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Opinión

La innovación más trascendental

Desde el fondo de los tiempos, toda la energía que se conoce y se utiliza en la Tierra, incluidas la contenida en la leña y el carbón, el petróleo, el gas y el uranio, el viento, las cascadas y las mareas, los terremotos y los volcanes, los rayos y los truenos, los bueyes y los caballos, los pájaros, la electricidad, la dinamita, el TNT, el C4 y las bombas atómicas, incluso la inteligencia, la pasión, la ira y la fuerza de los humanos... es producida de la misma manera, en el mismo lugar e importada a la Tierra desde el Sol.

Según estimados, desde hace unos 4 mil 600 millones de años el Sol emite energía producida mediante la fusión nuclear, un proceder que hasta ahora no había sido posible recrear en la Tierra y es lo que acaban de hacer científicos estadounidenses en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, en California, en lo que tal vez se trate de la más importante innovación de todos los tiempos.

En las entrañas del Sol, el más eficiente de los reactores atómicos, ocurren constantemente explosiones nucleares cuyos efectos llegan hasta nuestro planeta en forma de radiaciones que, en unos ocho minutos recorren 150 millones de kilómetros. En ese tránsito, al cruzar la atmósfera terrestre, de 1,000 kilómetros de espesor, tales radiaciones se filtran, se consumen, se debilitan, se desvían, se dispersan y se enfrían. Al enfriarse, el mecanismo de transferencia calienta la atmósfera, la tierra y los océanos. De ello depende la vida y la vida inteligente en la Tierra.

Mediante procesos conocidos, descritos en la literatura y al alcance de los escolares, en miles de millones de años esa energía se transformó en leña, carbón, uranio, petróleo y tejido vivo, lista para que los humanos, con su infi nito talento, idearan el modo de recuperarla o como se dice “generarla”, primero con el dominio del fuego hasta llegar a lo máximo que consistió en la fisión nuclear, creando, desde los años 50 del pasado siglo, plantas electronucleares. En esa época, se llegó a creer que la producción de electricidad en esas instalaciones resultaría tan barata que no sería negocio producirla.

No resultó así. Producir energía eléctrica a partir del átomo y del uranio es demasiado complicado, peligroso y extremadamente caro, tanto que 57 años después de haber comenzado su producción, con 447 reactores en 31 países, aporta apenas el 4.3 por ciento del balance energético mundial; de hecho, antes de que se generalizara, ha comenzado a ser abandonada.

La diferencia de la tecnología utilizada del Sol para producir energía y las empleadas por las plantas nucleares radica en que, mientras en el “Astro Rey” se realizan procesos de fusión atómica, es decir, de unión de los átomos, en los reactores nucleares creados por el hombre tienen lugar la fisión o división de los átomos.

Otra diferencia trascendental es que, mientras en las industrias terrestres se utiliza el uranio, mineral altamente radioactiva en extremo dañino para la salud, el Sol emplea hidrógeno que, además de ser la sustancia más abundante en el universo, es totalmente inocua.

Según se ha conocido, el pasado 5 de diciembre los gigantescos y superpotentes rayos láseres de los laboratorios Lawrence provocaron el estallido de un cilindro del tamaño de la goma de un lápiz lleno de hidrógeno, lo cual provocó una emisión de energía por fusión nuclear, cosa que, hasta ese momento, solo se realizaba en el Sol. A nivel experimental, por primera vez, utilizando la fusión se produjo una ganancia neta de energía al producirse más de lo que fue necesario utilizar para generarla.

No se trata solo de una nueva forma más eficiente, ilimitada y económica de producir energía, sino que se hace con independencia total de los materiales conocidos y con empleo de hidrógeno, la sustancia más abundante en el universo y en la Tierra y de las más inocuas. Adiós a la leña, al carbón, al petróleo y al uranio, y con ellos a las especulaciones y las guerras por la energía. Falta tiempo, para que sea comercialmente viable, pero ahora se sabe que es realizable.

Nadie debería preocuparse por no comprender todavía qué es la fusión nuclear ni cómo se realiza. La mayor parte de los humanos no conocen cómo funcionan las torres de craqueo para refinar el petróleo, los motores de combustión interna que mueven autos, trenes, aviones y buques y mucho menos entienden la técnica de los reactores nucleares.

No obstante, me comprometo a esforzarme para, en el límite de mis posibilidades, difundir esos saberes. Por ahora disfrutemos la noticia de que la humanidad, en una gestión de paz, ajena a la guerra, acaba de rebasar el umbral de la prehistoria energética.

 

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