Las granjas del Grupo Porcícola Mexicano, conocido como Kekén, y las de sus aparceros, ponen en riesgo a la población del Estado, sobre todo a la del Norponiente, ya que las corrientes subterráneas circulan hacia esta zona, donde los poblados más alejados aún utilizan el agua de pozo tradicional o de los pozos de agua potable del municipio de 25 metros de profundidad, de acuerdo con información recabada por POR ESTO!
Fuentes del sector ambiental resaltaron que Kekén y sus aparceros dicen cumplir la NOM 001 de la Semarnat porque concentran los desechos en un biodigestor, luego tratan el agua y, finalmente, la vierten al suelo para cultivos agrícolas; sin embargo, las granjas nunca han demostrado tener cultivos o cosechas derivadas del agua que vierten porque contienen altos niveles de fósforo, nitrógeno, sólidos suspendidos totales y DBO5 (Demanda Bioquímica de Oxígeno), que no permiten la producción agrícola, sino que por el contrario mata la selva.
“No es una mentira, el problema es que no tratan el agua, sino que la almacenan y todo eso que tiran a lo que dicen sistema de riego no sólo mata la selva o lo que halla a su paso, porque ningún cultivo podría crecer con niveles de 580 miligramos por litro (la Norma permite menos de 40) o de 567 miligramos por litro de fósforo, cuando la Norma dice menos de 15 y cuando tienen DBO5 de 13,900 miligramos por litro, cuando los urbanos son de máximo 250; todo eso acaba con lo de arriba y se filtra.
Análisis del agua
“¿Qué pasa cuando se filtra? Pues que toda esa agua con contaminantes gravísimos llega al manto freático, que es de donde tomamos el agua potable, y los que están en mayor riesgo son los que viven en el Norponiente, porque además de que en Yucatán tenemos un suelo kárstico, donde todo se filtra, tenemos cenotes y cavernas con corrientes de agua que van al mar y por eso la zona de Maxcanú y Kinchil son las más vulnerables”, insistieron los expertos.
POR ESTO! recorrió ayer las comisarías de Maxcanú, desde Paraíso hasta Granada, y observó que aún hay pozos artesanales en las comunidades y que algunos están habilitados, de los cuales el agua se obtiene a unos 3 metros de profundidad.
Cada población cuenta con pozos de agua potable que, de acuerdo con información de las propias autoridades, tienen 25 metros de profundidad.
“Si lo que vierten las granjas se filtra, claro que está contaminado lo que se encuentre al hacer un pozo y seguramente lo que se saca de los pozos de agua potable. Se debe hacer análisis del agua y ver sus niveles de nitrógeno, fósforo y DBO5 que ponen en riesgo a toda la población, pero afecta primero a los más vulnerables”, dijeron.
Vulnerables
Las comisarías de Maxcanú se asientan en donde hace muchos años hubo haciendas henequeneras; hoy los varones salen a trabajar principalmente en la construcción en Mérida, en tanto que las mujeres son amas de casa y permanecen en las comunidades junto con los niños.
Para llegar a estas comisarías desde Maxcanú hay que pagar de 20 a 27 pesos por pasaje en las combis o hasta 70 pesos a los mototaxistas. Hay tienditas locales, alumbrado, agua potable y todos se conocen; la presencia de personas ajenas es evidente desde la entrada a cada población.
En San Fernando, Clara Alicia Cumí Sonda, de 38 años, relató la crudeza de su día a día: “Somos 7, mi esposo es discapacitado, pero como no hay apoyo, se va a trabajar a Mérida de albañil, se va el lunes como hoy y regresa el sábado. Mis hijas estudian y mi nieto lo cuidamos acá. Soy ama de casa y vamos viendo cómo vamos”.
Recordó que cuando era niña creció tomando agua de pozo, pero cuando llegó el agua potable el pozo dejó de usarse; sin embargo, hay vecinos que los mantienen activos.
Su comunidad ha cambiado desde que ella era niña, ya que ahora hay transporte, venden tortilla, hay tienditas, hay luz y escuela primaria, pero hay que salir a trabajar a Mérida de empleada doméstica o albañil para tener ingresos en casa.
“Hay que trabajar”
“Yo soy ama de casa y me ayudo con la cría de becerros o de mis pavos, para luego venderlos, no les doy de comer, lo que ellos puedan, porque tampoco hay apoyos; a mis hijas sólo a dos les tocó lo de la beca y a mi esposo José Emigdio Cocom Canul, aunque discapacitado, no le llegó el apoyo y hay que trabajar”, dijo la madre de 4 hijas de 18, 16, 15 y 13 años, así como un nieto de 1 año.
En San Rafael, Elvira Canul Hu se preparaba para tostar el chile del pollo que ya había preparado en la candela de leña.
“Yo crecí con el agua de pozo, pero cuando pusieron el agua potable se dejó de usar; era un pozo para las 4 casas del patio, crecimos con el pozo y ahora con la del tubo, pero para lavar, porque para tomar o cocinar la del botellón.
“Tengo 66 años y han cambiado muchas cosas; antes todos tomábamos agua del pozo, cada comunidad tenía su pozo, ahora es un solo pozo y le echan cloro”, dijo.
En Santo Domingo se observó un pozo comunitario con agua a unos 6 metros de profundidad, que lucía pintado recientemente y se ubica justo a un costado del pozo de agua potable del municipio.
María Martina May Cauich, habitante en Coahuila, relató que su madre murió del cólera y les dijeron que se debió al agua de pozo, así que cuando llegó el agua potable dejaron de usar el pozo; sin embargo, uno de sus hermanos suele limpiarlo y dejarlo activo para regar.
Se observó que el agua de ese pozo estaba a 3 metros y, efectivamente, lo estaban limpiando.
“El agua de pozo la usamos para regar o lavar, pero el agua potable también la usamos, también compramos botellones. Mi papá hizo este pozo, él trabajó en el henequén y ahora trabaja su milpa. Acá el agua potable nos la pusieron como hace 20 años”, dijo.
Estas comisarías se ubican entre Maxcanú y las granjas parideras de Kekén en Kinchil, donde POR ESTO! evidenció en enero pasado que vierten el agua de riego a través pivotes que abren y cierran, con lo que se devasta la selva.
Desde el cielo
En la imagen satelital del Google Earth es posible ver la granja de marranas parideras en construcción (hace 6 años) y aún así ya se observan las granjas de Opichén y Muna, que suman 130 m; en la imagen satelital se ve que tienen un biodigestor que recibe los desechos y una laguna de tratamiento de aguas, así como la tubería del sistema de riego.
“Aquí la solución la tiene la Semarnat, es la autoridad responsable para hacer una excepción de la Norma y pedirles a Kekén y sus aparceros que en verdad traten el agua, que tengan tratamientos para reducir el nivel de contaminantes y que el agua no se vierta en el suelo, ya no más, sino que se vierta en un pozo profundo que llegue al manto salino, o encontrar otra solución, pero que la Semarnat actúe porque ya vimos que en el Gobierno del Estado hay intereses que evitan que el gobierno actúe”, dijeron los expertos ambientales.
Voces expertas
El Diario de la Dignidad, Identidad y Soberanía ha informado con base en las voces expertas de la vulnerabilidad del agua; el 27 de octubre del 2018, durante el Foro del Agua organizado por la Iglesia Católica, Héctor Estrada Medina, investigador en suelo y agua de la UADY, destacó que en Yucatán no tenemos corrientes de agua superficiales como ríos o lagunas, lo que se tiene en el Estado solamente son los cenotes y representan una salida que tiene el acuífero a la superficie.
Recordó que la Conagua nos tiene como la cuenca hidrográfica número 12, pero Yucatán no es una cuenca, porque una cuenca es cuando hay montañas alrededor y escurre el agua. Aquí hay corrientes de agua debajo del suelo.
Esas aguas subterráneas están conectadas y tienen corrientes que se dirigen a la zona de cenotes y, desde los cenotes, se va hacia el Oriente, hacia Dzilam y otro al Poniente, hacia Celestún.
“Si tiro contaminante aquí en Ticul se va a Maxcanú, en realidad los puntos de contaminación en la Península son cualquiera. No tenemos ríos, lo que tenemos son cenotes, se estima que son de 8 mil a 10 mil, hay una vulnerabilidad del acuífero”, dijo.
(Verónica Martínez)