Cancún, la ciudad de Quintana Roo en donde ser mujer es un “infierno"

De enero a octubre de este año, en Quintana Roo se registraron 588 casos de robo de auto, 106 de éstos con violencia, en algunos casos, extrema, de acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Asimismo, se iniciaron 11 carpetas de investigación por secuestro, nueve de ellas por secuestro extorsivo; 929 por abuso sexual, 148 por extorsión y 2 mil 920 por amenazas.

Respecto a la violencia contra las mujeres, el Caribe Mexicano ostenta una tasa de 0.78 casos por cada 100 mil mujeres, lo que lo coloca entre los primeros lugares del país, con ocho de los 177 reportes. El promedio nacional es de 0.26.

La historia de Diana

Una noche de rutina se convirtió en una pesadilla para una madre de familia, quien regresaba a su domicilio, en Cancún, cuando fue privada ilegalmente de la libertad.

El propósito de los delincuentes, al parecer, sólo era robarle el auto, pero la agresión dio un giro y su calvario se prolongó seis horas en las que también fue víctima de amenazas, violación y extorsión; lo que vino días después la hizo sentir que estaba viviendo en el infierno.

“No busco que alguien me entienda, porque sería sufrir lo mismo, sólo me gustaría que la gente esté alerta, que las autoridades sean empáticas y reaccionen cuando hay situaciones fuera de lo común”, mencionó Diana, quien, al ser atacada, en lo único que pensaba era en proteger a sus dos hijas.

En el 2023, cuando fue agredida, en la entidad se iniciaron cuatro carpetas de investigación por secuestro, dos de ellas por secuestro extorsivo, cifra que aumentó de enero a octubre del 2024 con 11 casos, 878 fueron por robo de auto 129 con violencia, mil 85 por abuso sexual, 116 por extorsión y 3 mil 636 por amenazas, delitos a los cuales fue sometida, de acuerdo con la incidencia delictiva del SESNSP.

Diana, al igual que muchas personas, se quedó sin trabajo en la pandemia; desde entonces llevaba el pan a la mesa creando jabones artesanales. Como en cualquier trabajo, había días buenos y otros no tanto, pero nada que le impidiera seguir con su sueño de montar un local y expandirse vendiendo artículos de belleza.

La emprendedora relató a Por Esto!, que siempre fue una mujer muy vanidosa, pero ahora, recordar las palabras de sus atacantes mientras era abusada sexualmente, la llevó a perder no sólo el brillo en sus ojos, sino también las ganas de continuar con su negocio y vivir en lo que ella consideraba el paraíso.

En mayo del 2023, Diana formó parte de las estadísticas de la incidencia delictiva en Quintana Roo, cuando 4 mil 788 personas fueron víctimas de un delito. Ella, en su momento, no denunció y cuando trató de hacerlo fue revictimizada.

Anteriormente, una mala experiencia con las autoridades le hizo perder la confianza en éstas, pues la culparon por tratar de llevar una vida modesta a pesar de, según la Policía, vivir en uno de los principales cuadros de la ciudad, sola y con dos hijas, lo que la “hacía blanco fácil de un robo”. Ella entendió que las palabras de los uniformados fueron “esto es lo que le toca pasar a todas las madres solteras”.

El 17 de mayo del 2023, Diana regresaba a casa luego de haber entregado productos con una conocida. No era muy noche ni de madrugada, eran las 19:00 horas. Bajó de su vehículo y caminó hasta la puerta cuando un joven se le acercó portando una pistola.

Su instinto fue proteger a sus hijas que se encontraban en casa y regresó al auto, donde una segunda persona se encontraba de pie, lista para subir como copiloto. Ella pensó que sólo iban a robarle sus pertenencias, entre ellas el coche, pero la agresión dio un giro y la privaron ilegalmente de la libertad.

Ella iba en los asientos traseros con uno de los delincuentes, quien en todo momento le apuntó con el arma. Las palabras de ellos primero fueron amenazas. Le dijeron que si trataba de pedir auxilio la matarían, jamás dejó de pensar en sus hijas por lo cual, hizo lo que le pedían mientras su vehículo era conducido sin rumbo fijo por las principales avenidas e incluso se detenían en medio del tráfico, por la hora pico.

En los primeros minutos ella pensó que la abandonarían lejos de su casa e incomunicada, y que eso les daría ventaja a los delincuentes para darse a la fuga mientras ella buscaba ayuda. Su mundo se vino abajo cuando pasaron cerca de una patrulla, cuyos policías no se percataron de lo que estaba pasando, por lo que incluso, llegó a pensar que estaban coludidos.

“Siempre tuve en mente a mis hijas. Hasta cierto punto me consolaba el que me alejaran de mi casa, porque así ellas estaban a salvo”, relató Diana.

Sus hijas comenzaron a marcarle, ya que sabían que sólo estaría fuera de casa por unos minutos, pero no le dejaron contestarles, solo le dijeron que se calmara, que ya la iban a llevar a su vivienda, pero que necesitaban dinero, y como ella les ofreció a cambio de su vida sus pertenencias y el efectivo que tenía en su tarjeta, buscaban un cajero automático, para sacarlo.

El primer retiro lo hicieron cerca de las 21:00 horas, aunque ignora el punto, ya que, a pesar de llevar 20 años en Cancún, su ruta siempre ha sido cerca de su casa, en uno de los principales cuadros de la ciudad, y las escuelas de sus hijas. Sacó 9 mil pesos y los entregó al joven que portaba el arma, lo siguiente que pensó fue que ahí la iban a dejar, pero la regresaron al carro.

El conductor llegó a una gasolinera, llenó el tanque y comenzó a manejar fuera de la ciudad, no sabe si rumbo a Leona Vicario o a Mérida, ya que el paisaje sólo era vegetación y autos a exceso de velocidad. Su temor creció nuevamente, ella lo llama “el camino de dolor” pues fue cuando uno de los delincuentes abusó sexualmente de ella, bajo la amenaza de matarla.

“He visto en las noticias cómo encuentran a mujeres en parajes solitarios, hasta donde las llevan para violarlas y las asesinan para no dejar testigos. Pensé que eso me iba a pasar a mí, que a mis hijas les iba a tocar reconocer mi cuerpo o que podrían ir por ellas, pues sabían dónde vivía y tenían las llaves de mi casa”, dijo Diana.

En su hogar, las hijas adolescentes de Diana pensaron al principio que se había quedado platicando con alguien y que, como ocurría con frecuencia, había olvidado el celular a bordo del auto, pero cuando dejaron de entrar los mensajes y las llamadas avisaron a su padre, quien vive en otro estado y de quien su madre se separó hace años.

“Recuerdo cómo me besaba y tocaba. Sus palabras diciendo que era muy bonita, que el padre de mis hijas era un pendejo por haberme dejado, ya que el dinero que ofrecí para que me liberaran era el que me depositaba para mis hijas. Los primeros días podía sentir sus manos y el arreglarme para seguir con mi vida me hacía sentir que viéndome bien me iba a poner en riesgo otra vez, y tal vez no iba a correr con la misma suerte de regresar a casa viva”, dijo Diana.

Pasada la medianoche, regresando a Cancún, hicieron el segundo retiro de efectivo; ya con 18 mil pesos, los delincuentes la llevaron hasta la puerta de su casa. Le pidieron que no denunciara porque la iban a estar vigilando y ahora conocían la existencia de sus hijas, a quienes se iban a llevar si la Policía estaba cerca de ellos, pues supuestamente había una gran red detrás de su plagio.

Al tocar la puerta fue recibida por sus hijas y una amiga de la familia, a quien el padre de las menores contactó para que los apoyara. Diana sólo comentó que había sido víctima de un robo, que los delincuentes la habían dejado lejos y que tuvo que caminar por horas hasta llegar a casa.

“No quise traumar a mis hijas. Con mi exesposo hablé esa noche, le conté a grandes rasgos lo que había vivido y él regreso para ayudarme con los trámites, para dar de baja mis tarjetas, recuperar mi número de celular, ver lo del seguro del auto, cambiar las chapas de las puertas y todo ese peregrinar que padecen las víctimas de cualquier delito”, recordó.

Esa noche, como muchas otras no pudo dormir; estuvo junto a su amiga sentada en la sala viendo la puerta, ya que temía que en cualquier momento ellos entraran al contar con llaves. No quiso llamar a la Policía por las amenazas y tampoco quería tener más gente cerca, por lo que acaba de sufrir. Para Diana cualquier hombre podía causarle daño, a pesar de contar con una gran red de apoyo en la que, tiempo después, fue encontrando ayuda.

Su auto fue localizado cerca de su vivienda en los días siguientes; un vecino le avisó que lo habían dejado afuera de su casa y pensó que estaba descompuesto. Lo único que faltaba era su teléfono celular, del cual lograron sacar el número de una de sus hijas, a quien contactaron para solicitar dinero. En total fueron cuatro llamadas intimidantes para extorsionarla, y fue cuando quiso denunciar.

Ante la Fiscalía General del Estado (FGE) le dijeron que ya habían pasado días, que su carro y otras pertenencias las había recuperado y no se trataba de robo, incluso que, lo más importante, era que había regresado viva. La revictimizaron e hicieron sentir que ella había tenido toda la culpa, por lo cual se retiró dándole la razón a las autoridades encargadas de salvaguardar su integridad.

Actualmente está haciendo su mudanza. Ella y sus hijas se van de Quintana Roo, continuará con su terapia psicológica y tal vez retomé lo que comenzó como un pasatiempo, el hacer jabones artesanales. Por ahora quiere estar lejos de la ciudad que le dio la espalda, le robó su tranquilidad y sus ganas de ser una madre vanidosa, llena de sueños para crecer como mujer.