
El potente terremoto de magnitud 7.7 sacudió el centro de Birmania el pasado viernes, resultando en al menos mil 644 muertos, más de tres mil 400 heridos y 139 desaparecidos, según informó la junta militar birmana.
El epicentro del sismo se localizó entre las regiones de Sagaing y Mandalay, afectando gravemente ciudades como Mandalay, Toungoo y Aungban.
Se estima que alrededor de dos mil 600 edificaciones, incluyendo viviendas, iglesias, escuelas y pagodas, fueron destruidas. En la capital, Naipidó, el aeropuerto quedó inoperativo tras el colapso de su torre de control, causando seis muertes.
La comunidad internacional ha respondido rápidamente a la crisis. La ONU ha aprobado un presupuesto de cinco millones de dólares para asistencia humanitaria en Myanmar. Además, la Unión Europea ha anunciado una ayuda de 2.5 millones de euros para los afectados por el terremoto.
El líder de la junta militar, Min Aung Hlaing, ha declarado el estado de emergencia en seis regiones afectadas y ha solicitado ayuda internacional, una medida inusual desde el golpe de estado de 2021.
Las operaciones de rescate enfrentan desafíos debido a la interrupción de las comunicaciones y el colapso de infraestructuras clave.
El terremoto también se sintió en países vecinos como Tailandia, donde se reportaron al menos nueve muertos y más de 100 desaparecidos tras el colapso de edificios en Bangkok. Las autoridades tailandesas han declarado áreas de desastre y están llevando a cabo misiones de rescate para las personas atrapadas.
Este desastre natural agrava la ya difícil situación humanitaria en Birmania, que enfrenta conflictos internos y una crisis económica desde el golpe militar. Se prevé que el número de víctimas aumente a medida que avanzan las labores de rescate y se accede a áreas remotas afectadas por el sismo.
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