializadas de ese centro, en las que un grupo multidisciplinario de especialistas altamente calificados decide si las personas que acuden a ellas son transexuales. Ojo, no debe emplearse el término “diagnosticar”, porque este comportamiento no es una enfermedad. (Les confieso que al principio de adentrarme en este tema yo usaba este concepto, lo que significaba que inconscientemente coincidía con la idea errónea que ser transgénero es un padecimiento). Los especialistas, junto a la persona trans, deciden si ella puede someterse a una cirugía para cambiar sus genitales de manera que coincidan con su identidad de género o si le someterán a un tratamiento hormonal. En todos los caso, estas personas contarán con la ayuda psicológica que requieran.
Seguiré comentando este tema en el próximo número.
Continuará.