El señor Agustín, de 50 años, se dedica a la venta de helados desde hace más de 20 años. Trabaja en Mérida y aproximadamente una vez al mes regresa a su natal Tuxtla Gutiérrez para visitar a su familia y darles dinero. Asegura que labora todos los días de 9 de la mañana a 7 de la noche, en su triciclo recorre la ciudad para lograr vender sus productos, porque estar en un mismo sitio ya no reditúa, “casi no hay venta”, indicó.
Comentó “vengo desde el centro, todo el día ando en la calle, hay veces que sí sale, otras no hay, no es tan fácil, ahora se está vendiendo poco, si está lloviznando o está nublado, no se vende nada, ahora que viene el calor, ya mejoran las cosas”. La pandemia sí les afectó, pero ya poco a poco están saliendo del bache, sostuvo.
Recordó que unos amigos le enseñaron a hacer los helados de manera tradicional y es a lo que se dedica. “Yo hago helados de coco y de elote, unos cuates allá en Tuxtla Gutiérrez me dijeron cómo hacerlo y aprendí”.
Decidió venir a esta ciudad porque es más grande que las de Chiapas, allá se trabajan las pulseras, pero con la venta de los helados le va mejor, confiesa. Esa actividad le permite pasar unos 7 u 8 días al mes con su familia en su estado natal, mientras que el resto del mes trabaja en Mérida. Otra de las razones por las que está aquí es porque su hija se casó con un yucateco.
“Allá no hago nada, no trabajo, solo estoy con la familia, los voy a visitar y también tienen que comer, compro maíz, carne, pollo, les llevo dinero. La venta acá va andando y hay que luchar en donde caiga la venta, siempre hay que moverse”, expresó.
SY