El exconvento franciscano de Santa Clara de Asís no sólo es excepcional por ser de los pocos que existen en la región Norte de Yucatán, sino por poseer una de las cúpulas más grandes de América Latina, con preciadas joyas pictóricas: numerosas pinturas murales, de las mejores conservadas de la península.
Todo el templo llama la atención, pero es en el interior de sus paredes y parte de su techo donde está lo que lo distingue, bellas pinturas que fueron elaboradas hace algunos siglos sobre diversas imágenes, entre las cuales sobresale una de la Virgen que le da nombre a la iglesia, además de coloridos animales como pavorreales, felinos, ángeles, coronas y frases en latín, que forman parte de su legado histórico.
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En general, muy pocos conventos del Norte de la península conservan pinturas murales, con frecuencia muy deslavadas o fragmentadas. El caso del convento de Santa Clara de Asís fue excepcional porque, hasta antes de la restauración de 2011, conservaba una gran cantidad de murales sin intervenir.
En su estudio “La pintura mural del convento de Santa Clara de Asís en Dzidzantún, Yucatán”, la maestra en Historia del Arte por parte de la UNAM, Ana Raquel Vanoye Carlo, identificó cuatro etapas en la elaboración de los murales; cuatro diferentes tipos de decoraciones que el ábside pudo haber exhibido en momentos distintos.
La especialista recalcó que la mayor parte de la pintura mural que conserva el exconvento se encuentra en el ábside original de la iglesia, actualmente detrás del muro que sostiene el retablo principal.
La primera etapa data de 1575, de la que sobrevive una mayor cantidad de murales y rastros de pintura. Se trata de un conjunto ejecutado con una paleta que incluye la grisalla y los colores azul y rojo en distintas tonalidades. El autor organizó la composición usando dos estructuras arquitectónicas que enmarcan tres elementos dispuestos verticalmente: la representación de la Coronación de la Virgen es el elemento superior, la escena de la Asunción, el central, y un rectángulo de color crudo, el inferior.
La segunda etapa data de los años 1625 a 1700, y se localiza en el ábside, en la portería y en el vano de la puerta que comunica el claustro con la iglesia. Cuenta con menos murales y su característica más destacada es la cantidad del punzón en el trazo de algunos elementos geométricos, como los círculos, y arquitectónicos como las columnas. Las pinturas se ejecutaron, en su totalidad, en azul, rojo, blanco y sepia.
La tercera etapa es del siglo XVIII, y el muro central de esta estructura es el único que no conserva pinturas correspondientes a esta decoración. Entre sus características está el uso de una paleta de color más amplia, pues el pintor utilizó, además de negro, azul, rojo, y blanco, verde, amarillo, rosa, café y naranja. Asimismo, la línea con la cual se ejecutó el dibujo preliminar de la mayor parte de estas representaciones es negra, al igual que la empleada para los delineados finales.
La cuarta decoración del ábside corresponde al siglo XIX y principios del siglo XX, y está integrada solamente por elementos de ornato, no incluye escenas de la vida de los santos.
Para su diseño se eligió un motivo que se repite a lo largo de todos los paramentos tal y como lo indica la presencia de fragmentos correspondientes a este tipo de adornos en todos los muros del ábside. La primera decoración se trata de una cenefa que tiene aproximadamente un metro de altura y sus elementos han sido delineados en color ocre y rellenados con amarillo. El diseño es una cinta ondulante que funciona como un eje alrededor del cual se articulan diversas formas como lazos, pequeños árboles, hojas, flores y hostias y que está enmarcada por un rectángulo sepia sobre el cual se apoyaron de manera alterna pequeños árboles y flores
De acuerdo con relatos y comentarios de algunos vecinos, estas imágenes comenzaron a ser descubiertas al momento de que con el pasar del tiempo el material con el que estaban cubiertas comenzó a deshacerse para mostrar lo que estaba resguardado, oculto, desde hace cientos de años.
En los años 80, este exconvento franciscano, construido a fines del siglo XVI, recibió la visita de un equipo de especialistas para su restauración, encabezado por Miguel Ábrego, cuyos trabajos conforme fueron realizándose empezaron a descubrir varios murales elaborados en los distintos conjuntos conventuales, que hoy en día hacen del templo uno de los más representativos de la región.
Por diversas razones, el proceso de rescate quedó interrumpido por varios años, y fue hasta los 90 cuando la restauración fue retomada por Fernando Garcés Fierros, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien se encargó de los murales de diferentes conventos hasta el año 2011.
En la actualidad es posible ingresar al templo y mirar sobre las paredes las pinturas que pueden ser apreciadas a simple vista, varias de ellas están localizadas en la parte del corredor y otras en la parte trasera de donde están las imágenes religiosas. Hay varias superficies que siguen pendientes de seguir siendo estudiadas por los especialistas.
Aunque la mayoría se encuentra en buenas condiciones, hay algunas pinturas que requieren pronta atención antes de que se vean afectadas por el paso del tiempo y la humedad que resguardan las paredes.
Las personas que ingresan por primera vez a este templo quedan gratamente impactadas al observar las bellas pinturas en sus paredes, y especialmente por la nave de la cúpula, una de las más grandes de Hispanoamérica con 48 metros de largo y 11 de ancho.
Otra de las características de las pinturas del templo de Santa Clara de Asís es que la mayoría son de colores llamativos, muy diferentes a las de otros lugares, como los del centro de México, donde la mayoría de los conjuntos de murales presentan la técnica de la grisalla, es decir, monocromática de dos a tres tonos, generalmente grises.
Los murales de los templos de la península de Yucatán muestran otras paletas de color, desde las más limitadas que emplean dos o tres colores, siempre llamativos, hasta las más amplias que incluyen toda la gama.
Tener estas imágenes en las paredes del templo, invita a las personas a realizar un pequeño recorrido para poder apreciarlas y tomarles fotografías, ya que, por lo general, las iglesias de esta parte Norte de la región no cuentan con estas obras de arte.
En los estudios realizados se analizaron las similitudes entre las pinturas que tiene la iglesia de Santa Clara de Asís con algunas de las que están en el exconvento de San Miguel Arcángel, ubicado en Maní, a fin de establecer que los trabajos pictóricos que existen en este edificio son representativos de la decoración mural de los templos de la región.
Para estas vacaciones se espera que las personas que lleguen a Dzidzantún puedan visitar el templo para ver las imágenes que hacen única a esta iglesia y la colocan como uno de los pocos conventos con bellos trabajos pictóricos.
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GC