A pesar de haber sido contemplada en el año 2018 en el Programa de Aprovechamiento de los Sitios Arqueológicos para el Impulso de Desarrollo Turístico Social y Cultural en el Estado de Yucatán, la zona arqueológica de Kulubá se encuentra en el olvido y sólo llegan a ella visitantes aventureros debido a que el camino de acceso está en mal estado, aseguraron pobladores de las comunidades rurales, como Justino Mex y Manuel Uc, quienes hace cuatro años estuvieron presentes en la ceremonia donde se firmaron los importantes convenios para potencializarla como destino turístico.
Recordaron que en 2018, el exgobernador Rolando Zapata Bello anunció al pie de la estructura de Kulubá una inversión aproximada a 18 millones de pesos, encaminada a su restauración y apertura al público; además de que beneficiarían a los pueblos indígenas de esta parte del Oriente de Yucatán, pero las ruinas siguen olvidadas, aseguró Agustín Mex, otro campesino que se gana la vida trabajando en los ranchos. En el evento firmaron un convenio con el Gobierno del estado el director general del INAH, Diego Prieto Hernández, y Eduardo López Calzada, director del Centro del INAH Yucatán.
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Arqueólogo descubre palacio milenario en la zona arqueológica de Kulubá en Tizimín
Los lugareños aseguraron que cuando se anunció el rescate del sitio se planeaba impulsar el turismo y conectar varias zonas arqueológicas para dar empleos a varias familias de las comunidades cercanas como Emmanuel y los ejidos de San Luis Tzuctuk y San Pedro Juárez, lo cual nunca sucedió. Los trabajos iniciaron antes de la pandemia, se paralizaron y el sitio ha quedado de nueva cuenta en el olvido.
¿Dónde se encuentra Kulubá?
La zona arqueológica se ubica a 37 kilómetros al sureste de Tizimín, por la carretera a la colonia Yucatán, rumbo a Tixcancal; entre los ranchos Kulubá y Enmanuel.
El complejo arquitectónico es considerado uno de los más importantes del Estado, abarca alrededor de 9 kilómetros, data del año 300 a.C. a 1000 d.C. y está influenciado por la región Puuc y la de Chichén Itzá, además.
Está compuesta por 400 estructuras situadas alrededor de varias rejolladas que abastecían el agua y servían para cultivar el cacao; cuenta con una plaza de 100 por 100 metros que integran 12 estructuras, entre ellas las pirámides más altas que miden 15 metros con base de 32 por 20 metros. La primera intervención de restauración fue realizada en el 1980 a cargo del arqueólogo Ricardo Velásquez Valadez y una brigada del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Se pudo averiguar que en los años 1999 y 2000 se reinició la restauración a cargo del arqueólogo Carlos Pereza Lope y después de Alfredo Barrera Rubio. En el año 2018 es cuando se anunció la restauración de las otras estructuras que actualmente están bajo las raíces de enormes árboles.
A esos se sumarían, los trabajos realizados antes de la pandemia, en los que se confirmó la existencia de un palacio de 55 metros de largo por 15 de ancho y 6 de altura, en el cual se liberó y se reconoció el basamento, las escalinatas y una crujía con pilastras, en la parte superior, que habría sido usada por la élite del lugar, aseguró el arqueólogo Alfredo Barrera Rubio; los vestigios apuntan a dos fases de ocupación: una en el Periodo Clásico Tardío (600–900 d. C.) y otra en el Clásico Terminal (850–1050 d. C.).
“Fue en el Clásico Terminal cuando Chichén Itzá, al volverse una metrópoli destacada en el Nororiente del actual Yucatán, extendió su influencia sobre sitios como Kulubá, el cual, por los datos que tenemos y materiales de cerámica tipo Chichén y obsidiana de las mismas fuentes que proveían a esta urbe maya, podemos inferir que se convirtió en un enclave Itzá”.
Este palacio fue investigado junto con cuatro edificaciones del Grupo C: Un altar, dos vestigios de espacios de uso habitacional y una construcción redonda que, se cree, era un horno. También se iniciaron labores de conservación en edificios de los Grupos A y B, mapeo y registro topográfico, además de que se preservó el antiguo Rancho Kulubá, que data de mediados del siglo XX.
En la exploración también se descubrió un entierro secundario, es decir, fue depositado allí tras haber sido extraído de su sitio original, en el cual yacían diversos individuos y que se ubicó durante la liberación del palacio, fue excavado y recibió un tratamiento de conservación inicial por parte de los restauradores, a fin de que pudiera ser resguardado en condiciones idóneas para su estudio y preservación. Futuros exámenes de antropología física permitirán determinar el sexo, la edad, las patologías, e incluso, los hábitos de aquellos mayas del pasado.
Barrera Rubio explicó que una parte adicional del recurso destinado al sitio, derivado del convenio entre el INAH y el Gobierno del Estado de Yucatán, se dedica al mapeo y levantamiento topográfico de 234 hectáreas, así como al análisis del patrón de asentamiento de la urbe prehispánica, la cual se encuentra bajo resguardo del Instituto.
Un frente de trabajo adicional consiste en la rehabilitación del casco del antiguo Rancho Kulubá, ya que esta construcción, ubicada dentro del área patrimonial protegida, es a su vez un vestigio histórico de la primera mitad del siglo XX: con techumbre de palma de guano, mampostería tradicional y hamaqueros de madera.
Pero Kulubá es una zona arqueológica que aún espera un estudio para la recuperación de su antiguo esplendor. Recalcó el investigador que aún falta trabajar para el rescate de las otras estructuras cubiertas por enormes árboles, así como el mejoramiento del acceso que actualmente se encuentra en pésimas condiciones.
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CC