De haber sido un referente en la ganadería durante las décadas de los 70 y 80, el municipio de Lázaro Cárdenas enfrenta actualmente grandes desafíos para sostenerse en el tercer lugar en producción de carne. Este logro es fruto del esfuerzo de los rancheros, quienes, con sus propios medios, conservan sus hatos, siempre esperanzados en que las autoridades locales y estatales proporcionen un respaldo real al sector, y no sólo alternativas momentáneas con resultados limitados, señalaron los involucrados.
Las ventanillas para acceder a los apoyos abrieron del 17 de febrero al 8 de marzo. Se registró la presencia de pequeños productores en busca de asistencia en especie, aunque podrán solicitar como máximo tres artículos del catálogo, según lo establecido en la convocatoria. Sin embargo, no se con templan ayudas para sistemas de riego, perforación de pozos o instalación de bombas sumergibles, herramientas indispensables en épocas de sequía, como la que se aproxima.
En el municipio están inscritos alrededor de 230 productores ganaderos. El 90% no cuenta con más de 20 cabezas de ganado, por lo que el porcentaje res tante corresponde a quienes poseen un hato más grande. Sin embargo, se des conoce la cifra exacta, ya que nunca se ha encontrado en sus oficinas a la presidenta del gremio, Romualda Ruiz Herrera, para proporcionar dicha información.
Historia
Hablar del sector ganadero en Kantunilkín es rememorar sus inicios, cuando no existían ranchos formales, como en 1940. Algunos ejidatarios nuevos criaban ganado bovino sin tener un espacio adecuado, mezclándolo con animales de traspatio y pastando en lo que hoy es la plaza del pueblo. Muy pocas personas poseían reses.
Entre los pioneros de la ganadería informal se encontraban Pascual Tah Chuc, Roque Sulub, Higinio Tuz, Tibur cio Pat, Felipe Chan, Graciano Maglah y Tránsito Maglah, quienes comenzaron a promover la actividad. Con el tiempo se organizaron, según narró el cronista municipal, Gaspar Maglah Canul.
A medida que el pueblo crecía, cada pionero impulsó su propio rancho. El problema era la falta de pastizales, lo que obligaba a los productores a utilizar las sabanas como fuente de alimento y abrevadero para el ganado.
En 1960, cuando los grupos comenzaron a consolidarse, se les conoció como los pequeños ganaderos de Kantunilkín. Entre ellos destacaban Graciano Ma glah, Pedro Tah, Juan Balam y Santos Maglah, quienes tenían ranchos modestos en áreas como Tulum, Kancab Chen y otros sitios del ejido. Aunque no existía una asociación for mal, en 1970, a través del Banco del Su reste, el Gobierno comenzó a fomentar la ganadería ofreciendo créditos.
Debido a intentos de invasión en zonas como San Arturo, que afectaban tierras comunales, el ejido Kantunilkín optó por formalizar la ganadería mediante créditos, organizando a los terratenientes. Fue en este contexto que surgieron los “grupos solidarios”. Tres de ellos fueron los primeros en consolidarse, estableciéndose en áreas más alejadas.
Posteriormente, estos clanes se transformaron en sociedades locales de crédito ejidal. Así, el Grupo 1 se llamó “Andrés Quintana Roo”, presidi do por Atanasio Graniel; el 2 adoptó el nombre “Javier Rojo Gómez”, y el 3 se denominó “Emiliano Zapata”. Cada uno contaba con 50 comuneros, quienes recibieron 2 mil hectáreas para trabajar con financiación bancaria.
La financiación pasó del Banco del Sureste a Banrural, que otorgaba cré ditos refaccionarios para desmonte, construcción de cercas, compra de se movientes y otros fines. Más adelante se crearon dos nuevos grupos: el 4, lidera do por Fermín Chan, y el 5, presidido por Ambrosio Chuc, en Santa Julia y Benito Juárez, respectivamente.
Comienzo difícil
El inicio de la ganadería no fue fácil. Al asignar tierras a los productores, surgieron conflictos con personas que se sintieron perjudicadas. Sin embargo, con el tiempo, las disputas se resolvieron y el trabajo continuó, promoviendo pastizales, infraestructura y adquisición de reses, lo que fortaleció al sector. Además de los préstamos, el Gobierno ofreció apoyos a través de programas como el PIRE y el FIRCO, fondos perdidos que buscaban fortalecer a los grupos ganaderos. Fue en este período cuando se reconoció que no todos estaban preparados para la actividad. Hubo errores, como la introducción de ganado lechero inapropiado para la región, lo que llevó al fracaso de varios proyectos.
Pese a ello, Kantunilkín alcanzó su apogeo en los años 70 y 80, destacándose como un municipio modelo. Aun así, la vocación ganadera era esencial, como señaló el cronista. Trabajar en grandes grupos no siempre resultaba exitoso, y muchas unidades pro ductivas no prosperaron. La devaluación del peso favoreció temporalmente a los ganaderos, permitiendo liquidar créditos anticipadamente, pero esta descapitalización dejó a muchos sin ganado y sin capacidad para acceder a nuevos créditos con tasas más altas y variables. Aunque algunos intentaron reorganizarse, la mayoría abandonó la actividad. Hoy, la ganadería persiste, aunque los productores se sostienen con sus propios recursos, sin apoyos comparables a los de décadas anteriores.
Lo que ocurrió con el sector
En los años 80, programas como el PI DER, a través de Banrural, impulsaron la ganadería en el estado. En Kantunilkín, los ejidatarios ya estaban organizados y participaban activamente. El Gobierno estatal implementó un proyecto lechero, creando una unidad en la que participaron personajes como Melesio Pool, recordó Juan Castro Loría, expresidente de la asociación local.
En esos momentos, el sector estaba en su apogeo. El PIDER proporcionó apoyos que impulsaron la actividad, y se decidió crear una expo feria para mostrar a los animales, lo que dio paso a la Asociación Ganadera local. A pesar del auge, la actividad lechera no prosperó. Factores como la falta de costumbre en el consumo del alimento y las difíciles condiciones de trabajo (ordeña temprana y separación de becerros) influyeron en el fracaso del proyecto. Además, el ganado Holstein, de raza suiza, no se adaptó al clima cálido ni a las garrapatas de la región.
Cuando el PIDER se retiró, los apoyos dejaron de ser a fondo perdido y pasaron a ser subsidiados. La ganadería continuó, abriéndose ranchos en lugares como Chiquilá y Valladolid Nuevo, pero muchas unidades desaparecieron con el tiempo.
El aumento de la cartera vencida provocó la creación de sectores agropecuarios respaldados por el ejido, permitiendo acceder a más créditos, aunque la desintegración de las unidades disminuyó la eficiencia. A pesar de esta caída, aún se puede presumir que Lázaro Cárdenas fue el primer municipio en impulsar el mejora miento genético del ganado, y se destacó por ser uno de los más organizados en todo el estado.
Algunos presidentes municipales, como el ingeniero Olega rio Tah Balam (1999-2002) y el profesor Luciano Sima (2013-2016), apoyaron en gran medida la ganadería, pero este impulso ya pertenecía al auge de los años 80.
Hoy en día, se nota la declinación de la producción ganadera local. Actual mente, Bacalar es un ejemplo de ayuda al sector por parte del Presidente, lo cual no ocurre en Lázaro Cárdenas, donde el apoyo no es el mismo que hace décadas, aunque la actividad sigue siendo importante en el municipio.
Pese a las adversidades, aún hay pro ductores con hatos de excelente calidad genética, pero enfrentan grandes retos sin los subsidios de antes. Ahora deben invertir sus propios recursos, movidos por la pasión y el deseo de mejorar su rancho y legado.
Juan Castro aseguró que la ganade ría no ha sido abandonada. Al menos no por parte de los productores, quie nes luchan diariamente por preservar su actividad. Los apoyos actuales son insuficientes y no comparables con los sistemas del pasado. Ya no existen los programas de an taño, y los recursos que se otorgan al sector son escasos. Si un productor recibe, por ejemplo, cuatro rollos de alambre, se considera suficiente, aun que su necesidad es mucho mayor.
Se acerca la sequía y se requieren apoyos en pozos profundos, sistemas de riego y bombas sumergibles, además de pastizales y alimento. Sin embargo, la ayuda suele llegar tarde, cuando las lluvias comienzan a caer y el pasto ya empieza a crecer.
Es fundamental que las instituciones no se limiten a recibir solicitudes, sino que también gestionen recursos activa mente para beneficiar al sector. Menos del 10% de los 230 productores tienen sistemas de riego o pozos profundos, lo que impacta al gremio. Estas pérdidas, señaló, no sólo se deben a la muerte del ganado por falta de alimento, sino también a la bajada de peso, lo que reduce el precio de la res. Los productores tienen que gastar más dinero para recuperar el hato, y aunque invierten, no abandonan su labor porque aman su actividad