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Yucatán

Gerardo Murillo, un amante de los volcanes de México que los plasmó en su pintura

Pilar Faller Menéndez

Cuando tengas un dolor quémalo en aras a tu voluntad para que su llamarada ilumine tu camino.

Dr. Atl.

José Gerardo Francisco Murillo Coronado, mejor conocido en el mundo del arte como el Dr. Atl, nació hace 143 años en Guadalajara, Jalisco, y fue conocido por su fascinación por los volcanes probablemente porque, además de ser pintor y escritor, fue vulcanólogo, lo que lo llevó a plasmar en su obra pictórica los imponentes volcanes que tiene nuestro país, utilizando el seudónimo de Dr. Atl, que significa Dr. Agua, ya que es la traducción de Atl en náhuatl. Es considerado como uno de los ideólogos del movimiento muralista, así como la influencia que tuvo la identidad cultural de México en su vida.

Aprovechó el tiempo que le tocó vivir como la revolución y el renacimiento, los cuales pudo plasmar en su obra. Un incorregible conformista y polifacético en busca de una voz propia, experimentó diversas artes expresivas así como oficios: filósofo, explorador, geólogo, crítico de arte, la política, caricatura y periodismo.

Probablemente sus dos pasiones más grandes fueron la pintura y la vulcanología. Empezó a pintar a la edad de 19 años ya que sentía una gran atracción por el arte, por lo que más tarde ingresó en Guadalajara en el Instituto Científico y Literario del Estado para continuar con su formación, de la que no se sintió satisfecho, por lo que viajó a la Ciudad de México para estudiar en la Academia de San Carlos y en la Escuela Nacional de Bellas Artes.

Obtuvo una beca que le dio la oportunidad de viajar a Europa y estudiar en diversos países: en Roma estudió la carrera de Derecho y Filosofía, después, se muda a París para estudiar en la Sorbona Derecho Penal, a pesar de tener ya definido su interés por el arte, por lo que se especializa en periodismo y pintura, y obtiene en la Ciudad Luz una medalla por un autorretrato.

Por falta de dinero, Murillo regresa a México en donde inicia una protesta por una exposición de artistas españoles, por lo que recibe el encargo de organizar una con artistas nacionales, defendiendo con gran entusiasmo la pintura renacentista, el neoimpresionismo, así como el fauvismo.

Empezó a dar clases en la afamada Academia de San Carlos, en donde tuvo alumnos que pasarían a la historia como grandes artistas, como lo fueron Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. Durante esos años empezó a vivir una carrera emprendedora e imparable, y regresó a Europa con el fin de realizar exposiciones y fundar un periódico sobre arte, así como la Liga Internacional de Escritores y Artistas.

Versátil como era, regresa a México en 1913 al enterarse del golpe de Estado de Victoriano Huerta, para aliarse con las tropas de Zapata, funda dos revistas. “Las iglesias de México” y “Las artes de México”, y comienza también a publicar libros con ilustraciones de retratos, desnudos de mujeres, y paisajes de montañas, mares y volcanes.

Su obra alcanzó estabilidad a partir de la década de los años 30, cuando se dedicó a pintar retratos y paisajes. Entre sus obras más importantes destacan los retratos de la pintora, poetisa y modelo mexicana Carmen Mondragón, con quien sostuvo un sonado romance y a quien él mismo bautizó en 1921 como Nahui Ollin.

Ya se había mencionado su pasión por los volcanes, por lo que con frecuencia escaló tanto el Popocatepetl como el Iztaccihuatl, y tuvo la oportunidad de atestiguar en 1943 el nacimiento del volcán Paricutín, del cual realizó pinturas y apuntes que expuso en 1944 en el Palacio de Bellas Artes, los que luego reunió y editó un libro titulado “Cómo nace y crece un volcán, el Paricutín” en 1950, obra considerada de suma importancia para la vulcanología.

Desgraciadamente, el doctor Atl, tuvo que dejar su afición por escalar volcanes y montañas, debido a que tuvieron que amputarle la pierna derecha, lo cual no le impidió seguir observando los volcanes ya que se dedicó a sobrevolar los cielos, con lo que obtuvo una visión más real y amplia de los paisajes de nuestro país.

Su generosidad lo llevó a donar en vida la mayoría de sus pinturas al Instituto Nacional de Bellas Artes, y en 1956 fue recipiendario por su trayectoria y trabajo de la Medalla Belisario Domínguez, y dos años después recibió el Premio Nacional de Artes.

Puede considerársele un amante de su país, y de los hermosos paisajes mexicanos, que formaron la mayoría de su obra, en donde puede apreciarse su amor por los volcanes que rodean el Valle de México, que hicieron que iluminaran su pintura, como faros en las tinieblas.

Atl creó su propia técnica, la cual todavía es utilizada, basándose en colores hechos a base de tintes secos o a la resina los cuales mezclaba con petróleo y cera con los que podía pintar sobre materiales diversos que sirvieron para el desarrollo de nuevos estilos pictóricos, lo cual fue una gran aportación para el mundo de la pintura.

No puede pasarse por alto la consagración que tuvieron sus cuentos con temas acerca de la Revolución, considerándolo uno de los mejores narradores de esa etapa histórica de nuestro país. Involucrado en los temas sociales que influyeron en su narrativa en los que podía leerse recurrentemente el tema de la justicia con el uso del habla popular, que constituyó gran parte de su éxito.

Atl murió en el año de 1964, de un paro respiratorio que muchos atribuyen por haber inhalado las fumarolas del volcán Paricutín que ocasionaron serios daños a su salud. Sus restos se encuentran en la Rotonda de los Hombres Ilustres del Panteón Civil de Dolores.

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