La reciente decisión del presidente Donald Trump de retirar a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) representa un fuerte revés para el sistema multilateral, particularmente en un momento en que la comunidad internacional enfrenta amenazas sanitarias como el COVID y la gripe aviar.
Con una contribución de mil 284 millones de dólares —cerca del 18 por ciento del presupuesto total de la OMS para 2022-2023—, el apoyo financiero estadounidense resulta fundamental para iniciativas de prevención, investigación y respuesta a brotes epidémicos en todo el mundo.
En la lista de socios que mantienen a la agencia sanitaria de la ONU destacan Alemania, la Unión Europea y la Fundación Bill & Melinda Gates, aunque el retiro estadounidense podría complicar la sostenibilidad de futuros proyectos de salud pública.
Esta separación llega en un momento delicado, dada la prevalencia del virus H5N1 en territorio estadounidense durante el último año.
De acuerdo con la OMS, en 2024, Estados Unidos registró 66 de los 81 casos mundiales de gripe aviar en humanos, un incremento vinculado a la transmisión entre ganado vacuno y personas, lo que despierta alarmas sobre posibles mutaciones que faciliten el contagio de humano a humano.
El anuncio del gobierno de Trump también coincide con los esfuerzos de la OMS por promover un tratado global que mejore la coordinación y equidad en la distribución de insumos médicos ante posibles crisis sanitarias.
Esta política de retirada surge, asimismo, en un contexto de tensiones previas: la administración Trump acusó a la OMS de encubrir información crucial relacionada con los primeros brotes de COVID en China, mientras que el organismo internacional ha criticado la falta de transparencia del gigante asiático sobre el origen exacto del coronavirus.
El portavoz de la OMS, Tarik Jasarevic, enfatizó la esperanza de que la decisión se reconsidere, recordando la valiosa colaboración histórica entre Estados Unidos y la organización.
Sin embargo, se prevé que el proceso de salida se prolongue por varios meses, tal vez hasta un año, lo que amplía la ventana para posibles negociaciones. En cualquier caso, la retirada de un miembro tan influyente plantea inquietudes sobre el financiamiento de la agencia y la efectividad de la respuesta sanitaria global ante futuras pandemias.
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