Pilar Faller Menéndez
Las rondas infantiles, su significado y origen
Esta mañana desperté con el estribillo de una ronda infantil que sin más ni más me vino a la cabeza. No recordaba cómo se jugaba, pero seguía resonando en mi cabeza, y con esto, recordé una infancia en que nuestros juegos eran colectivos, apartados de un celular que parece haber sustituido a las rondas, que desgraciadamente los niños ya no encuentran muy divertidas.
Haciendo referencia a lo anterior, encontré su origen: En la antigüedad los niños jugaban a la ronda, aunque algunas veces también los adultos participaban y éstas guardaban un contenido simbólico, en el que las primeras tres vueltas de izquierda a derecha, representaban el movimiento de los astros, y los movimientos contrarios representaban también el movimiento de los astros en esa dirección. Las vueltas en círculo que formaban una esfera perfecta, con un niño en el centro, era el símbolo del Sol, y si se trataba de una niña, ésta representaba la Luna.
Sacar de este círculo formado a uno de los niños, representaba los cursos vacilantes que tienen los planetas, y la ronda en sí, tenía como significado la armonía de las estrellas y del firmamento. Los cantos que se hacían simbolizaban el himno de alabanza a los dioses.
Con el paso del tiempo, las coreografías y juegos de las rondas que son cantadas en rima, no han sufrido demasiados cambios, aunque se encuentran ya ligadas al ámbito infantil exclusivamente y son una tradición que se va transmitiendo, por lo general en las escuelas de preescolar, como parte de la iniciación musical, en donde también se les enseñan canciones a los niños. Las rondas en su mayoría tuvieron su origen en España, pero se extendieron en la mayoría de los países de Latinoamérica.
Desgraciadamente, muchas de estas rondas se han perdido, y son pocas las que aún se juegan en los primeros años de escuela, gracias a que han sido rescatadas por aquellas maestras que las aplican dentro de su trabajo cotidiano, con el fin de brindar un momento de alegría y sana diversión a sus alumnos. Es importante resaltar que estos juegos no sólo dan alegría, que de por sí es ya suficiente justificativo, sino que además contribuyen a fortalecer destrezas, habilidades, valores y actitudes que son muy necesarios para el desarrollo integral de un niño, sobre todo en los primeros siete años de vida.
La ronda que recordé se llama el Zum-Zum de la calavera, en la cual se hace una rueda y todos los niños se ponen con las manos en la espalda, mientras que otro niño corre alrededor de la rueda con una prenda que puede ser un pañuelo diciendo:
-Zum-zum, zum-zum de la calavera, al que se duerma le doy una pera, y le deja la prenda a un niño de la rueda y le dice:
-¡Martinejo!
Y el que ha recibido la prenda contesta:
-¡Señor viejo!
A lo que le responden y empieza un diálogo:
-¿Y las mulas?
-En el campo
-¿Por qué no las cuidas tú?
-Porque no me diste pan.
-¿Y el pan que te dí?
-Me lo comí
-¿Y si más te diera?
- Me lo comiera
-¿Y el huevito?
- En su hoyito
-¿Y la sal?
-En su santísimo lugar.
Al finalizar este diálogo, ambos niños corren en direcciones opuestas alrededor del círculo tratando de llegar primero a ocupar el lugar vacío. Aquél que pierde debe seguir con el zum-zum de la calavera.
En la tesis de la española Ana Pelegrín se refiere a la relación que guardan las rondas con la poesía popular, y aunque las letras no sean leídas con acotaciones, suponen un diálogo dramático en la retahíla, la cual es la serie larga de sucesos o cosas no materiales que suceden o mencionan una tras otras, como el estudio que realizó Pelegrín de las rimas, las cuales dieron paso a las rondas, las cuales se representan como un elemento figurativo de la representación. El Zum-zum de la calavera se menciona como muchas otras rimas, y éstas casi en su totalidad se encuadran en una situación escénica, en la cual existen personajes, el conflicto y el espacio-tiempo. Los diálogos son breves, rítmicos, en los cuales se realizan preguntas concisas. Las rimas son una especie de teatro popular que abarcó los siglos XVII y XVII en donde tanto pícaros, reyes, solados, amos y criados, conviven, y tienen una antigua lírica.