La participación ciudadana es un derecho consagrado en nuestra Carta Magna. Los artículos 9 y 35, fracción III, de la Constitución establecen el derecho que tenemos, los ciudadanos a asociarnos y participar de manera pacífica en la vida política de nuestro país.
Varios tratados internacionales también reconocen nuestro derecho a asociarnos libremente. Se trata, por si fuera poco, de un derecho humano fundamental. Así consta en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). También el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos adoptado por la ONU en 1966 establece este derecho. Por último, la Convención Americana sobre los Derechos Humanos de 1969 estipula la posibilidad de reunirnos pacíficamente para lograr nuestros fines políticos.
¿En qué forma podemos participar? Cada día debemos actuar como ciudadanos, comenzando por lo más elemental como respetarnos y respetar a quienes nos rodean y cumplir las reglas de convivencia, de tránsito, etc. Sólo participando activamente podremos transformarla. No existe Presidente, Secretario de Estado, Procurador o Fiscal, mago o brujo, alquimista o chamán, que pueda resolver los problemas en el mundo; la solución es que despertemos participando y actuemos como ciudadanos republicanos.
En cuanto a los partidos políticos, la Constitución determina que su objetivo es promover la participación del pueblo en la vida política del país. También fueron concebidos por los constituyentes como un medio para que los ciudadanos tuvieran acceso al poder público. Nuestra Constitución establece claramente, asimismo, en su artículo 41, fracción I, que sólo los ciudadanos podrán formar partidos políticos y afiliarse a ellos. Pero observa la realidad y juzga qué tanto se cumplen estos preceptos. No en balde el ensayista y periodista español Francisco Rubiales afirma con severidad lo siguiente:
“Los partidos figuran en las diferentes constituciones democráticas del mundo como ‘canalizadores’ de la participación de los ciudadanos en la democracia, pero han confundido los términos y se han transformado en ‘colonizadores’ y en ‘tapones’ de esa participación. De hecho, los partidos monopolizan hoy la política y han expulsado de ella al ciudadano, olvidando que únicamente el ciudadano es el que da sentido y legitima la democracia. Ese ciudadano libre, dueño de su destino, depositario de la soberanía y decidido a ejercer el autogobierno, representa, evidentemente, el mayor obstáculo para unos partidos políticos dirigidos por las élites profesionales decididas a dominar a toda costa”.
¿Quién concurre en la participación ciudadana? Si me lo pregunto es porque no siempre es fácil separar nuestros intereses personales de los de nuestra comunidad. Como individuos, y como ciudadanos, tenemos derechos propios y precisos. No hay que olvidar que, sea cual sea la forma en que se decida participar, los titulares somos siempre los ciudadanos, aunque no ponemos en práctica esas formas en tanto ciudadanos individuales, sino como parte de un grupo social. La participación ciudadana debe ser, pues, expresión de la voluntad popular.
Autor del libro “Manual del Poder Ciudadano”.
Twitter: @UlrichRichterM
Por: Ulrich Richter