La formación de la sociedad internacional, derivada de procesos civilizatorios que condujeron al encuentro de las culturas y las civilizaciones, así como a la fundación de los estados nacionales y, concomitantemente a las relaciones entre ellos, dieron lugar a la necesidad de instrumentos regulatorios globales.
Como parte de esos procesos surgieron las colonias, el mercado mundial de bienes, materias primas, tecnologías y personas, así como a las luchas por la independencia nacional y contra la esclavitud, aunque también a las apetencias territoriales y a la rapiña, todo lo cual tuvo su máxima expresión en las dos guerras mundiales, la confrontación entre los sistemas capitalista y socialista, la formación del mundo bipolar, los bloques militares y la Guerra Fría, saldada con el colapso de la Unión Soviética.
Tales procesos desplegados a escala planetaria crearon la necesidad de procurar entendimientos para asegurar la convivencia entre las culturas, la paz entre las naciones, la libertad de los mares, el respeto a las fronteras y otras relaciones. En todo ello, a escala significativa, Europa y América, fueron pioneras, mientras Asia y África se retrasaron, cosa que aún se aprecia.
Entre los primeros instrumentos internacionales creados con fines regulatorios globales figuraron: el Tratado de Tordesillas (1494) suscrito dos años después de la llegada de Colón a América entre las coronas de España y Portugal que, mediante una línea imaginaria dividieron longitudinalmente el Atlántico repartiéndose los territorios y las aguas a ambos lados de la demarcación.
Casi dos siglos después, se firmó la Paz de Westfalia (1648) conjunto de tratados entre las grandes potencias europeas que pusieron fin a la guerra de los Treinta Años y en los cuales se establecieron las premisas básicas para la igualdad soberana de los estados de entonces (imperios).
Un serio esfuerzo para ordenar las relaciones internacionales fueron los 14 Puntos del presidente Woodrow Wilson, a partir de los cuales se creó la Sociedad de Naciones, organización intergubernamental fundada en 1919, integrada originalmente por 42 países y que falló al no poder impedir la II Guerra Mundial. Su heredera natural es la ONU.
El más eficaz y relevante acuerdo de seguridad colectiva de que dispone la humanidad es la Carta de la ONU, vigente desde hace más de 70 años. A ellas se suman documentos fundacionales de entidades regionales como la Liga Árabe, la OEA, la Unión Africana, la CELAC. Entre todos ello sobresale el tratado que dio lugar a la Unión Europea que propició la integración económica y política de casi toda Europa. Su mayor fracaso es no haber podido incluir a Rusia.
Parte del sistema de seguridad colectiva que encarna la ONU son los tratados y acuerdos que han dado lugar a la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal, a la organización Internacional de Comercio, al Tratado de no Proliferación de Armas Nucleares y a los instrumentos asociados a agencias globales tales como la UNESCO, la OMS, la FAO, la OACI y otras del mismo sistema.
Es pertinente aclarar que ningún pacto militar ni alianza u organización militar, pasado o presente, llámese como se le llame, es una entidad capaz de contribuir a la seguridad colectiva. No lo es la OTAN ni AUKUS, no lo fue el de Varsovia ni ninguno de los muchos firmados por Estados Unidos y sus aliados.
La integración y las alianzas económicas y comerciales, la ayuda mutua, la contribución al desarrollo y a la paz son los caminos y la Carta de la ONU la hoja de ruta. Fidel Castro lo dejó dicho: Cese la filosofía del despojo y cesará la filosofía de la guerra. Allá nos vemos.