A pesar del avance de otras costumbres que llegan con la tecnología y la modernidad, las ramadas que se realizan en el mes de diciembre se mantienen como una tradición que ha perdurado en el transcurso del tiempo en el interior del estado, y en Ddizdantún no ha sido la excepción.
Los más pequeños son los que se reúnen y organizan para cantar casa por casa la tan popular canción que inicia con “me paro en la puerta, me quito el sombrero”, esperando recibir unas monedas para luego juntarlas y armar su posada.
Gente del municipio afirma que los infantes le dan magia y alegría a estas fechas con los grupos que arman y desfilan por las calles, ya sean supervisados por el mayor de ellos o incluso por algunos padres.
Timoteo Álvarez, vecino de esta localidad, recordó que en su infancia también fue parte de estos grupos, y salía con sus amigos y primos para juntar el dinero ganado con la ramada y hacer una fiesta.
Por su parte, Margarita Hernández dijo que cada año acompaña a sus pequeños nietos en esta actividad. Explicó que para armar una ramada se tiene que llevar la imagen de la Virgen de Guadalupe, ramas de limonaria adornadas con pequeñas esferas, una representación teatral de un viejo que asimila el año que va quedando atrás, y una alcancía.
Vecinos de Dzidzantún esperan que esta tradición no se pierda así como muchas otras por el poco apoyo tanto de los padres de familia como de los mismos pobladores. Aún quedan muchas noches, hasta el inicio de las posadas para disfrutar de los cantos de los niños y niñas.
También en el municipio de Temozón las calles se han llenado de color y alegría con la presencia de muchos niños de catecismo que salen a cantar la ramada casa por casa.
Desde el primer día de diciembre los pequeños se reúnen en el atrio de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en punto de las 18:00 horas, para organizarse con las catequistas y posteriormente iniciar el recorrido.
Con ramas adornadas que lucen esferas brillantes, motivos navideños y figuras del nacimiento, los niños se convierten en portadores de la tradición, recorriendo casa por casa en busca de su aguinaldo, una colaboración en efectivo que les permitirá financiar su fiesta navideña.
Esta costumbre ha perdurado a lo largo de los años en Temozón, pues simboliza la unión y el espíritu comunitario que caracteriza a los habitantes del pueblo. Los niños visten sus mejores galas, y con sonrisas en el rostro van por las calles llevando consigo la rama y el mensaje de esperanza y alegría que trae la temporada navideña.
Los vecinos abren las puertas de sus hogares y entregan a los pequeños unos pesos, e incluso dulces, demostrando que esto no es sólo una actividad para los niños, sino que involucra a toda la comunidad.
A medida que avanza la tarde y el sol se oculta, las luces de las ramas adornadas comienzan a brillar, creando un ambiente mágico que invita a todos a unirse a la festividad, que se mantiene viva en Temozón, como un recordatorio de la importancia de la comunidad, la fe y las celebraciones en esta época del año.
