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Yucatán

Así celebran el Viernes Santo en las comunidades mayas de Yucatán

A diferencia del resto de las comunidades donde se realiza el tradicional Viacrucis, en los pueblos mayas de Yucatán se le conoce como Kichkelem Yum Jesucristo
Una imagen muy común en los hogares del interior del Estado es la de la Santa Cruz verde
Una imagen muy común en los hogares del interior del Estado es la de la Santa Cruz verde / José Borges

Para los mayas yucatecos, el Viernes Santo es el día de la conmemoración de la muerte del llamado Kichkelem Yum Jesucristo, o “nuestro hermoso Señor Divino”, siendo Dios invocado por los yum Hmen, sacerdotes mayas, en ritos como el Chacchac o en oraciones y conjuros tradicionales.

Esta fecha es una de las celebraciones en la Entidad, que es testimonio del sincretismo entre las creencias de los pueblos mayas y las tradiciones europeas.

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La gente de la comunidad comparte las creencias asociadas a esta fecha y se ha señalado a personas que, dentro de la misma, tienen la facultad de cuidar estas tradiciones y de relatarlas a quien lo solicite.

Una imagen muy común en los hogares del interior del Estado es la de la Santa Cruz verde, que en estas fechas es la representación física de Jesucristo y su dolorosa pasión.

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También en Yucatán, una cruz es el centro de todo, pues según las creencias está en todos los momentos de la vida y también de la muerte; el óleo que coloca el sacerdote en la frente del infante en el bautismo es una cruz, al igual que una cruz preside el hetzmek, una cruz marca las alpargatas bajo la hamaca del recién nacido para evitar la malicia del pájaro xooch, una cruz de henequén marca las casas donde hay enfermos, una cruz de oro o de madera penden en el pecho del hombre o de la mujer y, por último, una cruz, con su nombre, marcará la sepultura y el osario de una persona al fallecer.

Prohibido ir al monte en Viernes Santo

Dicen los abuelos que, en el Viernes Santo sobre los cerritos o los antiguos “mules”, ruinas de montículos prehispánicos, se escucha el canto de un gallo en la noche y al mediodía.

Ernesto Aké, quien falleció y era conocedor de las tradiciones, refería: “un gallo canta sobre los cerros, pero a ese gallo solo los niños o gente inocente lo puede ver”. Ese día nadie debe ir al monte, ni cazador, ni mucho salir del pueblo para ingresar en los despoblados.

Dicen los abuelos que, en la lejanía y dentro del monte, se escucha el repique de una campana encantada y que al canto de un gallo durante la noche las ciudades mayas precolombinas, olvidadas entre la densa vegetación, flagelada por la sequía del Yaax Kín, vuelven a la vida por instantes.

Son lugares encantados, así lo decían los abuelos, quienes usan la palabra “encantados” refiriéndose a que la materia puede tener vida, o que sobre ella ocurran cosas inexplicables como apariciones o ruidos desconocidos.

Miguel Aké May de la hacienda Oxtapacab, señala: “Si la gallina ova el jueves y viernes estos huevos se marcan y se guardan, ya que estos huevos se secan, sirven para ensalmar a los niños llorones, o que han sido afectados por el mal de ojo o padecen de mucha calentura. Eso decían mis abuelitas, además cuando hay situaciones malas en casa estos huevos estallan y su contenido ayuda a limpiar la casa de todas las cosas que la afectan”.

Todo ese día debe estar en silencio, no se debe hacer el menor de los ruidos, ni el tunkul debe sonar, ni nada, todo el sonido debe venir de la iglesia cuando llame a los oficios por medio del zacatán o de las matracas. La televisión, la radio, la música, nada debe funcionar ese día. Solo se salía para ir a la iglesia a los oficios del día, más antiguamente al célebre oficio de tinieblas.

Sobre la naturaleza, José Miguel Sandoval señala varias creencias: “Dicen los antiguos en Panabá que la resina del Pomolché (Jatropha curcas), arbusto de resina lechosa de color blanco, que del jueves al Viernes Santo se pone roja como la sangre de Cristo y a mí me ha tocado experimentarlo y sí, la verdad es que esos días es roja su resina”.

No se debe ir al monte, porque según contaban los antiguos, es cuando más están sueltos los vientos malos. Estos fuertes vientos, asociados a la época del Yaax Kín, y se dice que están cargados por divinidad; éstos recorren los pueblos, las milpas, los montes, y lo pueden hacer porque obran ante la presencia del sol, que es señal del gran Dios que habita en lo alto. De acuerdo con la tradición oral, existen vientos buenos y malos, los malos traen dolor al cuerpo y los buenos hacen florecer nuevas plantas y fertilizan el suelo que acarician.

La antigua serpiente de plumas embrujadas llega también en medio de fuerte remolino del mosón iik; éste recorre los caminos de las milpas y parcelas, y aún aquellos xtutul-be o viejos caminos, marcados por el devenir de campesinos con mecapales en sus espaldas.

El mosón iik, en español es remolino, y es kújku can el aire cargado del polvo que se deja sentir, esta frase hace alusión a kuj ku, (plumas), can (serpiente)  e iik (viento), o sea, kuj ku can iik. Se dice que si tiras un sombrero y logras atrapar el remolino, al levantar el mismo se forma una serpiente física o de aire, depende de la fe del ejecutante.

El mosón ik solo se acaba si levantas y haces la señal de la cruz con tus dedos frente al remolino, pues éste se disipará en el ambiente, volviéndose el fuerte viento en una discreta caricia del viento.

Lázaro Hilario Tuz Chi, investigador de las tradiciones mayas, expone: “hoy al mediodía todo lo encantado vuelve a la vida, los pueblos encantados reviven, cantan los gallos y repican sus misteriosas campanas… La serpiente k’uuk kan sale en forma de remolino de la cueva perdida ahí en los montes de Pomuch, camino a May Och. Esa es nuestra creencia. Así nos enseñaron en este Viernes Santo”.

Cada población, cada familia, guarda en sus memorias creencias y dichos antiguos en relación del viernes santo, una fecha especial en el calendario emocional de los mayas yucatecos. Haciendo una mirada a su interior podemos encontrar una notable cantidad de estas antiguas creencias que paulatinamente en el correr del tiempo se van perdiendo y que ahora se nos presentan como vestigios imponentes de la fe sincrética de este pueblo.

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