El número de personas desaparecidas en la zona sur de Quintana Roo aumenta año tras año, un fenómeno que se replica en el norte y el centro de la entidad. Sólo hasta noviembre de 2024, la Fiscalía General del Estado (FGE) activó 231 fichas de búsqueda en los municipios de Bacalar y Othón P. Blanco; en comparación, durante el 2023 hubo 186, un evidente incremento en el número de casos.
Esta situación dejó a su paso a más familias afectadas por el dolor y la angustia de desconocer el paradero de sus seres queridos, a su vez, evidenció la falta de acompañamiento emocional para los damnificados por parte de las autoridades.
“Sólo me llamaron para que haga mis declaraciones”, dijo la madre de un joven desaparecido. Un sentimiento similar expresan otras familias y personas con seres queridos cuyo paradero es desconocido, quienes después de presentar su denuncia no suelen recibir ningún tipo de apoyo emocional y psicológico.
Los casos de desaparición tienen un doloroso impacto dentro del núcleo familiar y en el círculo de conocidos de la persona extraviada.
Según la doctora Judith Novelo, neuropsicóloga del Centro de Psicoterapia y Salud Integral, alrededor de siete personas son impactadas de forma negativa por cada desaparición registrada.
La especialista explicó que las personas que enfrentan la desaparición de un familiar suelen atravesar un proceso complejo y una combinación de emociones muy fuertes, pero sobre todo, muy dolorosas. Que además conlleva estadios psicológicos prolongados, de emociones que tienden a ser cambiantes.
En un primer momento, la noticia de la desaparición llega como un shock que genera incertidumbre, desesperación, confusión, lo que suele llevar a la mente a activar un mecanismo de protección y negar la situación.
“Luego viene una búsqueda inmediata por respuestas, de alguna esperanza. (...) Los familiares suelen centrarse intensamente en la búsqueda de la persona, esto les da un propósito en su día a día, lo que les ayuda a generar canales de apoyo , pero a la vez, en la parte psicológica se genera una ansiedad o estrés crónico”, explicó.
En consecuencia, estas personas pueden experimentar miedos o frustración, un impacto que suele repercutir en sus horas de sueño o su estado de ánimo, generando a su paso un desgaste físico, mental y emocional.
En contraste con la muerte de un ser querido, los familiares no tienen un cierre y experimentan lo que la doctora Novelo denominó “pérdida ambigua”, pues quedan atrapados entre la esperanza y la pérdida.
“No lo ven, es una pérdida, pero como no he visto su cuerpo, tengo la esperanza de que esté vivo. Esta pérdida ambigua es lo que genera un desgaste, al no existir un cierre, entonces viene la culpa, la rabia, la impotencia, la tristeza profunda. Esto va generándose, en lo que nosotros llamamos un Trastorno de Estrés Postraumático”.
Otra etapa que atraviesan es el impacto social o el aislamiento, al enfrentar el sentimiento o percibir incomprensión de la comunidad o de las autoridades.
Posteriormente, llega la etapa del deterioro emocional, la cual puede ocurrir cuando la persona pone toda su energía, su tiempo, su vitalidad en la búsqueda de su ser querido y no desarrolla la resiliencia, lo que lleva a que estas se olviden de sí mismos. o de otros familiares.
Por ello, se consideró que es vital que estas personas conozcan estas etapas o fases para que puedan afrontar de una manera más asertiva lo que están viviendo.
Pero, igual de importante, es que las autoridades brinden la debida atención a estas personas, donde puedan recibir un acompañamiento integral, como lo puede ser una mesa o un centro de atención a familiares de desaparecidos.
“Lo más importante es que se fortalezcan los factores de protección que pueden ser: las redes de apoyo, intervenciones psicológicas adecuadas y el acompañamiento legal y social. Tenemos mucho para ofrecer a estas personas que están en esta pérdida ambigua, en donde ya perdieron a un familiar, pero tienen la esperanza de que podría estar vivo o en algún lugar”.
Respuestas
La voz de los familiares y amigos o las acciones de colectivos como Madres Buscadoras o “Verdad, Memoria y Justicia” han sido una medida de presión en las investigaciones, ante lo que señalan como un marcado silencio de las autoridades.
Chetumal ha sido el escenario de algunos bloqueos o marchas para pedir por la localización de seres queridos. Así ocurrió en el caso de Dulce Yarely Flores Monje, el pasado 1 de septiembre, enfermera de quien no tuvo noticia desde el 29 de agosto.
Los familiares y conocidos de la joven enfermera apuntaban que su pareja sentimental, Edwin Jesús “N”, debían ser investigado y detenido para evitar su fuga, pues sospechaban que él sabía dónde se encontraba Dulce. Para ser escuchados por las autoridades iniciaron un bloqueo en la carretera que conecta a la capital del estado con Bacalar.
Después de varias horas de protesta, de largas filas vehiculares y de diálogo entre los inconformes y las autoridades, se dio inicio a un mayor operativo para localizar a la joven.
Desafortunadamente, horas más tarde fue hallada sin vida cerca de la localidad Laguna Guerrero. Edwin Jesús “N” fue detenido y vinculado a proceso. La FGE destacó en su momento que con base en las pruebas recabadas podría enfrentar 50 años de prisión por feminicidio.
Durante estos días turbulentos y de dolor para los familiares de Dulce Yareli, otras familias marchaban en el marco del Día Internacional de las Personas Desaparecidas. El grupo inició una caminata desde el Museo de la Cultura Maya hasta el Palacio de Gobierno.
Las voces pidieron justicia, recordaron que se continúa la búsqueda por los hijos e hijas, hermanos y hermanas, padres y madres, por todos aquellos que siguen sin ser encontrados, pero también criticaron el actuar de las autoridades, principalmente, de la FGE.
Manteniendo consigo una ausencia de meses o años, los familiares colocaron las fotos y fichas de búsqueda en la explanada de la Bandera con la esperanza de encontrar respuestas.
El reclamo de los familiares de desaparecidos contra el hermetismo y abandono de las autoridades no es un hecho aislado. Un mes más tarde se llevó a cabo otro bloqueo en la entrada de la capital del estado, el motivo: cuatro trabajadores de una empresa cárnica habían desaparecido en el pueblo bacalarense de Miguel Alemán.
Nuevamente, la presión de familiares y conocidos impulsó la movilización de los cuerpos de investigación y de seguridad. Durante los días siguientes, se localizó a tres de los cuatro empleados con vida.
Sin embargo, al día de hoy, la madre de José Guadalupe Rodríguez Avilez continúa con la búsqueda de su hijo, el único de los trabajadores que no fue encontrado en los operativos. Un caso que se sumó a otros tantos que siguen sin respuesta.
Aunque no todas las protestas y bloqueos toman el rumbo esperado, esto les tocó vivir en carne propia a varios integrantes del colectivo “Verdad, Memoria y Justicia”, quienes denunciaron agresiones a manos de policías, a mediados de octubre, cuando se encontraban sobre la Avenida Insurgentes de Chetumal.
Señalaron que se ejerció violencia para repeler el bloqueo de los integrantes del grupo de familiares de desaparecidos, situación que provocó la indignación de la ciudadanía y diversos defensores de derechos humanos.
Estas quejas no siempre logran congregar a más personas o llegan al titular de la fiscalía. Tal es el caso de la abuela de una menor de edad desaparecida, mujer que tiene la tutela de su nieta. Su reclamo es contra la inacción y el lento procedimiento de este organismo: “Ellos saben dónde está mi nieta, yo misma he hecho su tarea y les he dado las respuestas, pero no se mueven. Dicen que tienen que hacer solicitudes y otras cosas, pero mientras, ¿qué pasa con ella?”.
Actualmente, María Angélica Larrauri Chablé sigue sin ser localizada y llevada de vuelta a casa, a pesar de que la abuela materna ha expresado tener miedo por la integridad de la joven ante el personal de la FGE que ha llevado su caso.
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Distribución de hechos
De acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), los motivos por los que una persona se vuelve ilocalizable para otras son muy diversos: desde familias buscando a víctimas de delitos, como desapariciones forzadas, trata de personas; ausencias voluntarias, sea por violencia familiar, situaciones económicas o por relaciones amorosas; accidentes de tránsito, desastres naturales, entre otros.
De las desapariciones denunciadas hasta el penúltimo mes de este año, en la zona sur del estado: 178 fueron de hombres y 53 de mujeres. En respuesta, de todos los informes obtenidos, la FGE logró la localización de un total de 122 personas, de las cuales, 10 fueron halladas sin vida.
Además, las localizaciones fueron exitosas en el 45.5 por ciento del total de casos denunciados de hombres; mientras tanto, hubo una tasa de éxito del 77 por ciento en los casos de las mujeres, con la activación del Protocolo Alba y la Alerta AMBER. Una diferencia del más del 30 por ciento.
Julio fue un mes singular y con cifras alarmantes: de las 24 denuncias presentadas ante la Fiscalía, todas fueron para reportar la desaparición de hombres. Hasta el momento, seis han sido encontrados con vida; de los otros extraviados, aún se desconoce su paradero.
La capital del estado, Bacalar, comunidades como Subteniente López, Sergio Butrón Casas, Mahahual, Calderitas, Ucum, Reforma, Sabidos y Miguel Alemán, son algunos de los lugares donde las personas desaparecidas fueron vistas por última vez.