Conocidos plenamente los resultados electorales cuyas cifras dejan ver la incuestionable ventaja de Joaquín Díaz Mena sobre su más cercano contendiente, y desde luego el logro de haber obtenido el mayor número de votos para la gubernatura en la historia local, la ciudadanía puede preguntarse sin rodeos cómo se comportará el pacto federal entre el Gobierno de Huacho Díaz y el de la presidenta electa, doctora Claudia Sheinbaum Pardo.
Conviene recordar, si quiera sea de paso, que el federalismo que describe las líneas de interacción entre los niveles de Gobierno es la forma de organización política del Estado mexicano en la que los estados de la Federación son completamente soberanos y se mantienen unidos mediante un acuerdo nacional.
A partir de estos elementos puede señalarse un hecho primordial: que a través de este régimen la inmensa mayoría de los recursos públicos que ingresan a Yucatán proceden de la federación, y en menor cuantía de los aportes estatales.
En este sentido, la realidad conduce a efectuar un ejercicio necesario para examinar los alcances del federalismo en el sexenio a punto de concluir, ya que ubicados en un escenario en el que el gobierno yucateco era conducido por una administración opuesta, y hasta contradictoria al Gobierno de la República, por su visión gerencial de las políticas públicas, frente a la práctica de la federación que priorizó el combate a la pobreza a través de programas sociales ponderados por organismos como el Coneval, se respetó puntualmente la soberanía.
Nada fue impedimento para el desarrollo en Yucatán de varios de los programas insignia de la Presidencia de la República, con estricto espíritu federalista, que resultarán de beneficio imperecedero como el Tren Maya o la construcción de dos centrales eléctricas de ciclo combinado, ubicadas en Mérida y Valladolid, que tendrán una capacidad de producción de mil 519 mega watts que se sumarán a la capacidad actual, con lo que se alcanzarán cerca de 4 mil 521 mega watts, suficientes para abastecer toda la Península.
Esta reflexión viene al caso por la sinergia creada entre el plan de desarrollo integral denominado por Joaquín Díaz Mena, Renacimiento Maya, y la recepción asertiva que de él ha expresado la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, que recientemente hizo declaraciones que apuntan a una probable visita para valorar in situ los cimientos de este ambicioso plan cuyo nombre reivindica, no solamente el necesario y merecido respeto al pueblo maya yucateco, colocado siempre en el último sitio por los gobiernos clasistas, sino para evocar el Renacimiento, esa fase de la historia humana que preconizó el resurgimiento del humanismo y que trajo consigo una nueva concepción del hombre y del mundo, que si bien se aplicó originariamente a una suerte de vuelta a los valores de la cultura grecolatina, después de padecer siglos del imperio de las mentalidades obscurantistas, en esta nueva etapa se planteó, y así lo ha entendido Huacho Díaz, como una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, con nuevos enfoques en los campos de las ciencias, artes, la política, la filosofía y la tecnología.
Y es que el Renacimiento Maya ha sido diseñado para el mejor futuro de Yucatán, para un desarrollo que no sea para unos cuantos, sino que sea una prosperidad compartida, donde todos y todas tengan oportunidades de un empleo digno y bien remunerado.
Este proyecto que no es sino una respuesta bien pensada de Huacho Díaz Mena -y un equipo de especialistas- a las necesidades del pueblo, con el firrme compromiso de que se haga con justicia social y ambiental, seguramente no es una política de Estado encabezada por “un simple empleado del centro de México,” ni llenará de huaches el Mayab, como profería con arrogancia por los cuatro vientos el vocero perdedor del conservadurismo en Yucatán.
La conexión multimodal, por ejemplo, entre el Tren Transístmico, el Tren Maya y el puerto de Progreso, capaz de impulsar la movilidad humana y un dinámico comercio integrado a circuitos económicos nacionales e internacionales, requiere de una reflexión muchos más profunda que la insolencia de quienes sirvieron durante muchos años sólo a los amigos y parientes.