Si bien es cierto que Taiwán, con 24 millones de habitantes, es parte de China, también lo es que, desde hace 74 años, la isla disfruta de total independencia. En ese período, breve en la milenaria historia china, se ha creado un status quo que hasta hoy la República Popular China y las autoridades taiwanesas han observado, lo cual explica que, aun en medio de enormes tensiones, hayan coexistido en paz.
Aunque carece de reconocimiento internacional, en siete décadas, en la isla se perfilaron prácticamente todos los elementos que hacen a un país. Taiwán cuenta con constitución, efectúa elecciones, posee Gobierno, Parlamento y Fuerzas Armadas propias, dispone de moneda y de una legislación completa, emite pasaportes y documentos de identidad, recauda impuestos y tiene sus propias políticas sociales, entre ellas un sistema educacional, emite pasaportes y, lo más importante cuenta con una poderosa economía, la séptima de Asia y la 22a en el mundo.
Aunque nunca ha dejado de reivindicar sus reclamos sobre Taiwán, la República Popular China no ha acudido a la violencia e intentado acercamientos que han resultado fructíferos. En 1993, representantes de los Gobiernos de Taiwán y China se reunieron en Singapur para examinar las relaciones entre ambos. En 1998, se efectuó en Shanghai un segundo encuentro en el cual China propuso que Taiwán adoptara un modelo similar al de Hong Kong -un país, dos sistemas-.
No obstante, que en el año 2000 los partidarios de la independencia alcanzaron la presidencia de Taiwán, en el 2005 el líder del Guomindang, Lien Chan, viajó a China donde se reunió con el presidente, Hu Jintao y, en el 2010 China y Taiwán firmaron un acuerdo comercial para intercambios por unos 110 mil millones de dólares anuales. Las relaciones facilitaron que unas 40 mil empresas taiwanesas se instalaran en China, donde invirtieron alrededor de 80 mil millones de dólares.
China, que ha combinado presiones y seducción, ha trazado una línea roja consistente en el principio de que: existe una sola China de la cual Taiwán es parte. De hecho, mientras Taiwán no la cruce, el statu quo estará vigente.
La línea funciona también para terceros, cosa aceptada por Estados Unidos y la ONU al reconocer la realidad de una sola China. No obstante, debido a las amenazas de los sectores separatistas de Taiwán acerca de la proclamación de la independencia, las constantes provocaciones de los Estados Unidos y las incertidumbres creadas por la guerra en Ucrania, se teme que, el próximo encontronazo bélico de significado global no será el de China contra Taiwán, sino contra Estados Unidos por Taiwán.
El catastrófico evento pudiera ser provocado por los separatistas taiwaneses que, estimulados por la zaga ucraniana y el apoyo Occidental, se animen a autoproclamar la independencia, lo cual China ha dicho que no tolerará. Un conflicto así pudiera arrastrar, entre otros, a la OTAN, Japón y Corea del Sur, así como a Israel y Australia. Entonces pudiera configurarse un escenario de “Occidente global”, contra China y, probablemente, contra Rusia e Irán, mientras América Latina se proclamará neutral o mirará para otro lado.
No me animo a especular cómo serán las operaciones militares en caso de que fatalmente se desate el conflicto, aunque dudo que China caiga en la trampa que ha llevado a Ucrania a atacar a su propio territorio y en Donbass a combatir contra su propio pueblo. En todo caso, espero que quienes tienen que cesar las provocaciones lo hagan y el statu quo vigente se mantenga. China ha esperado más de 70 años y no parece estar apurada y a Taiwán no le ha ido mal. Mal nos iría a todos si se desata otra carnicería.