Durante la Revolución industrial se construyeron máquinas que imitaban movimientos humanos. La Inteligencia Artificial (IA) ha ido más lejos al tratar de reproducir en formato digital el funcionamiento del cerebro. La base de ese empeño es la constatación de que, desde cero, los humanos son capaces de aprender. La especie prevaleció, sobrevivió a todas las adversidades y progresó porque, junto con esa capacidad, desplegó la inteligencia.
Los humanos no nacen inteligentes. Al nacer carecen de la capacidad de pensar y de hablar, lo cual se incorpora con el crecimiento, convirtiendo el conocimiento en un fenómeno social, mezcla de evolución orgánica y progreso cultural.
Asombra la velocidad al que tales procesos discurren. En esas etapas el sistema nervioso central, el cerebro y la memoria se desarrollan desempeñando roles fundamentales, pero ni el cerebro segrega la inteligencia como el hígado secreta, la bilis ni la memoria es un almacén de conocimientos. La inteligencia (palabra introducida por Cicerón), no es un producto totalmente natural, tampoco artificial, más bien es social.
Una particularidad del aprendizaje y el desarrollo de la inteligencia es que, junto al reflejo de la realidad objetiva, surge la capacidad de abstracción que permite generalizar, imaginar, fantasear y crear. El arte, incluidas ciertas experiencias de arte rupestre son actos creativos. En la naturaleza no hay números sino cosas, tampoco música sino sonidos y algunos artistas tienen la capacidad de plasmar realidades que nunca existieron.
Así los humanos crearon los valores, también, dicho sea de paso, los antivalores. De joven conocí la enigmática expresión de Karl Marx, acerca de que: “La historia de la humanidad se escribe con pautas situadas fuera de ella”, lo cual aludía a una capacidad humana o, lo que es igual, de la inteligencia, de anhelar y luchar por lo que no existe. Más complicado aún es hacer inteligible el surgimiento y desarrollo de la espiritualidad, la voluntad y la fe, elementos asociados a la inteligencia, aunque no dependen totalmente de ella.
Con esos atributos, las criaturas que somos, movidos por ignotas palancas, escapan de los límites establecidos por la naturaleza convirtiéndose en seres biopsicosociales. La condición humana incluye algo todavía más misterioso que la inteligencia que es la espiritualidad y el mundo interior, las emociones y las tendencias a lo gregario. Internet y la Inteligencia Artificial, incluido ChatGPT, son innovaciones trascendentales que por avanzadas escapan a la comprensión de muchos contemporáneos, cosa que ocurrió antes con la psicología, la cibernética y la genética, la biotecnología y la ingeniería genética, la clonación y los trasplantes de órganos, el cultivo de plantas genéticamente modificadas, la fusión y la fisión nuclear y otras conquistas de la inteligencia.
Lo más grave es que existen jerarquías investidas de poder que, por sinrazones, temores o prejuicios, confrontan las innovaciones, obstaculizando su desarrollo, llegando incluso a prohibirlas asumiendo posiciones inquisitoriales. Es parte de la lucha.