Ludivina Barrientos Lozano presentó un panorama de la incidencia de la langosta en diversas zonas del país y José Gutiérrez Ruelas, del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad (Senasica), compartió cómo se ha controlado el arribo de los saltamontes, sin que pongan en serio riesgo cultivos y cosechas.
Ambos participaron como ponentes en el Congreso Internacional de Orthopterología, que comenzó ayer en Mérida en un hotel de Paso de Montejo. En su intervención, la autora del “Manual técnico sobre la langosta y otros acridoideos de Centroamérica y Sureste de México”, detalló su desarrollo y proceso de transformación, hasta convertirse en una plaga.
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“La langosta centroamericana es unas de las cuatro especies de langosta verdadera que hay en el continente americano”, expuso y agregó que se le considera “verdadera” por sus características que la diferencian de un saltamontes común o chapulín.
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“Durante su reproducción, se ubica en ciertos lugares que le benefician en su desarrollo para crecer y emigrar, como una temperatura promedio de 27?°C, estar al nivel del mar, y que la precipitación anual esté entre los 100 mm de agua por año”, explicó.
De esta manera, se tienen localizadas áreas de reproducción permanente, que están en condiciones de monitoreo constante.
Por su parte, Gutiérrez Ruelas compartió los avances en la campaña de control de la plaga: creció la superficie a explorar, de 589 mil 442 hectáreas a 667 mil 556, de 2014 a 2023.
El año pasado, se redujo la formación de mangas (agrupamientos) de 108 a solo 18, y disminuyeron significativamente las pérdidas totales de cultivos; en los 9 años recientes no se ha registrado una devastación de cultivos y pastos.
De la exploración se ha logrado un muestreo de 47 mil 46 hectáreas y un control en 35 mil. Asimismo, se capacitó a mil 777 productores en 200 eventos. Precisó que, a nivel nacional, la Senasica tiene siete coordinadores de proyectos, 12 profesionales técnicos, y 44 responsables de campo.
Yucatán es considerado zona de muy alta reproducción. En 2020 se destruyeron unas 80 mangas, alrededor de 600 hectáreas, que afectaron más de 11 mil hectáreas de cultivos y flora, según datos de la Secretaría de Desarrollo Rural.
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NM